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‘Gears of War’ está en primer lugar de las listas y sí, deberías volverlo a jugar

Y cuando lo hagas, te va a pegar, vas a sentir la misma emoción que sentiste la primera vez.

Un Locust Corpser saliendo a saludar (todas las capturas de pantalla de la versión para Xbox One).

Tus ojos no te engañan, y sí, ya estamos en 2015. Y en este momento, Gears of War es el videojuego más vendido en Reino Unido. El mismo Gears of War que salió en 2006 e hizo que todos quisiéramos un Xbox 360. Hace nueve años.

OK, tal vez no es el mismo Gears —la versión actual es una "Ultimate Edition" exclusiva para Xbox One (por ahora) y utiliza la nueva y mejorada potencia de la nueva generación de consolas para generar 60 cuadros por segundo, los gráficos tienen más brillo (aunque sigue siento muy gris, como si eso fuera a cambiar), a una resolución de 1080p. Los malos, los Locust, fruncen el ceño y rugen más fuerte que nunca y lo héroes fornidos y esculturales del Delta Squad, liderados por el idiota de Marcus Fenix, son modelos del machismo caricaturesco hermosamente creados que parecen más superestrellas de la WWE con licencia para matar que carne procesada en armadura. Los controles se ajustaron y la dificultad del juego aumentó —mi memoria es confusa pero no recuerdo que Marcus muriera tan fácilmente en el original—. O tal vez solo jugaba mejor en esa época.

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'Gears of War: Ultimate Edition', tráiler de lanzamiento con la canción Mad World.

Pero la historia sigue siendo la misma, el juego no cambió nada. Cuando salió, Gears en serio me llamó. Me dijo: "Mike, soy brillante, mucho mejor que Too Human y deberías jugarme hasta que te sangren los putos dedos". Y lo hice, y sí era mejor. Tenía poco de haber comprado mi Xbox 360 y apenas le estaba empezando a agarrar la onda a esa nueva generación de consolas. Los shooters en tercera persona no eran nada nuevo en 2006, ni los juegos con protagonistas mamados con armas peleando contra extraterrestres que parecen crustáceos, pero lo que hizo Gears fue perfeccionar, solidificar sentar las bases para las nuevas características del modo de juego que ahora son tan comunes.

Esta campaña —totalmente lineal, sacada de Hollywood pero que a nadie le molesta— de las probabilidades tan bajas de superar a los extraterrestres con un equipo pequeño de figuras de acción con huesos anchos y maxilares imposibles: hecho. La mecánica de apegarse a la cubierta donde los personajes no se separan de las paredes que les llegan a la cintura y solo se mueven para sacar la mira de los rifles por encima del bloque de concreto que separa la vida bendita de la muerte sangrienta y meterle una bala en la cabeza a los enemigos: hecho. Un elemento emocional inesperado que surge cuando cesa el fuego, las tropas caídas de la oposición desaparecen del campo de batalla y solo dejan manchas de sangre como huella de su alma destrozada: hecho, justo en las fibras sensibles de los gamers. Gears of War logró estás tres cosas y más, y las elevó al nivel de poesía increíblemente violenta en movimiento.

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Y la única adición en la característica de recarga activa fue como la cereza en el pastel con dientes rotos y pólvora. En teoría es simple: se recarga presionando el botón RB una sola vez y luego otra cuando el marcador pequeño se mueve al área señalada abajo del estatus de tu arma. Si lo haces bien, recibes un bono de daño. Si lo haces mal, tu arma se atasca, Fenix empieza a insultarla, la golpea y la hace funcionar. Cuando no estás en combate siempre te sale bien. Pero en medio de una pelea, hasta un profesional podría perder su tiempo récord bajo una lluvia de balas con tu nombre escrito en ellas.

Corriendo de un Brumak, porque, pues, véanlo.

El otro día empecé a jugar la Ultimate Edition y sus ganchos ya se habían clavado muy profundo. Es entretenimiento puro y grandioso desde el principio que rara vez se detiene, insaciable en su hambre de destrucción. Los edificios se doblan y colapsan a tu alrededor; el enemigo sale de hoyos en la tierra que aparecen en todo momento.

