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Escandaloso, Chic y Adinerado

Pierre Cardin conoce a todos y ha diseñado de todo

Pierre Cardin es uno de esos nombres que todo mundo conoce, incluso si no tienes idea de quién es ni cómo se ve. Para los despistados, Cardin es el hombre detrás, y el diseñador de uno de los logos de moda más famosos: una P y una C entrelazadas que puedes encontrar en más de 800 productos (corbatas, bicis plegables, tapicería para autos, chocolates, cigarros, cubetas de hielo, sartenes y demás). Cardin, de 89 años, comenzó su carrera como sastre en Vichy, Francia, y se convirtió en uno de los primeros diseñadores de ropa lista para usarse, antes de inventar algunos de los looks  espaciales más alocados de los sesenta. En la siguiente década, se convirtió en uno de los diseñadores más famosos y exitosos del mundo, haciendo negocios de millones de dólares en lugares tan diversos como Rusia, Japón, China e India. Vendía perfumes, cosméticos, ropa y cualquier otro producto al que se le pudiera poner su logotipo. Durante toda su exitosa carrera, nunca ha dejado de ser un enfant terrible  cuando se trata de crear controversia, negándose a definir sus preferencias sexuales en público ante los rumores de romances con su hermosa modelo, Jeanne Moreau, y su hermoso asistente André Oliver.

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Hoy en día sigue haciendo cosas que molestan a la gente, como cualquier otro diseñador de modas que se precie de serlo, salvo que ahora se ha involucrado también en el extraño mundo de los bienes raíces. Durante la última década, se ha dedicado a restaurar el infame castillo del Marqués de Sade en Lacoste, un pueblo tranquilo al sur de Francia. No contento con eso, compró todas las propiedades alrededor del castillo (lo que ha molestado a algunos lugareños). También planea construir un enorme complejo residencial de lujo en Venecia, diseñado por él mismo, obviamente.

A pesar de toda su riqueza, el centro de operaciones de Cardin se encuentra en una oficina desordenada en el octavo distrito de París, la cual visité una mañana de enero. El piso estaba cubierto de clips, papeles arrugados y cajas de cartón repletas de cosas viejas; las paredes estaban decoradas con collages de fotografías enmarcadas y recuerdos: Cardin con Fidel Castro, con el Papa Juan Pablo II, y con casi toda figura histórica del siglo XX. “Los conocí a todos”, dijo (claramente, a don Cardin no se le conoce por sumodestia). “Soy la persona con más experiencia en el mundo de la moda, llevo setenta años. Soy del que más se habla”.

Cardin se ve sorprendentemente arrugado en persona. Cuando lo vi traía una chaqueta azul, una camisa con cuello y corbata, pantalones grises y un almohadazo de canas. Mientras hablábamos, alternaba sin problemas entre un excelente inglés y francés, caminaba por la habitación recogiendo fotos viejas de las cajas de zapatos, y me traía copias de su revista Princes, la cual cubre obsesivamente la realeza europea. Cardin tiene la edad para ser considerado una leyenda viviente, y a pesar de eso sigue siendo tan perspicaz como siempre.

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Vice: Recientemente has aparecido mucho en las noticias por el proyecto de transformación de Lacoste. Parece que tienes alborotada a toda la gente del pueblo; es como si el Marqués de Sade hubiera regresado a fastidiar su tranquilidad campesina.

Pierre Cardin: El château había sido abandonado y estaba en ruinas antes de que yo llegara; ahora es hermoso. Hay algunos que están celosos por todo lo que he hecho por el lugar. Lacoste tiene galerías y un festival anual gracias a mí. Hay mucha actividad. Quizá algunos de los lugareños están molestos porque ya están muy viejos.

¿Crees que les sorprendió que alguien de su misma edad, o quizá hasta mayor, sea responsable de todo ese ruido?

Pues eso no lo mencionaron. Llegué como un tomahawk a la escena y alboroté el lugar, así que se alteraron. Pero ahora la mayoría comienza a entender mis buenas intenciones.

Te gusta sorprender a las personas, ¿cierto? Ya sea comprando los terrenos en Lacoste o el respetado y tradicional restaurant parisino Maxim’s, para convertir su nombre en una marca; la controversia parece seguirte a todos lados.

No me asusta provocar a la gente. Necesitas sorprenderlos. Cuando una idea es buena, debe incomodar a la gente. Eso pasó con mi ropa. Cuando un diseño es bonito o decorativo, es pasivo y se convierte en una cuestión de gusto: ¿Me gusta o no? Aborrezco la frase: “Tiene buen gusto”, carece de significado. ¿A quién le importa?

