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Cultură

La pura puntita: Río entre las piedras

Un cuento de travesuras infantiles, mariguana, violaciones y trenes.

Traemos adelantos, reseñas y entrevistas de los libros que te ensartarán en la mesa de novedades.

Édgar Velasco es periodista, narrador y editor. Este cuento forma parte de la antología de relatos que ocurren en Guadalajara Río entre las piedras, que próximamente publicará Editorial Paraíso Perdido. Mantiene el blog turcoviejo.wordpress.com y actualmente trabaja para la maravillosa revista Magis, del ITESO.

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Jardines del Bosque

1. ¿Que de quién fue la idea? Del Migue. Pero no le vaya a decir a mi mamá: a ella no le gusta que me junte con él. Dice que es más grande y que está maleado, pero no me importa: yo me la paso chido con él. En las tardes vamos a fumar atrás de la casa vieja, la que está abandonada, pasando las vías. Mientras yo fumo él se mete unas rayas de coca, pero a mí no me deja. Dice que todavía estoy morro y que con el cigarro basta. Yo le digo que no importa, que sí le entro, pero luego se ríe de mí cuando me gana la tos por el cigarro. Ya me prometió que un día me va a dar mariguana para que la pruebe. Pero primero tengo que demostrarle que soy cabrón: que no me rajo.

2. Para enseñarle que sí soy cabrón el otro día le saqué a mi mamá una cadenita del alhajero. Era de oro y tenía una cruz bien acá, dorada, bonita. A mi mamá le gustan las cosas de Dios: todos los domingos me lleva a misa y en las tardes se va a rezar el rosario. Por eso tiene muchas cadenas y muchas crucecitas. Ni se dio cuenta que le faltaba una. Se la di al Migue para que la vendiera y pudiera comprar las drogas. Me dijo "Chingón, morro, chingón", pero no me quiso dar un toque. Nomás unos pinches Delicados con filtro que me escondí en el calcetín para poder meterlos a la casa.

3. Vivimos en la colonia Jardines del Bosque. La casa es grande: al frente tiene cochera y un jardín. La cochera en realidad no sirve de nada: desde que papá se fue con su amante, no tenemos carro para guardar en la cochera. ¿Qué si sé lo que es una amante? No muy bien, pero mamá lo repite todo el tiempo. A veces, cuando cree que no la escucho o cuando habla por teléfono con papá, también oigo que le dice "la pinche puta" y "la zorra esa". Mamá la odia, pero mí me cae bien: cuando me toca pasar el fin de semana con papá, ella me lleva al Burger King que está en la Minerva o compramos palomitas y nos quedamos en el departamento viendo películas en Netflix. O las dos cosas. Luego, cuando creen que ya me dormí, ella y mi papá se ponen a coger. ¿Qué si sé lo que es coger? ¡A huevo! ¿Qué se cree: que soy un niño? El Migue me prestó unas revistas con unas morras encueradas y otras donde salen fotos de las morras con las chichis de fuera chupándosela a unos negros. Las tengo escondidas en mi cuarto, pero no le vaya a decir a mi mamá: ella dice que esas cosa son pecado y que Dios, que todo lo ve, castiga a los niños que se la jalan. Bueno, ella dice "los niños que juegan a escondidas con su pilín". Pero pues es eso, ¿no?: jalársela.

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4. Mamá es buena. ¿Ya le dije que me lleva a misa los domingos y todas las tardes va al rosario? "Dios te ve", me dice a cada rato para que no tenga yo malos pensamientos. Pero no nomás me cuida a mí: cuando comenzaron los robos, puso un letrero fuera de la casa. Dijo que era para cuidarnos a nosotros y para cuidar a los vecinos. "No alimentes al migrante", decía el letrero. "Es lo malo de vivir cerca de las vías", dice a cada rato, cuando ve pasar a los señores con sus mochilas, la ropa sucia, los brazos rayados. ¡Unos tienen rayada hasta la cara! La mayoría de ellos nomás camina sobre las vías, esperando a que pase el tren. La Bestia, le dicen. Otros salen a la avenida, piden dinero en el crucero. He visto que algunos hasta hacen figuras con hojas de palmera para ver si así les dan una moneda, pero nadie les da nada. En temporada de calor, la gente ni siquiera baja el cristal. Van bien a gusto con el aire acondicionado, los conductores. Hay otros migrantes que se meten a la colonia y van por las casas tocando de puerta en puerta para ver si alguien les da de comer. Esos son los rateros, según mamá. "Nomás se asoman para ver qué ven", repite. Por eso nunca les abre, e invita a todos los vecinos a que hagan lo mismo: que no les den de comer para que se vayan, para que no se queden rondando por la colonia Jardines del Bosque.

