TRANS: Kristian Prestley: “nací niña, punto”

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TRANS: Kristian Prestley: “nací niña, punto”

"Me preguntaba: '¿por qué soy diferente?', '¿qué pasa en mí?' En ese tiempo el tabú estaba peor. La homosexualidad se tapaba. Pero, insisto, yo no era gay, sino niña. De trans ni se hablaba".

Fotos por María Fernanda Molins.

"Yo era un niño", dice y duda, "o un niño-ñiña, más bien, pues siempre fui muy femenina. Hija única, nunca me gustaron los juegos toscos y me atraían los niños. Era una niña. Punto", cuenta Kristian Prestley.

Son antes de las diez de la noche de este 15 de septiembre, en un tugurio oscuro y vacío en Eje Central, en el centro de la Ciudad de México y Kristian comprueba que las más de tres décadas dedicadas a imitar a personajes del espectáculo han valido la pena: nada parece intimidarla en la pista del bar Secret, a donde los clientes arribarán en pocas horas, cuando de manera oficial comiencen los festejos septembrinos con motivo del aniversario 106 de la Independencia. Y Kristian estará aquí, como otras cientos de noches, rodeada de luces neón, con un ajustado vestido, abundante maquillaje y un propósito añejo: divertir a los capitalinos que extienden sus borracheras hasta el amanecer.

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En esta ocasión, para la sesión fotográfica, Kristian lleva unos pantalones de mezclilla ajustados, tenis y una blusa estilo campesina de colores azul y rosa. "Para variarle un poco, ¿no? Siempre es lo mismo: el vestido. Hay que arriesgar", suelta la delgada mujer trans que, a meses de cumplir 50 años, sabe de primera mano qué significa arriesgarse y otras palabras similares, como "atreverse y decidirse, porque si no, pierdes".

Kristian es una mujer trans heterosexual y su vida actual, contrario a lo que podría pensarse, es sinónimo de tranquilidad, estabilidad y poca fiesta. Los días de celebraciones interminables nocturnas se apagaron y hoy, más allá del show travesti que ofrece los fines de semana, se concentra en su vida cotidiana y familiar: la compra de los alimentos en el mercado popular, las visitas al cine y teatro, el paseo con su mamá y sobrinos. "Vamos a la feria a almorzar. El cotorreo ya fue", afirma al comienzo de la conversación, y cuenta que prefiere la compañía materna a intentar sobrevivir a un fiestón desenfrenado.

En resumen: Kristian habita en la colonia Paraíso, en el oriente de la ciudad, y se ha consolidado como una mujer independiente y libre. "Y esa libertad la forjé durante años de trabajo, con mucha disciplina y perseverancia en el trabajo, sobre todo perseverancia", confirma, con su voz aguda y sonora, sentada ante una de las varias mesas redondas cubiertas con algún mantelillo en el bar Secret.

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Las noches de domingo a miércoles equivalen a descanso, sí, y también a planeación, ensayo y práctica de lo que Kristian presentará los fines de semana en los bares de la ciudad: un tributo a las cantantes Ana Torroja, Ana Bárbara, Lucía Méndez, Laura León, Selena… y más. En cada imitación, no se permite fallo: elige la vestimenta adecuada, perfecciona movimientos, gestos, tics, e incluso maneras de ver y sonreír de las intérpretes. El internet facilita el trabajo: reproduce y estudia los videos de los personajes las veces necesarias. Los años de ejercicio también ayudan.

Habla la voz experimentada: "hay quienes creen que es fácil imitar, pero están equivocados. Esto es laborioso y complejo, pues se trata de interpretar a una persona conocida por todos, frente a todos. Si no lo haces bien, no te aplauden y, por lo tanto, no te contratan. Caracterizas lo más que se pueda y si no eres versátil, no la haces", admite Kristian, al mismo tiempo que el DJ del todavía bar vacío entretiene a los meseros con reguetón y banda.

