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Cultură

Fumar mota es muy divertido pero tenemos que aceptar que hace daño

El comportamiento paranoide empezó a ser normal para mí. Lo consideraba el precio justo por el buen rato que pasaba fumando mota con mis amigos.

Foto por Jake Lewis.

El año pasado —antes de que la cerveza, el ron caliente y las drogas de mala calidad desviaran mi consciencia de todo lo que me rodeaba—, vi a unos chicos dándose un toque en el carnaval de Nothing Hill. Cada que percibo el aroma de un porro, mi mente se llena de recuerdos divertidos de mi adolescencia y de mi primeros años como adulto que no puedo unir de forma coherente.

De inmediato me dieron una ganas increíbles de fumar pero también recordé que hacerlo sería una pésima idea. Sabía que los chicos con tenis Nike frente a mí se convertirían en un caleidoscopio de demonios lampiños con rosarios color neón y globos de helio que transformarían las calles de Londres en algo similar a la ciudad de los duendes de la película El Laberinto.

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Una vez más, comencé a pensar en el legado (a veces agradable, a menudo preocupante y en su mayoría confuso) que me dejó la mariguana. Fumar mota es muy divertido, pero tenemos que aceptar que en cantidades excesivas puede hacernos daño.

La primera vez que fumé no fue nada especial, en realidad lo hacía seguido con mis amigos cuando teníamos 16. Y con "seguido" no me refiero a una que otra vez, sino a que era lo único que hacíamos. Todos los días saliendo de la escuela nos íbamos al parque, no nos trepábamos a un árbol (si teníamos energía) y fumábamos un poco. Estoy seguro de que muchos de ustedes pasaron por lo mismo.

A veces fumábamos mota de muy mala calidad y terminábamos con la ropa quemada por los pedacitos que se caían; otras veces fumábamos de la mota que parecía arbusto, de esa que tenías que fumar mucha para que te pegue. Pero en general fumábamos de la mariguana que, según nuestros padres, es mucho más potente que la de su época. Y es cierto: es más o menos cinco veces más potente que esos palitos tailandeses que te venden envueltos en un cordón rojo.

No todos tienen las mismas experiencias con la mariguana. La evidencia más contundente de esta amplia gama de experiencias es el gran número de estudios contradictorios que demuestran que el cannabis causa esquizofrenia o aquellos que demuestran lo contrario. La mariguana funciona para algunos y no para otros. Aunque debo aceptar que me inclino más hacia el bando de aquellos a los que sí les funciona.

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La mayoría los fumadores ávidos que conozco dicen que la fuman con frecuencia y siguen con sus vidas sin sentirse flojos, paranoicos o ansiosos. Si los cuestiono un poco más, admiten que no siempre es así; que a veces experimentan más ansiedad o paranoia social a la mañana siguiente de haber fumado en comparación con cómo se sienten a la mañana siguiente de un día sin mariguana. También creen que su consumo frecuente de mariguana tuvo algo que ver con su transición de ser un chico sociable de 15 años de edad a ser un adulto introvertido de 25 años de edad.

Claro, todo esto es cualitativo. Estos datos no están documentados, no se les ha dado seguimiento, no están comprobados en términos médicos y no cuentan con ninguna de las cosas necesarias para convencer a los más escépticos. No obstante, absolutamente todas las personas con las que he compartido esta opinión me han dicho que piensan lo mismo pero que prefieren mantener las apariencias frente a sus amigos.

Foto por Jake Lewis.

Ahora que recuerdo, yo era uno de esos chicos. Vivía cerca de la casa de un amigo y cada que fumábamos (que, por cierto, era muy seguido), me quedaba a dormir en su casa porque la idea de tener que caminar y tomar un autobús en la noche era demasiado para mi cerebro aturdido. Sabía que iba a sobrevivir pero no iba a ser capaz de lidiar con el estrés de preguntarme si cada persona que pasara junto a mí era o no un completo lunático dispuesto a golpearme y robar mi Nokia.

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Por muchos años, seguí fumando y disfrutándolo a medias (o eso creía) hasta que tenía que salir del lugar donde estuviera, lo que significaba que debía prepararme para enfrentar a los degenerados sedientos de sangre que me esperaban en el mundo exterior. El comportamiento paranoide empezó a ser normal para mí. Lo consideraba el precio justo por el buen rato que pasaba fumando mota con mis amigos.

Aún me pregunto si la yerba hacía que me comportara y pensara de cierta forma o solo era mi personalidad en esa época. En mi opinión, fumar mariguana empeora los pensamientos negativos que ya tenemos, y ahora que lo pienso, solía ser un chico muy ansioso. Entonces, dado que era muy propenso a la ansiedad y al nerviosismo, fumar mota era una muy mala idea. Pero creía que tenía que hacerlo. ¿Cómo podía negarme a una edad en la que encajar era más importante que mi propia salud mental?

De hecho, cuando me entero de que alguno de mis conocidos experimentaron algún tipo de psicosis provocada por las drogas, no me sorprende en lo absoluto. Sólo encojo los hombros y trato de recordar cómo eran de jóvenes. ¿Siempre fueron raros, o será que la mota los dañó por completo?

Supongo que corrí con suerte y pude dejar la mariguana antes de que me hiciera daño. Sospecho que muchos sólo fuman cuando están preocupados y no aceptan que los momentos de paranoia y ansiedad son reales.

No estoy en contra de las drogas ni nada por el estilo ni juzgo a las personas que fuman mariguana. Tampoco insinúo que el cannabis es malo (todos sabemos que tiene un gran numero de beneficios medicinales que merecen su propia columna de artículos) o que no es posible seguir fumando mota a la edad de 80 años sin presentar algún síntoma negativo.

Lo que quiero decir es que, si fumas mucha mota y empiezas a sentir paranoia o ansiedad, lo mejor sería dejar de fumar tanto. O al menos aceptar que lo que sientes es real en vez de descartarlo y preparar otro bong porque, créeme, a la larga tu cerebro te lo va a agradecer.

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