5. Yo a veces platico con ellos, cuando estoy fumando con el Migue. Llegan y nos piden cigarros, o un toque. El Migue les comparte de sus drogas, así como me comparte de sus cigarros. Es buena onda, el Migue. El otro día llegó uno al que le faltaba una pierna. "Me la cortó La Bestia", nos dijo mientras le fumaba al gallo del Migue. Yo me quedé de a seis. Nos platicó un chingo de cosas. Tantas, que casi no llego a la casa antes de que mamá regresara del rosario.

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6. A veces, entre los migrantes vienen también mujeres. Doñas solas o doñas con morritos. Y morritas. Están refeas, las morras. También las doñas. Todas prietas y mugrosas. Quién sabe cuánto tiempo llevan sin bañarse. Un día estábamos fumando y pasó una doña. El Migue se puso a gritarle de cosas. Que "adiós, güila" y que "te la voy a dejar ir" y que "ven a mamármela". Cosas así. La doña le hizo una seña con el dedo y se puso a caminar más rápido. "¡Chinga tu madre!", le volvió a gritar el Migue y nos pusimos a reír.

7. El otro día estábamos fumando, como todas las tardes, cuando pasó una morrita por las vías. "Ira, gallo, ¿a poco no te la coges?", me dijo. Yo le dije que no: estaba refea. "Uy, morro, se me hace que todavía ni se te para". Yo le dije que sí: todos los días amanezco con la pinga tiesa. Y también se me pone dura cuando veo las revistas. "¿Entonces, güey? ¡Ándele!", me dijo y me dio un zape y luego gritó "¡Oye: que si no quieres coger con mi compa!", le gritó a la morra, que se sacó de onda y se puso a correr. Yo le di una patada en las nalgas, al Migue. Pinche mamón. No le vaya a decir a nadie pero: ¿quiere que le diga la neta?: esa vez me puse bien rojo de la cara y sentí cosquillas en el pilín. Bien pinche raro.

8. Pues ya le dije hace rato que la idea fue del Migue. Cuando llegué en mi baika a la casa vieja, ya estaba ahí. "Tons qué, morro, ¿vas a querer mota?", me preguntó. Le dije que sí, que él ya sabía que sí. "¿Pero eres cabrón o no?" Le dije que sí, que ya hasta le había llevado la cadenita de mi mamá con la cruz. Que ella ni se había dado cuenta. "Vente pues", me dijo y empezó a caminar hacia las vías. La hierba estaba toda crecida. Del lado de la colonia está chido, arreglan el camellón de Niños Héroes y todo, pero acá, atrás del Soriana, nadie se para. Está bien pinche feo. "Órale pues, morro", me dijo el Migue y señaló ahí, atrás de la hierba: tenía a una morrilla tirada en el piso, amarrada, con un trapo en la boca para que no se oyeran los gritos. "¿Qué?", le pregunté al Migue. "Como que qué: ¡pues cójasela! ¿No dijimos que sí es cabrón?" ¿Le digo la neta? No supe ni qué hacer. Entonces el Migue se abrió el pantalón, se bajó los calzones, le abrió las piernas a la morra y se le echó encima. Yo seguía sin saber qué hacer, pero se me empezó a poner dura la pinga. Me empecé a sobar. En eso se para el Migue y me dice: "Ah, ¿ya se te antojó? ¡Posórale!", y me dio un empujón por la espalda. Me caí encima de la morra. Vi que tenía la cara toda chamagosa: se le había manchado con la mugre y las lágrimas y la tierra. Todo atarantado la empecé a manosear y luego me saqué la pinga y se la metí. Me vine luego luego. Cuando me paré, estaba temblando. El Migue estaba risa y risa. En eso, saca un gallo, lo prende y estira la mano: "Llégale, campeón: te lo ganaste", me dijo. Le di un toque y otra vez me ganó la tos. Más risa le dio al cabrón.

9. No nos dimos cuenta cómo ni a qué hora se desamarró la morra. Nomás vi cómo le empezó a salir sangre al Migue por la pedrada. Nomás vi cómo se le dejó ir, el Migue. Nomás vi cómo ella trató de echarse a correr, pero se resbaló con la grava de las vías. Nomás vi su cara toda chamagosa. Nomás vi la cara que puso el Migue cuando oímos el tren. Nomás vi su mirada cuando moví la cabeza, diciéndole que sí. Nomás vi cómo las ruedas de metal rompieron primero una pierna, luego un brazo. Después ya no pude ver nada: me puse a vomitar.

10. Le digo que la idea fue del Migue. Pero no le vaya a decir a mi mamá.

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@turcoviejo