Kritian es hoy una imitadora consolidada que comenzó a ganarse un espacio en ese difícil mundo hace décadas. Hoy puede presumir que realiza shows en diversos antros y bares LGBT: ubicados en la Zona Rosa e incluso en Nezahualcóyotl, Estado de México: 33, Wawis, Seven, Go Bar, La Rayuela, Secret, Spartacus.

La rutina de los fines de semana va más o menos así: el jueves, el primer show en Secret comienza a las 11 de la noche y concluye una hora después. Krystian guarda vestidos, pelucas, maquillaje y se traslada al 33, a una calle de distancia, o incluso al Spartacus, a casi una hora de camino en automóvil. Ahí ofrece un espectáculo más, de una o dos de la mañana, y luego otro, en un nuevo bar, de tres a cuatro, o hasta la hora que sea necesaria, depende del día y de lo que cada establecimiento solicite. Kristian mide tiempos y se las arregla para llegar, transformarse y alegrar a decenas por 60 minutos.

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De pequeña ya sabía que la suya sería una vida de transformista, cuando observaba a su mamá, imitadora también, maquillarse ante el espejo. Pero antes, Kristian se enfrentaría a unos cuantos retos.

"Era una niña. Punto". En su casa, al menos al principio, nadie aplaudió la noticia. La consecuencia: visitas constante al psicólogo que Kristian no solicitó: "el doctor me recetó hormonas masculinas, imagínate. Pero se dio cuenta de que eso no funcionaba y le dijo a mi familia que no había 'remedio'. Yo seguía siendo una niña", recuerda Kristian y no reprime una sonrisa de orgullo. Al final, el cariño familiar se impuso: lo de menos era un comportamiento femenino o masculino.

Aunque a Kristian las recriminaciones sí la afectaron: "llegué a pensar que efectivamente estaba mal, pese a que sabía quién era. Estaba joven y me preguntaba: '¿por qué soy diferente?', '¿qué pasa en mí?' En ese tiempo el tabú estaba peor. La homosexualidad se tapaba, o se intentaba tapar. Pero, insisto, yo no era gay, sino niña. De trans ni se hablaba. Así que la conclusión del médico me dio alivio".

Kristian afirma que nació con el don del liderazgo. Lo comprobó en la primaria, secundaria, preparatoria y al comenzar su vida de trabajo. "Todo lo que recuerdo es que siempre tuve suerte y nunca problemas con niños o, de más grande, con adolescentes. Por dos cosas: siempre daba las órdenes y los demás me veían como mujer. Quizá, porque mi carácter es fuerte, me impongo".

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Estudió la prepa cerca del aeropuerto de la ciudad y, tras concluir, decidió que lo siguiente sería seguir los pasos de su mamá. "Ella imitaba a Rocío Dúrcal y Ana Gabriel, por ejemplo, y también era bailarina. Trabajaba en el Teatro Blanquita y yo quería ser como ella". En casa, con alguna sábana, Kristian improvisaba su atuendo y bailaba, actuaba y cantaba frente a sí misma. "De ahí heredé y después ejercí. Hoy, a veces trabajamos juntas, en un show que ella, de 68 años, presenta cada dos meses en el Teatro de la Ciudad".

A los 19 años se dedicaba a la fiesta, pero ya imitaba a cantantes en eventos escolares, cumpleaños y fiestas familiares. "No me pagaban, pero me ayudaba a mejorar", dice. A sus veintitantos, era difícil lograr una contratación, pero encontró una oportunidad en el Spartacus, en Nezahualcóyotl, en un concurso de talentos del que resultó ganadora gracias a una imitación de Alaska. El premio: trabajo por un mes. "Como mostré talento esos días, me quedé de planta y, con los años, encontré lugar en otros bares", recuerda, "por ejemplo, ingresé al show de Francis. Nos conocimos en un bar. Me vio actuar y me jaló. Diez años trabajé con ella y fue plataforma importante para que me conocieran otras personas".

