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Jugar ‘FIFA’ ayuda a los hombres a lidiar con sus sentimientos

Entre todo ese flujo de emociones, tus pensamiento se aclaran; mientras metes tres coles con Neymar, ordenas todos tus asuntos personales de mierda en piloto automático.

Paul Gascoigne llora en compañía de su compañero de equipo Gary Lineker en la Copa Mundial FIFA 1990 (captura de pantalla vía YouTube).

Son como las 11 de la noche y tu amigo llega a tu puerta con todas sus cosas en una bolsa de viaje de depresión. Está lloviendo y trae puesta toda la ropa extra posible que pudo. Es triste. Lo dejaron y ves su cara llena de manchas y sus ojos rojos e hinchados y sabes que lo único que quiere es que le pases una botella de cerveza y digas "¿Quieres jugar FIFA?", con una voz agradable y firme. Siempre va a decir que sí.

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La mayoría de los hombres no saben qué hacer con sus sentimientos. O los reprimen hasta el punto de extinción o solo se quedan ahí, quietos, dóciles y toscos, como un montón de sinapsis inútiles atrapadas dentro de la cabeza como una pelota de frijoles cerebral. Esta falta de capacidad para organizarnos significa que cuando las emociones por fin deciden salir, están atrapadas, son raras y dan miedo. Son representaciones abrumadoras e impresionistas de los sentimientos humanos vomitadas sin un proceso de pensamiento, en especial cuando se trata de hablar con nuestros amigos.

Un saludo bien merecido a todos los lugares seguros de Twitter y a los seres queridos que tratan de ayudar a su hombre/niño idiota pero, la verdad, aún nos falta mucho por recorrer. No saber cómo aceptar nuestras emociones no solo es malo para todos los involucrados, también puede ser muy peligroso. Y para millones de hombres, quién sabe por qué, es cuando entra FIFA.


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Por suerte, para mí, FIFA siempre ha sido una zona de cotorreo donde nunca ha habido regaños ni el racismo casual que usualmente se asocia con el juego y sus jugadores. Además, siempre ha sido un lugar donde me siento hablando sobre mis sentimientos con mis amigos. Para empezar, es donde mis amigos se formaron: aprender a responder a la pregunta "¿Pro Evolution o FIFA?" es una formula que ha funcionado mejor que cualquier algoritmo para esquivar a todos los idiotas aburridos que se te ocurran.

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Mi adolescencia consistía en dos cosas: aislamiento y futbol. Como me cambié de ciudad cuando tenía 11 años de edad, me sentía perdido. Cambiar la comodidad caótica de vivir en la ciudad por la banalidad de los suburbios llenos de árboles me hizo sentir como que no encajaba. En mi casa anterior, simplemente habría salido a tocar en las casas de alrededor para reunir amigos suficientes y echar una reta pero en mi nueva casa era algo impensable. Mis prospectos de amigos me veían sorprendidos, con la boca abierta, como si estuviera loco por atreverme a hablarle a alguien que no conocía. Cuando la cantidad de niños que se negaron a jugar conmigo ascendió a una cifra de dos números, empecé a encerrarme en mi concha y aprendí a disfrutarlo mucho. De hecho, gracias a eso me volví muy bueno en FIFA.

Y cuando me volví muy bueno, las cosas empezaron a cambiar. Aún tenía que participar en conversaciones cuando no estaba invitado pero hablar sobre mi habilidad para meter, cito, "goles de contraataque con Martins y Adriano en FIFA 2005 ", parecía ser suficiente. Cuando descubrí que podía respaldarlo, se volvió el empate perfecto, lo que me unió al grupo exclusivo a la hora del almuerzo. Estaban los chicos cool que fumaban y dedeaban a las chicas en el parque y nosotros, juntos hasta el final. Mi estatus social no importaba siempre y cuando fuera muy bueno con el Inter de Milán.

David Beckham llora cuando deja el campo durante su ultima aparición profesional (captura de pantalla vía YouTube).

En esta época confusa llamada adultez, FIFA sigue siento mi zona de confort, libre de pensamientos, donde se pueden compartir sentimientos sin rodeos entre ceros y unos en la pantalla sin que se vuelva "demasiado real". Donde fijas los ojos en la pantalla mientras lo que dices se transmite directamente de tu mente inconsciente que se tranquilizó poco a poco hasta llegar a un estado de meditación gracias al ciclo infinito de un cliché presentado por el equipo de Martin Tyler/Alan Smith. Alcanzas tu zen mientras dribleas hacia el gol con Andrés Iniesta. Después de eso, puedes decir lo que sea. Di lo que piensas. Eres libre.

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Casi todos mis logros profesionales han sido gracias a los bares, y casi todas las pláticas profundas que he tenido con mis amigos han salido a partir de un partido de FIFA. Lo que los hombres —que tratan de "dejar los sentimientos fuera de eso" y de "aguantarse como los machos"— necesitan para actuar como seres humanos funcionales está disfrazado de empates en el último minuto y pláticas a mitad del partido. Aunque probablemente haya una pausa oportuna o un gritón pasivoagresivo que ayude a llegar al meollo del asunto, el juego y la conversación casi siempre fluyen solos. Además, la duración del juego parece ser perfecta para una pequeña explosión de LA DURA VERDAD.

Es mejor así. A menos que seas un sociópata que modifica la configuración del juego, normalmente te espera un juego de más o menos 15 minutos. Estar atrapado en una conversación seria por más de ese tiempo haría que cualquiera quisiera sacarse un ojo con un tenedor, y el medio tiempo le agrega ese descanso tan necesario. Ese descanso de medio tiempo es el "A la mierda, voy a salir a fumar", cuando las cosas se complican demasiado. Qué bueno que existe.

Tras una cerveza y un partido de Chelsea vs. Barcelona, por fin tienes el valor de hablar sobre tus penas y compartir lo que piensas. Entre todo ese flujo de emociones, tus pensamiento se aclaran; mientras metes tres coles con Neymar, ordenas todos tus asuntos personales de mierda en piloto automático. Es hermoso. Hablas con tu amigo sobre cómo se conocieron y por qué se hicieron amigos. Cómo empezó todo el problema y qué necesitas para resolverlo. Lo arreglas. Es la clase de cosa que usualmente intentas cuando estás borracho, abrazas a tu amigo y balbuceas "Te pinches amo, amigo", en su oído, sólo que mejor: un lubricante cognitivo más barato con el que no corres el riesgo de comerte unos tacos asquerosos camino a casa.

"¿La revancha?", es todo lo que necesitas escuchar para recuperarte.

@SamDiss