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Sin duda, se ha escrito mucho sobre la filmación de The Blair Witch Project—el diálogo improvisado; las noches largas en las que el equipo de filmación aterrorizó al reparto con ruido tenebrosos; la creación del icónico close-up de Heather Donahue— que su historia de fondo se siente igual de mitológica que cualquier diálogo explicativo sobre la siniestra historia del bosque Black Hills. Una de las bromas más comunes sobre la película es lo pesadas que son las cámaras que Heather y compañía llevan cargando a todos lados, lo cual significa que solo quieren grabar en video —o en audio— lo más necesario cuando están grabando su proyecto documental y cuando la bruja los persigue. (Aunque la verdadera pregunta es, ¿por qué cargas todo ese equipo si estás corriendo por tu vida?)
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Por el contrario, Blair Witch de Wingard (que se estrenó esta semana en el Festival Internacional de Cine de Toronto), está al corriente en todos los sentidos. Los primeros diez minutos de la película se enfocan en un inventario de todas las cosas interesantes que los personajes principales (que son tan ñoños y aburridos que no pienso tomarme la molestia de nombrarlos o describirlos) planean llevarse al bosque para investigar lo que pasó con los estudiantes de cine que murieron en la primera película. Este es un punto importante porque significa que Blair Witch se desarrolla en un mundo donde existe The Blair Witch Project, pero no como una película exitosa; más bien, los protagonistas vieron el video de la película original como si fuera algo "real".