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Es obvio que a ti no. Algunos en el mundo de la perfumería se molestaron hace unos años cuando colocaste tu marca PC en unas sardinas enlatadas.

¡Yo viví durante la Guerra Mundial! ¡Teníamos hambre! Es ridículo que alguien que hace perfumes no pueda tener un negocio de sardinas. No puedes vivir de perfume. Si yo quiero tener sardinas Pierre Cardine, entonces las voy a hacer.

Más o menos cuando naciste en Venecia, los futuristas italianos decían cosas como, “¡No queremos ser parte del pasado!” Parece que interiorizaste esa idea desde muy joven.

Por supuesto. Siempre me ha interesado el futuro; es parte de mi idea de moda. Tienes que recordar que cuando empecé, era la época del avant-garde.

Pero cuando llegaste a París, en 1944, eras sólo un sastre de Vichy; al poco tiempo ya estabas trabajando para la Casa Paquin y en los trajes de La Belle et le Bête [La Bella y la Bestia] de Jean Cocteau. ¿Cómo pasó esto?

Lo que yo quería era estar en el escenario, pero el primer día que llegué a París (un sábado), conocí al hombre que me presentó a Paquin. Y ese mismo lunes conocí a Christian Dior, y por medio de Paquin conocí a Cocteau. No tenía dinero para pagar clases de baile o drama, así que me conformé con la moda. Fue muy importante conocer a esas personas cuando apenas empezaba. Y los conocí a todos: Picasso, Visconti, Balenciaga…

Eras un arribista en tus veintes, pero la gente con la que salías estaba en sus cuarenta y cincuentas. ¿Cómo te volviste su amigo tan rápido?

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Trabajé duro y fueron muy generosos conmigo. Balenciaga fue una inspiración cuando regresó a París después de la guerra y comenzó a diseñar para el nuevo estilo de vida civil, pero Christian Dior fue la persona más importante para mí. En ese momento él estaba trabajando en su New Look, una verdadera revolución en el mundo de la moda, y me abrió las puertas de su casa. Si no lo hubiera hecho, hoy no sería Pierre Cardin.

No puedo ver el trabajo de Dior en el tuyo. ¿Dónde está su influencia?

¿Quieres saber la verdad? Nunca he sido influenciado por nadie. Tengo mi propio estilo y prefiero ser a quien le copien.

Tu primera gran propuesta, el Vestido Burbuja de 1954, fue considerado demasiado radical en ese momento porque distorsionaba la forma de la silueta femenina con su contorno abultado.

En ese momento me interesaba más la escultura que la moda y eso empezó a aparecer en mi trabajo. El Vestido Burbuja fue mi forma de interpretar el círculo. Me obsesiona lo redondo: representa la luna, el busto, la vida. Y regreso a ello una y otra vez porque es infinito; lo relaciono con el cosmos. La infinidad del espacio para mí es una mayor inspiración que cualquier persona.

Supongo que eso quedó claro con tu colección Cosmocorps en los sesenta, basada en los cosmonautas rusos y que intentaba predecir cómo nos vestiríamos en el futuro. ¿Pero por qué no estamos usando las chamarras sintéticas de Star Trek con cierres asimétricos y joyería pesada en 2012?

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Cosmocorps fue la forma en que yo pensaba cómo debería de ser la moda, y no necesariamente de cómo sería. Al día de hoy, siempre miro hacia el futuro. Mi trabajo es un proceso continuo de mis ideas sobre la moda, y de nadie más. Intento ser fiel a mí mismo. Intento ser Pierre Cardin.

Eres conocido como el pionero en la generación de licencias de moda y el creador de la marca de diseñador, que empezó con tu forma de comercializar perfumes y se extendió a todos los productos imaginables. ¿Te arrepientes de algo?

De absolutamente nada. Lo de vender licencias de la marca salió de mi primer show de ropa para hombre, que se presentó en Galeries Lafayette en 1960 y estaba basada en mi colección Cilindro. En ese momento, la gente buscaba el estilo en Italia y el look en Inglaterra; no había prêt-à-porter para hombre en Francia. Usé a doscientos estudiantes universitarios como modelos, lo que provocó un escándalo. Invité a compradores de todo el mundo, y todos ordenaron ropa. Ése fue el momento. La generación de licencias había comenzado, y atrás de mí venían todos. Ahora, las licencias han invertido los papeles en la moda. El poder ya no viene de alta costura. Ahora viene de la chica en la calle y lo que ella decide usar. Ella es a quien voltean a ver las mujeres hoy en día. Esto encaja con mi deseo original: democratizar la moda. Nunca entendí por qué sólo los ricos podían vestir bien. Era un ideal socialista.