Bestias gigantescas que apoyan al peso pesado de los Locust: Brumaks que llenan completamente la pantalla, pesadillas del tamaño de un tiranosaurio que llevan lanzacohetes, mientras que los Corpsers son terrores gigantescos en forma de araña que excavan por debajo de las ciudades humanas y salen a la superficie para masacrar a sus presas acompañados de enjambres de pequeños brazos drones que absorben las balas como esponjas. Esto es terror de supervivencia impulsado por bebidas energéticas del mercado negro elaboradas con temperaturas no tan legales y un arsenal para rivalizar con el de una nación de tamaño medio que quiere ponerle fin a Occidente. Es el juego de acción y aventura con más adrenalina de toda su época, sumergido en el tipo de simbolismo inquietante que se derrama de las páginas de una novela de Clive Barker. Es imposible apartar la mirada de él. Es repugnante. Es fantástico.

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Y todo gracias al mismo motor, Unreal 3, con el que se hizo el Gears original, solo que esta es una versión bastante mejorada. Por eso no resalta a la vista como lo harían los nuevos juegos de ese estilo. Pero no es juego feo, si omitimos la paleta de colores poco clara. Lo que antes brillaba en la tierra ahora reluce tanto que se puede ver desde el espacio.

Cuenta con miles de activos remasterizados. Terminar el proyecto le llevó a los desarrolladores unos 18 meses. Los fotogramas se ven bien y es aun mejor cuando vas corriendo a través de los cuellos de botella, con la artillería de Locust lloviendo alrededor, tu equipo siguiéndote, gritando diálogos que nunca llegan a hartar a pesar de no ser muy brillantes. Sabes a qué parte me refiero, cuando Marcus saca el cráneo de un gusano, hace la recarga perfecta y luego voltea su motosierra de Lancer a otro monstruo de la horda Locust cuando estaba a punto de derribarlo. Cuando hago todas esas cosas, las explosiones nunca se vuelven tediosas. Todo es parte de la suntuosa banda sonora de este juego lleno de violencia gloriosamente grotesca.


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Pero seguro ya sabes todo esto. La primera vez que salió Gears of War vendió varios millones y por un rato fue el juego más popular del multijugador en línea en Xbox Live. (Nota: yo todavía no he jugado la Ultimate Edition en línea.) Puede que no tengas muchas ganas de retomar algo que ya conoces por todos los avances que nos han ofrecido. Los juegos ya cambiaron. Ahora cuentan mejores historias, con matices más conmovedores. Seamos honestos, el combate no siempre es así de básico. En Gears, todo lo que hay que hacer es disparar balas suficientes para derribar a un objetivo, el que sea, y se volvería tedioso si no hubiera toda esa sangre alrededor; e incluso la propia serie de Gears ha cambiado de tono, paso de ser una guerra constante contra extraterrestres a ser algo mucho más siniestro, a juzgar por el modo de juego de Gears of War 4 que anunciaron a principios de año. Y aún así, esta reliquia, este recordatorio viejo y oxidado de cómo eran los juegos más exitosos de taquilla de antaño, todavía es suficiente para levantar el ánimo.

Tal vez no tengas ganas de volver a jugar Gears pero deberías hacerlo porque demuestra lo lejos que ha llegado el entretenimiento en tan poco tiempo, en el lapso de una sola generación de consolas, y cómo los clásicos nunca pasan de moda —no cuando impusieron una moda tan extendida—. Y cuando lo hagas, te va a pegar, vas a sentir la misma emoción que sentiste la primera vez. Si parpadeas te van a hacer pedazos. No dejes de moverte porque los monstruos y los fantasmas y los insectos incendiarios de este mundo a punto de colapsar te van a rodear y harán que pierdas toda esperanza. Y sube el volumen porque esta cosa es como una sinfonía para la era de los videojuegos.

Y si por alguna razón vas a jugar Gears por primera vez en 2015, bienvenido a Delta, soldado. Un consejo: nunca te acerques mucho a Carmine, y cúbrete o muere. Ahora sal y derrota a un Boomer antes de que te convierta en pasta de persona.

Gears of War: Ultimate Edition ya está disponible para Xbox One y pronto saldrá la versión para PC.

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