Estrípers y micheladas en La Lagunilla

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Estrípers y micheladas en La Lagunilla

El estríper invitó a la pista a un chico que estaba en el público. Le bailó y, finalmente, llegó el momento en el que vi el primer pene de la tarde. "Con razón lo llaman La leyenda cubana", pensé.

Fotos por Sandra Blow. Post producción por Thania Millán

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La leyenda cubana, un estríper de muy buen cuerpo y sonrisa grande, subió a la pista usando una tanga roja y un par de chaparreras del mismo color. Mientras una canción de reguetón sonaba, Idael —que es su nombre real—, invitó a la pista a un chico que estaba en el público. Lo sentó, le bailó, se la arrimó y, finalmente, llegó el momento en el que vi el primer pene de la tarde. "Vaya", pensé, "con razón lo llaman La leyenda cubana". Esa cosa era monstruosa y de un momento a otro, el chico del público tenía el pene del estríper en la boca.

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Llegué a las tres de la tarde al Diamond, un pequeño club ubicado en el barrio de La Lagunilla, en el Distrito Federal, cuya oscuridad y luces neón no permiten distinguir si afuera es de día o de noche. En la puerta, que se encuentra adornada con una bandera gay, me recibió Milán, estríper, animador y organizador del evento. Le pagué 70 pesos de cover por un show que prometía karaoke, desnudos, pelea de chocolate, water colors, micheladas y privados gratis para todos los presentes, que en su mayoría éramos chicas jóvenes y algunos hombres gay.

Me acerqué a la mesa en la que ya estaban mis amigas con una cubeta de cervezas, el reguetón sonaba en todo el lugar y el calor comenzaba a aumentar. Le pedí a los chicos permiso para tomarles una foto y me invitaron a su camerino, que era el único lugar con luz. Me rodearon por la cintura, sonrieron y después de la foto, sentí una pequeña nalgada amigable. Cuando salí escuché a uno de ellos decir: "Me doy cuenta de mi vocación de estríper porque escucho 'I belong to you' de Lenny Kravitz y automáticamente me desnudo".

Comenzaron los bailes, el alcohol empezaba a hacer efecto y el calor se elevaba conforme la tarde transcurría. En cada número se escuchaba a Milán a través del micrófono animando a las chicas con palabras como "rico" y "muévelo". En las pausas había karaoke y concursos para ganar cerveza y aunque no todos los estrípers se desnudaban por completo, la mayoría sí lo hacía. En algunos números subían a un par de chicas a bailar con ellos, a enjabonarlos, comer chocolate de su cuerpo y morder malvaviscos de la entrepierna de los bailarines.

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Cerca de las siete de la noche el pudor se perdió y se convirtió en una especie de evento de girl power. Todas nos estábamos divirtiendo, habíamos bailado con ellos y hasta la más santa estaba fuera de sí misma. Los bailarines nos habían prendido e hicieron que saliera la loba que llevamos dentro. Le gritaba a mis amigas que bailaban con ellos: "¡Muéstrale quién manda! ¡Enséñale quién es la patrona!", cosa que terminó siendo un desahogó sobre todo lo que nos gritan en la calle como mujeres. Además de que el alcohol ayudó bastante.

El número final, por supuesto, fue a cargo de Milán, quién se desnudo por completo, se llenó de pintura y bailó con casi todas las chicas. Los demás estrípers estaban en el club platicando con la gente, bailaban de vez en cuando abajo de la pista y siempre fueron amables. Después del último número, decidí acercarme a platicar con ellos.

VICE: ¿Por qué decidieron ser estrípers?
Kevin: Lo hacemos por gusto. Nos gusta la música, nos gusta bailar y que nos vean. Queremos que la gente disfrute y se divierta con lo que hacemos. Es una aventura atreverse a hacer esto frente a tanta gente, dejar que te toquen, desnudarte por completo, perder el miedo y la pena, tener confianza en ti mismo, salir, bailar y simplemente divertirte.
Cristian: Queremos que la gente pase un buen rato y se vayan felices después del show.
Héctor: Buscamos que se dejen llevar, que saquen ese lado perverso que las hace olvidarse de todo y vivir el momento perfecto.

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¿Cuánto tiempo tienen haciendo esto?
Beto: Tenemos dos años en este ambiente, pero empezamos como GOGOS, bailando y siendo animadores en diferentes antros. Con el tiempo ganamos experiencia y decidimos dar el siguiente paso: ser estrípers y hacer diferentes tipos de shows y eventos sin importar el tipo de sexo de quién requiera nuestros servicios. De hecho, este evento, en particular, es especial porque no lo hacemos semanal, ni mensualmente, porque a pesar de que somos heterosexuales, la mayor parte del tiempo trabajamos en diferentes antros gays en Garibaldí.

¿Por qué?
Beto: Ahí nos va mejor porque a los hombres les gusta más divertirse así.

¿Qué es lo más raro que les ha sucedido?
Idael: Creo que lo más común es cuando algunas parejas de lesbianas solicitan nuestros servicios para hacer tríos y cumplir fantasías.

¿Cómo es la vida de un estríper?
Milan: Mucha gente cree que salir a bailar es muy fácil, que sólo se trata de tener buen cuerpo y subirse a moverlo, pero lo que no saben es que pasamos horas en el gym para llamar la atención cuando subimos al escenario, cuidamos nuestra alimentación, invertimos mucho dinero en nuestros vestuarios y nos desvelamos mucho. No es fácil salir a bailar con una sonrisa enfrente de mucha gente, no cualquiera tiene la facilidad de moverse bien y no cualquiera sabe cómo motivar y hacer pasar un buen rato a tantos espectadores. Por supuesto, como todo trabajo tiene sus desventajas.

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¿Cuáles son las desventajas?
Milan: La desventaja de ser estríper, para muchos, es que en cuestiones del amor es muy difícil encontrar a una mujer que diga: "No me importa que bailes, yo quiero estar contigo tal y como eres". Para ellas es atractivo saber que somos estrípers, pero para tener una relación es lo contrario porque su pensamiento les dice mil cosas. Ser estríper, para muchas mujeres, es ser mujeriego, tener sexo con muchas chicas, no saber respetar una relación de pareja y no tener tiempo. Eso sí, no lo voy a negar, hay momentos donde todo lo anterior es cierto, pero el error de casi todas es pensar que todos somos así, entonces ahí entra una gran pregunta que muchos estrípers nos hacemos: ¿Existe el amor para nosotros? ¿Nos podemos enamorar de alguien a quién le bailamos? En lo personal, yo he tenido muchos problemas en el amor debido a mi trabajo. Ahora te hago la pregunta, después de saber un poco de nuestro trabajo, ¿andarías con un estríper?

No supe qué responder. Imagino que después de todo, el baile y los pitos al aire no serían atractivos para tener una relación forma. Después de unas risas nerviosas y tontas, agradecí su tiempo y esfuerzo, y me despedí de ellos con un abrazo. No sólo salí del lugar bastante borracha y un poco manoseada siendo apenas las nueve de la noche, hora en la que el evento se dio por concluido, sino que en realidad pasé uno de los mejores días de mi vida. Es increíble poder contar con un espacio de desahogo y buena onda como el que proporcionan mis nuevos amigos, los estrípers.