Kristian estaba ocupada en armar una carrera de imitadora y enfocaba sus esfuerzos en esa meta, pero se percataba del trato que recibían otras mujeres trans con menos fortuna que ella. "Y mira, eso sigue ahora. Son muy maltratadas. Pero, sin generalizar, varias veces tiene que ver con su comportamiento: se drogan y emborrachan en las calles y a veces agreden a otros. Me parece que así es difícil pedir respeto. Esa es mi opinión".

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Cuando piensa en sus cualidades, la primera que se le viene a la cabeza es la prudencia: medita antes de ejecutar cualquier acción. "Me considero lista y por eso obtuve lo que quería. Eso me hace dichosa. Insisto: he tenido mucha suerte", afirma, al mismo tiempo que al DJ se le ha olvidado que en Secret se efectúa una entrevista y eleva el volumen de la música a su máxima potencia.

Quejas, siempre hay. Kristian, por ejemplo, detesta que se refieran a ella de manera masculina: "esas personas, imagino, no entienden o no ven la vida como una. Sé que varias no lo dicen por ofender, no conocen el ambiente, pero me molesta".

Otras situaciones incómodas se han presentado al asistir a alguna sucursal bancaria u hospital: "mi nombre, Kristian, es unisex y cuando iba al banco a cambiar un cheque, pensaban que estaba ahí para hacer un favor a mi esposo o hermano. Mi credencial de elector decía 'sexo H'. Cuando iba al doctor, me llamaban: 'señor Kristian', y, al levantarme, todos me observaban. Así es la vida cotidiana. Es embarazoso aclarar que sí, se trata de mí y que soy mujer trans. Realicé los trámites de cambio de identidad para no tener más percances". El nombre es el mismo de toda la vida: Kristian Prestley Ramos Trujillo. La diferencia es esa M que reconoce su identidad de género.

A Kristian no le interesa el activismo que implica confrontación. Su razón es contundente: "no me gusta alegar. Odio pelearme o ver a gente peleándose. Mejor lo dejo ir, no le veo caso aclararle al mundo mi situación. Yo puedo decir que antes las personas eran más ofensivas, pero hoy continúa existiendo gente nefasta, homofóbica y transfóbica".

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Prefiere enfocarse en su espectáculo, pues sabe que complacer al público LGBT es complicado: "el ambiente gay es cruel. Al momento del show, checan todos los detalles, de pies a cabeza. Así que debes entregarte más. A las mujeres maduritas nos contratan porque las nuevas generaciones no siempre resultan talentosas. No todas nacen para esto. Por fortuna, el público nos busca a las grandes, que tenemos más experiencia".

—A tu edad, ¿qué significa ser mujer trans?—, pregunto.

—A mis años, y tomando en cuenta esta charla, diré que es una persona consciente de lo difícil que es su trabajo… pero existen muchas satisfacciones: ir para arriba, como es mi caso, de forma independiente.

—Lo cual es complicado.

—Hace rato hablaba un poco del cambio de actitud. No tenemos lugares donde desenvolvernos de la manera en que queremos, en varios sentidos. Pero ante todo, siempre debemos mostrar educación y recordar que hay mujeres biológicas y niños que merecen respeto, pues no todo mundo está obligado a estar en nuestra sintonía.

Y hablando de niños, al final de la entrevista, cuando el DJ ha obligado a que la charla se asemeje a la típica conversación en el antro en la que más vale gritar si quieres ser escuchado, Kristian cuenta que varias veces pensó y meditó la idea de adoptar a uno. Ella y su mamá charlaron sobre esa posibilidad: "por una razón u otra, no se dio, pero sí quería… Y bueno, a estas alturas, es complicado. Yo creo que me quedaré con las ganas".

Conoce más de Kristian Prestley en este extracto de nuestra serie TRANS.

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