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La pura puntita

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Uriel tiene la voz ronca, varonil, pero también delicada. Canta fuerte, a pesar de ser delgado. Me gusta mucho su pelo y sus ojos, y un diente que tiene torcido cerca de la comisura del labio. Se viste rockero porque es un rebelde tierno. Es perfecto.

A Ana la conocemos de la fiesta dura y la pura buena onda. Y resulta que por ahí está planeando un librito de cuentos, así que la convencimos de que nos enviara uno para La Pura Puntita y nos encantó lo que nos mandó. Así que acá les traemos uno de sus relatitos, a ver si con esto la convencemos de que se anime a publicar el libro de una vez por todas.

Me acuerdo perfecto de él cuando salía en un comercial de unos chocolates que mordías y tenían relleno de colores. El que adivinaba el color del relleno pedía un deseo. Salían él y otro actor güero. Antes de morder el chocolate pasaba una muchacha guapa y ellos la veían. El güero adivinaba el color y Uriel se quedaba sentado, triste. “¿Qué tan dulce es tu destino?”, y se acababa el comercial. Yo comía esos chocolates por el comercial. Ni siquiera me gustaban. Salía también en las novelas. De las que pasan a las 6 de la tarde y son de un sólo capítulo. Venden esas series por temporadas y yo las compraba y veía sus capítulos una y otra vez. Él actúa muy bien. Llora muy bien y es muy enfático. Me gusta mucho su cuerpo y lo musical de su voz y sus movimientos. Mi mamá dice que es maricón. A mí no me importa.

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Buscando fotos suyas conocí a unas chavas en una página de internet. Era un foro de estrellas de telenovelas. Había salas de conversación por artista y por novela. Yo subí fotos de él al foro de Cántame una canción, una teleserie en dónde él salió una vez. Me comentaron mucho. Había como 6 chavas que lo conocían y nos hicimos amigas. Recorté y escaneé todo lo que las revistas de novelas publicaban de él. Me enseñé a editarlas en la computadora para subirlas al foro. Cada foto que estaba en internet estaba también en mi pared. Hasta las más chiquitas.

Cuando Uriel sacó su disco decidimos hacer entonces un foro nada más de él. El foro era como mi trabajo. Yo siempre era la más activa y me volvieron administrador. Todo era para promover su disco: Soñador. También así se llamaba el primer sencillo. Era pop, pero tenía baladas rancheras.

“Yo que fui cobarde y no me atreví  Hoy te veo volando desde que amanecí Hoy soy soñador De tus dulces labios, de tu cintura Hoy soy soñador De volverte a ver y decirte mía”

Uriel tiene la voz ronca, varonil, pero también delicada. Canta fuerte, a pesar de ser delgado. Físicamente también es fuerte. Siempre se ven sus pectorales duros a través de su playera. Siempre se viste con pantalones muy apretados. Está muy guapo. Me gusta mucho su pelo y sus ojos, y un diente que tiene torcido cerca de la comisura del labio. Se viste rockero porque es un rebelde tierno. Es perfecto.

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 Casi nadie se enteró de su debut como cantautor. Él colaboró en escribir tres canciones. Nadie nunca ha hecho un disco así, suena a nuevo. Es fresco y juvenil cómo dijo Tv y Notas. En los agradecimientos de su disco dice: “A mis papás, a mis abuelos, a todos los que hacen que esto sea posible”. Es buena persona. Yo sabía que hablaba de mí, de nosotras. Yo compré, con mi dinero, 50 de sus discos y los regalaba. Todos los días hablaba por lo menos diez veces a diferentes estaciones a pedir Soñador en el radio. Ya me reconocían la voz. A veces me daba pena y me cambiaba el nombre. No pegó nunca la canción. Yo culpaba mucho a las demás del foro. Nunca le echaron ganas. Son medio estúpidas.

El foro se me hizo poca cosa y mejor hicimos una página de internet. Y un día el puso en su Twitter: “Chequen a mis soñadoras!!” y una liga a la página. Él sabía muy bien quién era yo. Yo ahí sentí que nos enamoramos.

