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En esta línea, La historia de mis dientes es, entre otras cosas, una reflexión acerca de cómo en el mundo del arte son las historias, y no tanto los objetos mismos, aquello que es objeto de comercialización. Esta puede ser la clave para leerla: los nombres de escritores se presentan no como pretensiones banales de erudición sino como efectos narrativos. Este gesto es particularmente luiselliano y consiste en presentar un objeto en el acto mismo en el que se pone en duda su legitimidad, también se observa en la novela misma en tanto novela: en la versión española, las últimas páginas corresponden a fotos de la ciudad de México con epígrafes de Sebald, Elliot o Magritte y en la última página se nos indica algo del proceso de producción del texto. La edición inglesa (que cuenta con un capítulo extra escrito enteramente por la traductora, Christina MacSweeney) es más explícita en este aspecto y, a través de algunos anexos, explica que la novela fue parte de un proyecto para la Galería Jumex, la cual le había solicitado un texto de ficción para el catálogo de cierta muestra. Valeria quiso integrar a los obreros de la fábrica y, usando como pseudónimo el nombre del protagonista, fue enviándoles quincenalmente capítulos para luego escribir el siguiente a partir de la devolución que los obreros le hacían. Además de la clara acción política que hubo en vincular a los trabajadores, resulta significativa la decisión de usar un pseudónimo masculino, dado que provino de un prejuicio que ella misma descubrió luego como tal: creyó que, al tratarse de una fábrica, la mayoría de los obreros serían hombres y pensó que entonces sería mejor esconderse tras ese género. Tiempo después se enteraría de que en el grupo de lectura de la fábrica predominaban las mujeres.Además de dar clases en en Hofstra University, Valeria escribe constantemente para diferentes medios, y da talleres de escritura y conferencias en Estados Unidos, México y otros países. En la universidad fundó con sus alumnos la Teenage Immigrant Integration Association, dedicada a promover la integración de niños y adolescentes de Centroamérica recién llegados a Estados Unidos. Si uno le suma la ocupación de la maternidad, resulta un misterio imaginar cuándo o cómo encuentra el tiempo para escribir. La respuesta es sosegada, como su discurso: va documentando lo que pasa a su alrededor con audios, fotos o videos, y luego, por las noches, se sirve un "té bien cargado", eventualmente un whisky, y trabaja hasta alrededor de las tres de la mañana. Dice estar muy concentrada en su nuevo proyecto y no sorprende en absoluto, porque, citando a Carolyn Kellogg en su reseña de The Story of my Teeth, Valeria sin lugar a dudas "escribe con una confianza que demuestra que está yendo hacia algún lado".La historia de mis dientes es, entre otras cosas, una reflexión acerca de cómo en el mundo del arte son las historias, y no tanto los objetos mismos, aquello que es objeto de comercialización.