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Cultură

La estación Lechería es la dimensión desconocida de los migrantes

Hombres con tatuajes en la cara vigilan las vías del tren suburbano, en el Estado de México, y no permiten fotos ni entrevistas en el lugar.

Para los capitalinos en México la migración es un problema ajeno y lejano: la temida Bestia es un mito más del sureste del país. Lo que muchos ignoran es que en su recorrido de Tabasco hasta la frontera norte, el tren cruza el área metropolitana y con él, las historias turbias de abusos y miedo. Las vías del llamado tren de la muerte corren paralelas a las del tren suburbano en la estación de Lechería, para hacer de ésta un lugar de descanso para las personas en movimiento.

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Lechería, en el municipio de Tultitlán, Estado de México, contaba hasta julio de 2012 con un albergue que daba a los migrantes apoyo, comida y un lugar para dormir. Después de numerosas quejas de vecinos provocadas por la inseguridad, la Casa Del Migrante San Juan Diego se vio obligada a cerrar sus puertas. Pero entre los migrantes, la ubicación de los albergues se pasa de voz en voz y muchas veces no es actualizada. Migrantes, mayormente centroamericanos, siguen llegando a la estación de Lechería para descansar un rato. Ahora descansan en el pasto a lado de las vías del tren. Así que le pedí a mi amigo Gael que me acompañara a Lechería, para platicar con algunas personas y ver cómo viven en ese lugar donde todo es sospechoso y nadie es quien parece ser.

Llegamos a la zona de Lechería y caminamos hacia la estación del tren suburbano, una enorme estación con gran afluencia y rodeada de puestos ambulantes. Cruzamos al otro lado de ésta para encontrar el acceso a las vías y caminamos sobre ellas durante unos minutos. Abajo de un árbol había una docena de migrantes, nos acercamos. Después de presentarnos hubo un silencio seco: los migrantes se veían entre ellos sin decir una palabra. "Si quieren hablar díganle a él", me dijo uno después de unos segundos y me señaló hacia otra persona. De atrás se acercó un tipo, limpio, peinado y sin hambre (fue el único que no aceptó galletas). "¿Qué quieren chavos?" Le contestamos que hacíamos una historia de migración para un trabajo escolar. "A ver sus credenciales"; las revisó con sumo cuidado, lo que me hizo pensar que ni para obtener descuentos de estudiante en autobuses y museos las revisaban tanto. "Está bien, si son estudiantes sí pueden hablar con ellos", le dijo a los demás.

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Pero le hicimos unas preguntas a él.

VICE: ¿De dónde vienes?
Muchos venimos de Honduras y Nicaragua. También de El Salvador. Pues de Centroamérica, básicamente.

¿Qué es lo peor que se encuentra un migrante en el camino?
Los secuestros y el crimen organizado. Es terrible.

¿Cuánto tiempo llevas aquí?
¿Yo? Pues algo… como seis meses.

¿Y no has pensado quedarte en México?
Yo creo que muchos de ellos lo han considerado… o yo también.

***

Hondureño pasando por México

Luego nos acercamos a otro migrante, que parecía ser amigo del muchacho peinado. Tenía un tatuaje a lado del ojo izquierdo. Nos contó que había vivido unos años en México. Nos contó de sus amigos y de lo que le gusta. Cuando se alejó un poco su cuate bien peinado nos dijo en voz más baja, "¿qué más quieren saber?" Le preguntamos si le pedían dinero para subir al tren. "Se necesita dinero para poder viajar en ese tren. Es caro. Cobran en dólares". Le preguntamos cuántos dólares cobraban y sólo nos dijo: "Es prohibido decir eso aquí, porque hay gente. Que no me escuchen", y luego nos miró y se fue con el resto. Pronto notaríamos que no era lo único sospechoso, ni la única persona con un tatuaje así en ese lugar.

Estábamos en unas vías de tren, rodeados de migrantes y una especie de líder peinado y limpio, así que pedimos permiso antes de sacar la cámara. De nuevo, fue él quien habló por todos. "No, brother. Así está chido. No se toman fotos, y ya gracias por venir".

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No es un secreto para nadie el vínculo entre las redes de migración y los cárteles de la droga en México. De ahí que haya inseguridad y abusos tanto en el camino como en los albergues. Así que no dijimos más y nos fuimos como nos dijeron. Seguimos caminando por las vías y a medio kilómetro encontramos otro grupo de migrantes. Antes de llegar a ellos se nos acercó un chavo. Como oriundo de la capital reconozco nuestro acento hasta dormido, y con ese acento nos saludó y nos preguntó qué queríamos. Además notamos su tatuaje en el mismo lugar que el migrante del otro grupo, sólo que esta vez era un triángulo.

Era un poco más laxo (no nos pidió nuestra credencial), y nos dijo que habláramos con el chico de gorra, porque "venía seguido".

Así conocimos a Yhanni, un migrante hondureño que vino a México cuando tenía 15 años. Es homosexual y se hace pasar por mexicano para que no lo discriminen. Trabaja como chef en un restaurante, en el que no saben su verdadera nacionalidad.

Nos dijeron que vienes seguido, ¿por qué?
Yo viví terribles experiencias cuando me vine para acá. Sé lo difícil que es ser migrante y de los abusos que sufren. Yo vengo y les ayudo a los migrantes que se detienen aquí. Les doy de comer y les doy consejos.

