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Cultură

La belleza complicada de la nariz persa

Ya que las mujeres estás completamente dispuestas a pasar por el bisturí y endeudarse, las rinoplastias se han convertido en un ritual de transición en Irán.

La autora con el atuendo típico de una mujer iraní citadina, incluidos el bumpit y el curita para la nariz. Foto por Michael Marcelle.

En Halloween de hace dos años, después de pasar meses en una comunidad de iraníes recién emigrados, decidí disfrazarme de mujer teheraní contemporánea. Mis nuevas amigas –mujeres teheranís contemporáneas– fueron mis asesoras. Mi disfraz necesitaba una mezcla de elementos obvios con algunos que no lo eran tanto: un velo para la cabeza al estilo Jackie Kennedy, toneladas de maquillaje (por la gran vanidad de las mujeres de Teherán), un vestido negro pegado al cuerpo (a las mujeres iraníes les encanta desafiar las reglas de la República Islámica), ​bumpits extra grandes (el cabello voluminoso es una tenencia cultural muy fuerte, más o menos como manía de hombres europeos por traer pantalones ceñidos. En Irán, un gran bulto bajo el velo se considera sexy). Por último, mi equipo de expertas sugirió un detalle sutil pero crucial para hacer que mi personaje se viera como una auténtica teheraní de clase alta. Al echarme el último vistazo, una de ellas dijo: "Necesitas un curita en la nariz".

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"Y ya tengo la nariz", dije mientras señalaba la única parte de mi cuerpo que modifiqué con cirugía, a los 18, para que se viera fina y puntiaguda. Debo aclarar que, aunque haya nacido en EU, también soy persa. Por supuesto que me operé la nariz.

Al caminar por Teherán, es común ver mujeres glamurosas con hiyab y lentes caros presumiendo con orgullo sus "curitas de honor" en la nariz, incluso mucho después de haber sanado, sin temor a ofender a las autoridades. Ya no es sorprendente que las mujeres se operen la nariz en Teherán. Es algo muy normal, y a los medios occidentales les encanta verlas presumir su gloriosa nariz nueva. En noviembre de 2008, Oprah dedicó un episodio a la cirugía plástica en Irán: "Las mujeres consideran que el curita es un símbolo de estatus social. 'Una amiga se operó la nariz y dos años después seguía usando curitas para que todo el mundo supiera que se había hecho cirugía', dijo [una joven iraní]". Es lógico que muchas mujeres hagan lo mismo considerando que en su cultura es muy importante encontrar un buen marido. El curita es una señal de que vienes de una familia que te quiere y que te da todo lo que necesites; aunque no necesites una cirugía en la nariz, tener una familia que tenga dinero suficiente para pagarte una es mejor que tener buenos genes y una nariz pequeña.

Irán tiene la tasa más alta de cirugía plástica de nariz per cápita en el mundo. De acuerdo con la mayoría de los estimados, el porcentaje de iraníes que se operan la nariz es cuatro veces mayor que el de los estadounidenses (EU tiene 221,053 rinoplastias en una población de 314 millones. Irán tiene cerca de 200 mil rinoplastias en una población de 77 millones). Es un número impactante considerando que es un país islámico. Además, de acuerdo con un artículo publicado en marzo de 2013 en el periódico The Guardian, no sólo los ricos se operan, sino que también los vendedores de ropa, los empleados de oficina, los estudiantes de universidad y hasta los adolescentes deciden gastar todos sus ahorros o endeudarse con tal de operarse. A pesar de que la cirugía plástica ha permeado la cultura, la República Islámica ha mostrado muy pocas señales de desaprobación. Ayatollah Khomeini autorizó la rinoplastia en la década de los ochenta con una cita al Hadiz: "Dios es hermoso y ama la belleza". Sin embargo, en junio de 2014, la BBC informó que una televisora estatal, Tehran Channel, expulsó y prohibió de su programación a cualquier actor o actriz con cirugía plástica.

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Fue hasta 1979 —cuando la revolución expulsó al Shah e implementó la República Islámica— que la gente empezó a considerar a Teherán como la capital de la cirugía plástica. ¿Cómo es que surgió esta tendencia tan extraña en un país Islámico? No cabe duda de que la cultura iraní influye más que el Islam en el comportamiento de la gente y que, por siglos, esta cultura le ha dado mucha importancia a la belleza física en todas sus formas. Con esto en mente, sólo nos queda una explicación: como el hiyab obligatorio hace que el rostro sea el único lienzo para la belleza y expresión, las mujeres iraníes han desarrollado una obsesión con sus rostros. Quieren tener rasgos delicados, simétricos y europeos. Ya que las mujeres estás completamente dispuestas a pasar por el bisturí y endeudarse, las rinoplastias se han convertido en un ritual de transición en Irán.

Tras varias décadas, esta tendencia se ha extendido a través de la diáspora iraní, que también valora su origen persa y recibe mucha influencia de la cultura de su país. Para las mujeres y algunos hombres persas, la cirugía no sólo es un indicador de belleza sino también de riqueza y posición social. No se trata tanto de vanidad, es más bien el deseo de unirse a una clase de iraníes que se ven como europeos, leen libros estadounidenses y que viajan y viven al modo occidental. Irónicamente, quitarse el bulto tan distintivo de la nariz aguileña persa contribuye a incrementar el propio sentido de pertenencia. El estándar del rostro iraní ha cambiado. A pesar de que la operación modifica un rasgo facial distintivo de Oriente medio, a fin de cuentas, tomar la decisión de operarse es un comportamiento muy iraní.