Todo el día lo sentía. A veces el tuiteaba cosas que yo sabía que eran para mí. Señales para que nos viéramos. Una vez él me mandó un mensaje por un sueño. Soñé que iba a un concierto suyo y él me llamaba de entre toda la gente a subir. Porque yo era a la única que conocía. Me tocaba la cintura. Me veía a la cara y me decía “Nos amamos”. Las caras muy cerca, la boca le olía a canela, su mano en mi cintura. Y todas se ponían muy celosas.

Teníamos que vernos. Tenía que pasar enfrente de él y que me reconociera de todos lados, que me dijera cuánto me amaba. Antes lo había visto en un concierto que dio una emisora de radio, desde muy lejos. Yo creo que él no me vio. También quería verlo de muy cerca, verle el diente, compararlo con sus fotos, verle los pantalones apretados. Dejé de hacer muchas cosas para poder saber qué hacía y en dónde nos íbamos a ver. Mis papás un día se asustaron y me encerraron, me acompañaron a la escuela para que no me fuera a otro lado, pero se les olvidó muy pronto. Yo sabía que él vivía en Tlalpan y a veces me iba a buscarlo, aunque Tlalpan es muy grande. Cada día era más difícil saber qué hacía. No publicaban nada de él en ningún lado. Él casi no tuiteaba. Yo me iba a Televisa a esperarlo y nunca lo vi. Me iba en horas de clases o a las diez de la noche. Es que no me sabía sus horarios.

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Dejé de soñar con él, yo sabía que eso quería decir algo. Hasta que llegó el día. Teresa, del foro, me dijo: “Uriel va a salir en un programa de concursos ¿vamos?” Y fuimos. Era a las 4 pm, yo sabía que teníamos que ir antes porque a esas cosas va mucha gente a hacer los aplausos y todo eso. Le dije que nos fuéramos a las seis de la mañana, antes del tráfico, pero ella no quiso faltar a clases. Qué me importaban las clases. Yo me salí a las cinco. Llegué a las 6:30 porque di una vuelta para pasar por Tlalpan.

Nos íbamos a ver. Había muchas filas de gente que llenaban la entrada y pronto se vaciaban. A la una llegó Teresa con cartulinas, fotos y plumones para hacer pósters. Yo no quise hacer eso. Después de mucho tiempo de esperar, los guardias de seguridad nos dijeron que ese programa no tenía público en vivo. ¿Y yo qué iba a hacer? Me tiré al piso, no podía creerlo. Me vieron desde la mañana ¿por qué no dijeron nada? Yo quería cortarle la garganta a los guardias, matarlos a todos. Pero me vieron muy mal y creo que alguien me reconoció de la página y nos dejaron pasar.

Teresa chillaba, hablaba de la página. “¡URI, URI!” Yo ya no pensaba. Todo me olía a canela, la mano en la cintura, los pasos, las señales, las letras de las canciones. Entonces llegamos al camerino. Todos le hablaban como si fuera la poca cosa. Yo sentía el corazón pegado a los ojos, el pecho hundido. Lo vi a unos metros. Le vi la espalda, una camisa azul con rosas, calaveras y pedrería bordadas. Cada paso que daba un zumbido en la orejas, escuchando el flujo de sangre ir a mi cara. Escuché su voz más alto que todo. Volteó a vernos. ¿Cuántos colores puede tener un par de ojos? No me vio a mí sino a Teresa, por su escándalo. Teresa tan vulgar con toda la cara del lobo de las caricaturas que le chiflaba a la chica guapa pelirroja. “¡URI, URI, URI!” Los ojos afuera de sus órbitas, con cara de querer babearlo, de perra enfrente de un pedazo de carne. Maldita idiota, respirándole todo el aire. Uriel sonreía porque no podía escuchar con los gritos de la maldita loca lo que yo estaba pensando.

Y entonces el colmo. Y yo ya no pude más. Teresa corrió a abrazarlo y hasta lloraba, la falsa asquerosa. ¿Con qué maldito derecho? Y me le aventé, le clavé las uñas a los ojos le mordí la cabeza, le pegué con los puños, lo más fuerte que pude, le estrellé la cara contra el piso. Con toda la furia de mi amor y con todas mis fuerzas. Fue todo muy rápido. Tenía que proteger a Uriel de esa maldita vampira corriente. Pero me sacaron, nadie entendía aunque se los explicaba una y otra vez. Me sacaron y vino mi papá por mí. A él ya no le expliqué nada. Ahora me encierran mucho más seguido y Uriel todavía no me da las gracias.

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