¿A qué tipo de abusos te refieres?
Pues hay abusos del gobierno y de la policía mexicana. Si ven que pareces migrante te ves inseguro se intentan aprovechar de ti. Te tratan como un delincuente. Además hay mucha discriminación hacia los migrantes. Es mejor aparentar ser mexicano (nos enseñó su credencial de elector, comprada en Santo Domingo por 500 pesos). La mayoría de mis amigos no saben que soy hondureño. Ni les digo. Porque las cosas cambian. La gente se pone celosa de un hondureño que trabaja y gana más que ellos. En el trabajo tampoco digo porque me explotarían o no me contratan. Además está el crimen organizado. Secuestran y piden dinero.

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***

Violado por militares

Además nos contó que al llegar a México por primera vez fue violado por tres militares. Nos dijo que se dieron cuenta que era gay cuando lo detuvieron en Chiapas. Entonces esperaron hasta la noche, lo sacaron del cuarto donde estaban detenidos los demás migrantes y lo obligaron a hacer sexo oral, y luego a tener relaciones con los tres. "No por ser gay me tenían que violar, sabes". Nos dijo que viene todas las semanas a dar apoyo a los migrantes como él. Les enseña sobre sus derechos y la manera en que se pueden proteger.

Después de platicar tomamos unas fotos. Ahora sin pedir permiso. No habíamos tomado tres fotos cuando vino el muchacho del tatuaje triangular. Venía con un amigo que no habíamos visto. Venían corriendo y se veían encabronados. Estaban muy encabronados.

Su amigo nos gritó: "¿A qué le toman fotos? ¡Aquí no se toman fotos!" "¿Qué hacen, quiénes son ustedes?"

Tenía un tatuaje a lado del ojo izquierdo, una estrella negra. Le contestamos con nuestro rollo escolar. No pareció convencido. "Aquí no se toman fotos… ¿sí entiendes verdad?" Le contestamos que sí y que de todas formas ya nos íbamos. "Eso creí", nos contestó. Guardamos la cámara y se alejó. Se volvió a sentar en donde estaba. Le preguntamos a Yhanni quién era ese tipo. Sacó una risilla sarcástica y nos dijo "Mejor ya váyanse, ¿no han oído de los secuestros?"

Nos fuimos de ahí para intentar tomar unas fotos del tren, para ese momento la legendaria Bestia pasaba por ahí. Nos alejamos como 15 minutos del segundo grupo de migrantes. Nos acercamos al tren, sacamos la cámara y escuchamos un chiflido horroroso, sabíamos que era para nosotros. Se nos acercó otro tipo. "¿Ustedes son los que estaban tomando fotos por allá?", nos señaló la dirección en la que estaban los migrantes. También tenía un tatuaje en el mismo pinche lugar, tres puntos que formarían un triángulo equilátero si se unieran. No hay que ser un genio para notar que ahí había un patrón.

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"Sí", contesté arrepintiéndome de mi respuesta instantáneamente. Pero él no estaba enojado, y nos preguntó para qué. Sacamos la gastada historia escolar, que sorprendentemente funcionó. "Los corrió un chavo con una estrella aquí, ¿verdad? [nos señaló donde estaba su tatuaje]. No hay pedo. Díganle que el Cholo les dio permiso de tomar sus fotos… Pero sólo del tren, ¿entendido?"

No sin nervios, nos acercamos más al tren y a los migrantes, con la protección que sólo un chavo con tres puntitos tatuados a lado del ojo izquierdo puede dar en ese lugar. Pero estaba pasando el tren y los migrantes ya no estaban solos. A unos cincuenta metro de ellos había dos policías. Cuidaban el tren. Decidimos no acercarnos tanto.

Tomamos una foto y como si a pesar del ruido del tren se hubiera escuchado el de la cámara, los policías nos vieron y caminaron hacia nosotros. Nos dimos la vuelta antes de que llegaran y nos fuimos. Nos chiflaron y gritaron.

"No voltees, mejor ya vámonos", me dijo Gael. Pero estábamos a varios minutos de cualquier salida de las vías, así que caminamos en una lenta persecución en la que nadie corría. Los policías se habían olvidado de cuidar el tren o a los migrantes y en su lugar caminaban unos pasos atrás de nosotros. Intentamos tomar una foto fugaz antes de irnos de ahí, y fue cuando nos alcanzaron. El mito escolar salió como mantra, un discurso mecanizado con una justificación inofensiva. "Aquí no se pueden tomar fotos". Pensé que era mejor no decir que tenía el permiso del Cholo. Nos hicieron mostrarles las fotos. Sólo les enseñamos la del tren. Después de unos minutos de ruegos y súplicas para que nos dejaran ir con "la foto", aprovechamos un silencio para decir: "Gracias, de todas maneras ya nos íbamos". Y así corridos por los "migrantes" y los policías, nos fuimos de lechería con tres fotos.

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A los capitalinos nos gusta pensar en la ciudad como un refugio. Con nuestros propios problemas, no atendemos lo que creemos que no nos afecta. El albergue de Lechería cerró por inseguridad y abusos, y un año después hay un grupo de personas tatuadas con pintas mexicanas "cuidando" a los grupos de migrantes que aún sin albergue descansan en esa estación. Los migrantes se tienen que apoyar entre ellos e incluso fingir ser mexicanos para evitar la discriminación. La policía del lugar prefiere seguir a quienes toman fotos que cuidar el tren. Si esos son sólo pedos y mitos del sureste, entonces yo no sé qué carajos está pasando en Lechería.

Sigue a José Luis en Twitter:

@limonsaurio

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