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La última entrevista con Sendero Luminoso

El testimonio del periodista que habló con Alipio, el líder militar del grupo rebelde quien fue recientemente asesinado.

Una patrulla de Sendero Luminoso lista para partir.

Hace unas semanas, todos los titulares de los diarios de Perú iban sobre el acuerdo entre el gobierno y la brutal guerrilla maoísta Sendero Luminoso, un grupo que lleva veinte años tomando la selva, secuestrando campesinos y traficando coca. Los titulares anunciaron al mundo que Alejandro Borda Casafranca, aka Alipio, líder militar del grupo armado, fue asesinado.

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La muerte de Alipio fue caricaturesca. Un narcotraficante con vínculos a Sendero Luminoso, pero que se volvió informante de la policía, condujo a filas armadas de rebeldes a su refugio. La mayoría de los soldados se quedaron afuera, cuidando el edificio mientras los camaradas Alipio, Gabriel y Alfonso entraron en lo que se suponía era una casa de seguridad, esperando encontrarse con prostitutas que el traficante había pedido para ellos.

Lo que Alipio y compañía no sabían era que los soldados habían enterrado en la casa explosivos NAFO. Tan rápido como los tres rebeldes se pusieron cómodos, todo el refugio explotó. Los cuerpos carbonizados tuvieron que ser identificados por medio de pruebas de ADN.

En cuanto se empezó a correr el rumor del asesinato, mi teléfono no dejó de timbrar: Tengo el discutible privilegio de ser el único periodista que conoció al Camarada Alipio, y la prensa local estaba desesperada por una declaración.

En septiembre de 2010 recibí una llamada de parte del líder de Sendero Luminoso, quien aceptó hablar conmigo si yo asistía solo al Valle del Río Apurímac y Ene, en Perú, la región selvática que funge como territorio de batalla entre las fuerzas armadas y los capos de la droga. Ellos me contactaron mucho después de que yo los había buscado, cuando estaba reporteando desde esa zona, siguiendo a algunas patrullas de la policía antidrogas.

Miembros de la policía antidrogas en el VRAE.

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Después de las accidentadas brechas del VRAE, llegué a un lecho de río donde un lanchero se me acercó y sin decirme una palabra me condujo río abajo hasta que llegamos a un pequeño caserío. Al llegar un arrugado pero alegre cocalero me dio la bienvenida: “¿Así que usted es el periodista? Venga, sígame”.

Cuatro horas después llegamos refugio donde vi a cuatro hombres armados con rifles automáticos. Ellos me dijeron que yo era su invitado y que debería llamarlos “camaradas”. Pasaría la noche en el refugio mientras ellos esperaban instrucciones para que yo pudiera seguir mi camino hacia el líder de Sendero Luminoso.

Fernando Lucena, Camarada Alfonso con un fusil.

A la mañana siguiente, mientras esperábamos órdenes vía walkie-talkie, platiqué con el Camarada Alfonso, un tipo muy pequeño con un rostro apacible, que de ninguna manera respondía a mis suposiciones sobre cómo debía ser un asesino. Le pregunté a Alfonso sobre su rifle, un Galil israelí. Me dijo que se lo quitó a un soldado que ellos habían matado en una emboscada. Luego me pasó el arma de forma despreocupada, para que pudiera experimentar lo que se sentía tenerla.

Luego de un par de horas de caminar, que incluyeron escondernos entre la maleza mientras pasaban aviones de la fuerza aérea, rodeamos un cerro y llegamos a un claro en medio de la selva, donde un grupo de unos 40 rebeldes esperaban recibirme. Después de mi shock inicial rápido escaneé sus caras, esperando encontrar la del Camarada José, el hombre que valía cinco millones de dólares. José no estaba ahí pero al final de la línea vi a alguien que sí reconocí de las fotos de los periódicos: el Camarada Raúl, el hermano de José. Era obvio que el hombre que estaba a su lado era alguien importante también, pero no lo pude ubicar.

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El escuadrón armado de Sendero Luminoso.

Me ofrecieron algo de comer. Raúl y el otro que parecía importante se sentaron conmigo. En ese momento supe realmente quién era el otro tipo. Era el Camarada Alipio, el líder militar de Sendero Luminoso, el hombre detrás de la gran mayoría de las acciones armadas que el grupo llevó a cabo en la década antes de su muerte y por mucho el hombre más temido en Perú. Fuera de una foto viejísima de él que los periódicos seguían publicando con regularidad, no había otras imágenes de Alipio en circulación, así que era de esperarse que yo no fuera capaz de reconocerlo.

Raúl me empezó a decir que esta reunión era para conocernos, y que me darían la entrevista en un futuro. Lo que siguió fue un exhaustivo debate sobre marxismo, maoísmo y muchos otros ismos. Raúl desplegó argumentos anticuados que eran obvias reminiscencias de la guerra fría. Supongo que es difícil seguir al tanto en política cuando has permanecido en una remota selva durante 20 años.

Después de haber conversado un rato, Raúl me dijo que durmiera un poco, lo que hice con trabajo gracias a la sinfonía de los ruidos de la jungla y a mi hernia discal. La presencia de un adolescente con una MAG 7.62 cuidándome al lado tampoco ayudó mucho.

Los camaradas Raúl y Alipio.