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Es evidente que el éxito en los negocios es muy importante para ti. Escuché que tu negocio genera ganancias por mil millones de dólares al año, por ventas en 140 países. ¿Qué opinas de lo que dijo Andy Warhol: “Ser bueno en los negocios es el arte más fascinante que existe”?

Conocí bien a Andy Warhol; de hecho, en algún momento tuve dos Warhols en mi colección de arte moderno. ¡Lo único que puedo decir es que a Warhol siempre le fascinaron los negocios!

También desarrollaste el concepto para construir una torre fantástica en Venecia la que podrían vivir cientos de personas. Venecia. Parece algo sacado de Dubai o de alguna idea surreal. ¿En serio se va a construir?

Yo la llamo una escultura habitable, y es muy superior a cualquier cosa que puedas ver en Dubai. También he diseñado un montón de casas para el terreno que la rodea, en forma de hongos, para las personas que no quieran vivir en las alturas.

¿Hongos? ¿Cómo tu Palacio de las Burbujas [un Palais Boules estilo Star Wars que Cardin tiene en la Riviera francesa, construido sobre una base de domos de concreto café semisumergidos]? 

Sí, ¿por qué no? Es una forma orgánica, perfecta para vivir ahí. Aquí estoy, una vez más, regresando al Vestido Burbuja, al círculo. Como te dije: es la base de todos mis diseños.

Visitaste Japón por primera vez en los cincuenta y te convertiste en el primer diseñador occidental en incluir a una modelo japonesa en su pasarela, Hiroko Matsumoto. ¿Crees haber influenciado a los diseñadores japoneses de los setenta y ochenta?

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Por supuesto. Cuando llegué por primera vez, Japón empezaba de cero después de Hiroshima y la Segunda Guerra Mundial. No había moda, sólo el kimono, así que era el único diseñador, el único punto de referencia para aquellos que querían expresarse a través de la moda. Fue lo mismo en China [Cardin visitó ese país por primera vez en 1978]. Usaban uniformes de Mao o vestidos tradicionales. La inspiración para la forma de las hombreras en mis sacos la tomé de las pagodas, mientras que otros sólo copiaban los detalles del saco maoísta: el collar, las bolsas y demás.

Con tantos intereses y un horario tan apretado, ¿te cuesta trabajo encontrar algo de estabilidad en tu rutina diaria, o eso es algo que no te interesa?

Lo primero que hago en la mañana es tener una junta con mi banco, con mi propio banco, del cual soy dueño. Me encargo de todas las finanzas de la compañía. Aprendí a hacerlo cuando fui contador para la Cruz Roja durante la Segunda Guerra Mundial. Después tengo juntas con cada departamento y todo el tiempo estoy trabajando en bocetos para mis diseños, en mis ideas. Por ejemplo, así fue como diseñé una gama de radiadores. Creo que los radiadores de oficina clásicos son feos [señala un radiador clásico junto a su escritorio en su oficina]. Los que yo hice, en cincuenta versiones distintas, son muy futuristas, en rojo y azul, y mucho más emocionantes para el hogar.

¿Qué opinas de los diseñadores de moda actuales?

Usar un corsé encima de un vestido no es moda, es un disfraz, y ya hay muchos de esos; demasiada atención al “estilo”, demasiadas referencias a las películas, al pasado. Mi idea de moda es crear algo nuevo. Quizá algunas veces a la gente no le gusten los diseños, pero lo importante es ignorar las tendencias.

Eso es fácil para ti; a diferencia de todos los demás en la industria de la moda, tú todavía eres dueño de tu compañía. No hay financiamiento externo, ni inversionistas que te presionen.

Es verdad. Y recuerda: mi Casa sigue siendo comercialmente viable. Mi conclusión es que esto es el resultado de mi talento. En los cincuentas, cuando Yves Saint Laurent ascendió en la firma Dior, la gente decía: “En tres años no escucharán hablar de Cardin”. Pero como puedes ver, sigo aquí.

Paul Gorman es escritor y comentarista cultural. Su siguiente libro, Mr Freedom: Tommy Roberts. British Design Hero, será publicado por Adelita en abril. Para más información sobre Paul visita el sitio paulgormanis.com.