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Si esta moda se creó principalmente debido a los estrictos códigos de vestimenta impuestos por la República Islámica, ¿por qué la diáspora iraní la sigue con tanto ímpetu? ¿Y por qué ocurrió antes del año 1979? Mi madre, mi abuela y mi tía se operaron la nariz cuando eran jóvenes y las tres son muy conservadoras. Mi abuela, quien se operó en Teherán a finales de los sesenta, se dañó la nariz por una caída, aunque esta historia es muy común. Según la historia, antes de que el doctor arreglara el tabique de su nariz, dijo: "Ya que estamos aquí, ¿por qué no te hacemos más pequeña la nariz?". Mi tía y mi madre siguieron el ejemplo de mi abuela a principios de los setenta. "Muy pocas chicas se operaban en esa época", dijo mi madre, cuya nariz siempre he envidiado. "Era un lujo. Pero como estudiaba medicina, para mí fue gratis". La decisión de operarse la nariz, a pesar de que en ese entonces era muy poco común, se debía al criterio para cortejar y casarse con mujeres en Irán. "Después de la cirugía, todos querían casarse con tu tía", dijo mi madre. "Su antigua nariz era muy… najoor". No existe una traducción precisa para esta palabra tan exquisita. Tiene la connotación de algo con proporciones trágicas.

El doctor Benjamin Rafii, cirujano de garganta, nariz y oído que radica en Los Ángeles, explicó que el fenómeno no es una reacción al islam. "Los iraníes han tenido una relación estrecha con Europa durante los últimos 50 años", dijo el doctor. "Según los estándares de belleza europea, las mujeres persas poseen muchos rasgos faciales atractivos: ojos almendrados, cejas gruesas y con un gran arco, pómulos fuertes. Sin embargo, la nariz es muy prominente y deforme, además de que a menudo tienen un bulto en la parte superior. Es un blanco fácil para 'optimización' cosmética'".

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En la época de mi madre, antes de la revolución y del velo obligatorio, esta influencia europea llevó a muchos famosos a la sala de operaciones. "En esa época había muchas celebridades iraníes con cirugía", dijo mi madre. "Era obvio que muchas actrices como Forouzan y Homeyra lo habían hecho. Hasta Ramesh [un cantante] y Jamileh [una bailarina]". Segundos después, añadió una explicación muy sencilla que también dio el doctor Raffi: "Somos persas", dijo. "Tenemos nariz fea".

A principios de los setenta, el procedimiento aún no era tan sofisticado. En vez de un entablillado moderno, mi madre tuvo que soportar que le metieran casi tres metros de "tampones" de gaza (así se les llamaba) por las fosas nasales hasta la garganta. Los cirujanos más talentosos llegaban a considerarse artistas y eran muy solicitados por los iraníes más adinerados, "los llamaban 'garras de oro'", dijo mi madre. En las décadas de los sesenta y los setenta, cada doctor tenía su propio estilo de rinoplastia. "Todas las que se operaron con el mismo cirujano que mi hermana terminaron con la nariz igual a ella, plana y no tan puntiaguda. Todas lo que se operaron con mi cirujano terminaron con una nariz igual a la mía, delgada y puntiaguda. Las tres [la madre y sus dos hijas] terminaron con narices completamente distintas. Ahora los doctores te dan más opciones. En ese entonces, sólo te daban una".

Yo sufrí mucho por la "nariz persa". Cuando era una nerd deportiva de 17 años que vivía en Oklahoma, empecé a pensar en cómo me vería cuando entrara a Princeton. Mi madre no me dejaba tener novio ni usar maquillaje, entre otras vanidades, pero no fue ningún inconveniente pedirle que me llevara al cirujano. Me dijo: "Puedes hacerlo si quieres". Y acepté su oferta con mucho gusto.

Sólo una de mis tías conserva su nariz original. A veces siento envidia a verla a ella y a sus hijas. Una parte de mí quisiera saber cómo me vería si no me hubiera operado. Aunque, claro, la mayoría de los días ni siquiera quiero imaginarlo; ya me acostumbré a cierta percepción de belleza y me gusta fingir que es mi derecho según la tradición iraní. No cambiaría por nada la seguridad que me dio, aunque me pregunto si con el paso de los años la habría adquirido incluso sin la cirugía. A veces me digo a mi misma que soy más iraní por haberme operado la nariz. Es un ritual de transición que comparto con mi madre, mi tía, mi abuela y miles de mujeres de mi país de origen. Entonces, ¿qué versión de mi persona es más persa? Es una pregunta difícil. Tengo mis propios argumentos y me he informado al respecto, pero la sicología es un desastre. Me enamoré de todos los novios o amantes que tuve antes de operarme. ¿Eso significa que anhelo mi rostro original? ¿Acaso ellos tienen cuerpos persas totalmente puros?

Usar un curita en mi nariz de una forma tan ridícula en ese Halloween me hizo sentir incómoda. ¿Escogí ese atuendo porque quería demostrar algo? ¡Mírenme! ¡Soy iraní! Toda la noche me la pase tocando el curita y de vez en cuando sentía la necesidad de explicar por qué me lo había puesto. Al final, me lo quité. No lo necesitaba para verme iraní: tenía los ojos almendrados, las cejas, sabía el idioma y traía el velo acomodado de una forma rebelde. Ya pasaron 15 años de la cirugía. Ahora este es mi rostro.

Dina Nayeri es la autora de A Teaspoon of Earth and Sea (Editorial Riverhead Books 2013).