Para mi suerte, a la mañana siguiente Raúl me dijo que podría hacer la entrevista en esta ocasión. Me dijo que habían cortado todos los nexos con los capos de la droga, pero que en su territorio permitían a los campesinos sembrar coca. A pesar de mi escepticismo, sentí que había algo de verdad en lo que decía. Después de todo, era más que evidente que ellos no eran ricos. Me permitieron ver todas las armas que tenían: todas estaban marcadas como armamento del ejército peruano o la policía. Esta diversa armada de hombres que medían en promedio un metro sesenta habían emboscado a soldados y policías el tiempo suficiente como para armarse con docenas de rifles automáticos.

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Después Raúl admitió algo que nunca antes había admitido el grupo rebelde: “Nosotros nos comportamos como criminales, nos comportamos como terroristas”. Culpó al ahora encarcelado Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, de todos los actos bárbaros que han infligido a los civiles: “Pedimos la ejecución [de Abimael Guzmán], por los crímenes contra la humanidad que cometió”, me dijo. Pero a pesar de su aversión contra el psicópata de Guzmán y sus atroces crímenes, se ha sabido que Raúl y su hermano mayor han participado en muchas masacres de civiles. Le pregunté sobre una particularmente infame, que sucedió en el pequeño pueblo andino de Licanamarca en 1983. “Participé y también lo hizo el Camarada José… si cometimos excesos en Lucanamarca, si nosotros aniquilamos niños y mujeres, fue porque esas eran las órdenes del partido”.

Sesenta y nueve personas, incluidos 29 mujeres y niños, fueron masacrados en Lucanamarca, la mayoría de ellos con machetes, para ahorrar balas. ¿Cómo pudo justificar un movimiento popular que mata soldados sistemáticamente, quienes vienen en su gran mayoría de las clases más empobrecidas?

Los niños de Sendero Luminoso.

Probablemente la parte más controversial de todos los problemas alrededor de Sendero Luminoso es la presencia niños en sus filas. Raúl me dio, orgulloso, una USB con un video de los niños de Sendero Luminoso gritando consignas marxistas y maoístas que obviamente no entendían. Le pregunté si estos pequeños no habían sido secuestrados de sus familias, como indican algunos reportes oficiales.

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“Nadie probará nunca que hemos secuestrado un solo niño. Nuestros niños no van a combate, ellos son los hijos e hijas de nuestros combatientes y no hay uno solo que no sepa leer y escribir”.

De pronto se detuvo nuestra entrevista cuando un rebelde llegó y le susurró algo al oído al Camarada Raúl, quien me pidió que apagara la cámara, mientras hablaba en voz baja con Alipio. Apagué la cámara y luego la volví a prender. Y ahí fue cuando vino la temible duda de Raúl: “Tenemos noticias de que un regimiento de 80 soldados viene para acá, y tienes que entender que estamos preocupados. Te queremos preguntar si es un complot entre tú y el enemigo”.

Antes de que pudiera contestar, Raúl y Alipio empezaron a planear qué acciones tomar. Todos los rebeldes se pusieron en diferentes posiciones. Raúl miró como si de pronto hubiera dejado de confiar en mí, así que intenté hablar con Alipio.

—Camarada Alipio, ¿qué está pasando?

—El enemigo no se mueve, pero tenemos una unidad esperando realizar una emboscada en cualquier momento.

Miembros de una patrulla de Sendero Luminoso en la selva.

Debido a lo que parecía ser una inminente confrontación, Alipio me pidió que pasara una noche más en el campo, por seguridad. Afortunadamente, al siguiente día supe que las fuerzas armadas habían seguido en una dirección diferente y Sendero Luminoso había desistido de hacer la emboscada.

Justo antes de irme, un tímido e inarticulado Camarada Alipio se me acercó. Me dijo que también quería decir algo a la cámara. Inmediatamente empecé a grabar. A diferencia de Raúl, Alipio no era muy elocuente, usaba palabras simples, casi infantiles. Él sólo quería decir una cosa: Él y sus tropas habían atacado recientemente una base armada, mataron a tres soldados y derribaron un helicóptero. Para la indignación de Alipio, él y sus seguidores no recibieron la exposición de los medios que esperaban después del ataque, así que esto era algo de publicidad.

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Después de despedirme, fui escoltado por cuatro rebeldes durante una larga caminata por una zona de emergencia (uno de ellos llevaba un lanzacohetes RPG cargado). Después me dejaron con otro productor de coca, con quien caminé a en la noche. Trece horas después, había sido mordido por más clases de insectos de los que sabían que existían, tenía manchas blancas por el veneno en mis brazos, dos puntas de los dedos infectadas y mi hernia discal me estaba matando; fue entonces cuando salí de la selva.

Eso fue en el 2010. Hubo cientos de operativos armados después de eso, las fuerzas de la ley y el orden todavía no podían detener a ningún miembro de Sendero Luminoso, hasta agosto de 2013, cuando Alipio, Gabriel y Alfonso (el que me prestó su rifle) murieron en la explosión. Ese fue el final de Alipio: un curtido guerrillero, asesino y deficiente mental, cuyos jefes manejaron para que robara mochilas gabachas a las fuerzas armadas de Perú durante una década.

Sigue a Fernando en Twitter: @FL_films

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