Grandeza, travestismo y decadencia en Okinawa

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Grandeza, travestismo y decadencia en Okinawa

En Japón el sexo no solía ser un tema tabú, pero ahora es como la mariguana: está prohibida pero todos la fuman. Ryuichi Ishikawa nos muestra el sexo en Okinawa no como un tema sociológico y político, sino como una parte más de la vida de la gente.

Los jóvenes de Okinawa no parecen ser tan diferentes del resto de los japoneses. Los okinawenses imitan a aquellos de las grandes metrópolis niponas. Inconscientemente los admiran un poco más, pero también les tienen un poco de odio y rencor. Aman el alcohol y a las mujeres. Con ayuda del internet han formado varios grupos y comunidades. Reciben su inspiración de diversos elementos y hoy en día es más fácil para ellos conocerse debido a sus intereses en común.

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Todos quieren ir a Tokio o a las grandes ciudades pero, después de algunos años allá, siempre regresan a casa, a pesar de que aquí la gente no tiene poder de decisión. Todo lo impone Tokio. Por ejemplo, si en Okinawa nos oponemos a la instalación de una base militar estadunidense, nuestra opinión es ignorada. Cuando veo a los gitanos franceses me recuerdan a los habitantes de Okinawa de hace dos generaciones. Después de la guerra, éstos tuvieron que reconstruir sus casas con escombros. Todo fue destruido y hubo muchísimas muertes. Japón había decidido sacrificar a Okinawa para que no hubiera tantos daños en el resto del país. Hoy en día aún hay bombas en el suelo.

La historia de la isla es complicada. Hace 150 años pertenecía al Reino de Ryūkyū. Posteriormente fue conquistada por Japón. Después de la Segunda Guerra Mundial, los estadunidenses ocuparon Okinawa hasta 1972. En ese año se volvió parte del territorio japonés.

Hoy en día es la ciudad con las tasas de suicidio y de desempleo más altas del país. No hay posibilidad de ascender socialmente, la economía está estancada, todo lo está, y la gente ya no piensa en su futuro. Aquellos que no pueden soportarlo se vuelven artistas. Hay muy buenos artistas aquí.

Para estas fotos me encontré con personas al azar mientras deambulaba por la ciudad. Mi trabajo en Okinawa está compuesto por dos series: las fotografías instantáneas y los retratos. Para las instantáneas me encontré con gente y lugares al azar y les tomé la foto al momento. Para los retratos establecí un lazo con mis modelos. A veces salgo con algunos y suelo visitarlos en sus casas. Sin embargo, la mayor parte del tiempo los retrato en su contexto o me los encuentro y les pido que no se muevan, que se queden donde están.

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Lo que quiero no es hacer un trabajo sociológico o un testimonio de las condiciones de la gente de Okinawa. Cuando tomo fotos, lo hago de manera instintiva. Por tanto, mis preocupaciones son más estéticas que sociales. Reflexiono sobre las formas, los colores… Pero cuando tomas fotos de manera honesta, cuando tu enfoque es sincero, naturalmente aparecerá el carácter sociológico o político en ellas.

Mucho de mi trabajo tiene al sexo como tema. Es un dominio inevitable cuando uno se interesa en la vida de los humanos. Su intimidad me interesa más que su apariencia y sus acciones en público.

En Japón el sexo no es un tema tabú. Es algo bastante abierto. No obstante, ya que sufrimos una gran influencia estadunidense, el puritanismo también fue importado. Anteriormente había prácticas que hoy en día son inimaginables, como el yobai: las jovencitas dejaban un indicio —una puerta entreabierta o una señal en ella— para que quien fuera pudiera entrar y hacerle el amor. La homosexualidad también estaba más presente y era más aceptada. Sin embargo, aun cuando el matrimonio homosexual está prohibido en Japón, hay numerosos movimientos LGBT.

Varias veces tuve que someterme a la censura. Aquí está prohibido mostrar los genitales de una mujer o una penetración. La representación del sexo en Japón es como la mariguana: está prohibida pero todos la fuman. Es demasiado hipócrita.