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Tú eres un poco más feliz de lo que yo soy

La guerra civil en Siria separa a las parejas

En los Altos del Golán son comunes los matrimonios a larga distancia entre sirios que viven en Israel y quienes los esperan en su patria, pero desde el comienzo de la guerra civil siria, la cantidad de novias que cruzan la frontera ha descendido.

Una prometida siria, con su vestido de novia y acompañada de su esposo, sale rumbo a los Altos del Golán al otro lado de la frontera entre Siria e Israel.

En Majdal Shams, un pueblo de Israel en la cima de una montaña, el novio Asad Khlone espera a su prometida. Como ella vive en Siria —enemigo jurado de Israel, y ahora asolado por los terroristas del Estado Islámico— Khlone debe obtener un permiso especial del gobierno israelí para poder entrar al país. Al ser hijo único de padres ancianos, Khlone se siente incapaz de dejar su hogar, y los insuperables obstáculos para cruzar una frontera de más de cien kilómetros han impedido por siete años que los enamorados se vean.

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En los Altos del Golán —una región montañosa que pertenecía a Siria hasta que las fuerzas israelíes la tomaron durante la Guerra de los Seis Días en 1967— son comunes los matrimonios a larga distancia entre sirios que viven en Israel y quienes los esperan en su patria. Entre asentamientos israelíes y restos de minas antipersonales, el área apenas está poblada pero la frontera está atestada de árabes que se identifican como sirios o "golaneses". Aunque el territorio ha estado ocupado por casi medio siglo algunos aún tienen esperanza de que sea devuelto a Siria; los matrimonios arreglados y los colegiales enamorados que se casan a lo largo de la frontera son vistos como una manera de mantener un lazo con Siria. (De hecho Khlone y su prometida son primos hermanos aunque su familia fue separada).

Pero por primera vez, desde que Israel y Siria pactaron un cese al fuego hace 47 años, las novias de ambos países están cruzando una frontera que llena de actividades bélicas. Se intercambian proyectiles y balas a pocos kilómetros de la única garita, llamada Quneitra, donde las prometidas atraviesan aduanas polvorientas y rodeadas de alambres de púas ataviadas con sus vestidos de novia.

Los cruces son asuntos sentimentales ya que las novias deben decir adiós a sus familiares sin saber si acaso el gobierno de Israel les extenderá el permiso para volver a casa.

De acuerdo a un oficial del Comité Internacional de la Cruz Roja, solamente tres novias han cruzado la frontera desde 1991. Sin embargo, se estima que hay una población de 88 novias sirias en Golán, y los locales afirman que la cifra podría ser de casi trescientas. Sin embargo, desde el comienzo de la guerra civil siria, hace tres años, la cantidad de novias que cruzan la frontera ha descendido en sesenta por ciento.

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Mientras estoy sentado en la terraza del hogar de la familia Khlone observamos la frontera donde, por las noches, se escuchan explosiones de proyectiles a ambos lados. Sin darle mucha importancia, Khlone se refiere a la odisea de sacar de Siria a su esposa como "una situación excepcional".

Aunque siempre ha sido difícil cruzar el muro —Israel y Siria han estado en guerra intermitente desde que comenzó la ocupación de Golán— el procedimiento de inmigración vigente se ha convertido en un infierno emocional tanto para los novios en Israel como para las novias sirias. Mientras los hombres en los Altos del Golán solicitan a las autoridades migratorias israelíes permisos para traer a sus prometidas, ellas tienen que lidiar con la realidad de la guerra actual: cortes a los suministros de agua y electricidad, tasas de inflación de más del cincuenta por ciento y las amenazas de ataque. En contraste, las mujeres que ya están en los Altos del Golán se sienten incapaces de ayudar a sus familias en Siria. Una vez que la novia ha cruzado la frontera es casi imposible volver. Como tuvieron que hacer antes sus esposos, las novias deben solicitar un permiso al gobierno de Israel para atravesar lo que es, en esencia, una frontera cerrada.

Conocí a Hanan Fkeralden en un camino estrecho que se abre paso entre casas de concreto amontonadas. Fkeralden, de 38 años, con rayos en el cabello y una playera rosa, cruzó la frontera en 1998 junto con otras siete novias. De entonces a la fecha, su padre y su madre fallecieron en Siria y su sobrino fue secuestrado.

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"Es el peor de los sentimientos", me reveló en la tintorería que ahora tiene en Majdal Shams. A pesar de que no se le permitió viajar al funeral de su madre, Fkeralden mantiene contacto con su hermana todos los días mediante un teléfono celular que constantemente está sonando y recibiendo mensajes de texto o WhatsApp, llamadas de Skype, Viber y Tango.

"Estoy muy enamorada de mi esposo y sabía las consecuencias cuando vine aquí", me contó. A los siete años, Fkeralden vio por primera vez a una novia cruzar la frontera en la televisión. Su mente infantil lo entendió como una aventura, un emocionante viaje para una mujer joven. En su momento, su madre le dio una cachetada y le dijo: "Tú no vas a ningún lado", dice riéndose.

Se permite que por algunas horas los familiares se reúnan para celebrar en el puesto de control de la ONU.

Pero para Khlone quizá tengan que pasar años antes de que pueda reírse de sus retos actuales. Durante el último año y ocho meses ha tenido que lidiar con un proceso de inmigración que ha provocado que otras parejas se separen o se muden a otro país. Asegura que ha tenido que enviar al menos cincuenta documentos detallando la relación con su prometida a las autoridades de inmigración israelíes. El año pasado contrató a alguien "con conectes" para ayudarle con el papeleo; muchos novios están convencidos de que esta estrategia los ayudará a acelerar el proceso. Luego de algunos meses, el intermediario de Khlone le avisó que la solicitud había sido aceptada y que su esposa cruzaría en febrero. Del lado sirio, ella ofreció una fiesta de despedida para todos sus amigos y familiares. Khlone salió rumbo a la frontera, cargado de comida y postres para los invitados que se reunirían en tierra de nadie, entre Israel y Siria. En el preciso momento que estaba por ponerse su traje de novio, los oficiales le avisaron que no estaba autorizado el cruce. El intermediario jamás envió los documentos; todo había sido una estafa.

"De ninguna manera esperábamos que pasara algo así. Seguimos adelante hasta el último momento y entonces todo resultó que no existía", me cuenta Khlone.

Al escuchar esta historia no puedo evitar acordarme de la canción "Ain't No Mountain High Enough" de Diana Ross, que originalmente grabaran Marvin Gaye y Tammi Terrell el mismo año en que este bastión del orgullo sirio fue separado de su patria. Le puse la canción a Khlone y le traduje la letra. Él no sabía quién era Diana Ross pero de inmediato se identificó con el mensaje.

"Es tan cierto, te digo, ésa es mi realidad". Aunque Khlone admite que es más fan de Celine Dion, dice que intentará meter la canción en su playlist para la boda.