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Las razones por las que vas a terminar igual que tus padres

Aparte de cuando dicen “Ya no te voy a apoyar económicamente para que aprendas a valorar el dinero”, el arma más poderosa que tiene tus padres es la clásica frase: “Como te ves me vi, como me ves te verás”.

Por más agradable que luzca este paseo en un día de otoño, ¿estás seguro que quieres ser como esta gente? Foto vía el usuario de Flickr.

Aparte de cuando dicen "Ya no te voy a apoyar económicamente para que aprendas a valorar el dinero", el arma más poderosa que tiene tus padres es la clásica frase: "Como te ves me vi, como me ves te verás". Obvio, al principio no te la crees. Tus papás llevan escuchando la misma música desde que tenían 25, siempre están estresados, no tienen idea de cómo usar los filtros de Snapchat y apenas se dirigen la palabra.

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Pero después, conforme creces y entras a la "adultez", te das cuentas que esa profecía cliché se está volviendo realidad.

Cuando me fui a vivir solo me di cuenta de que, para mi desgracia, cada vez me parecía más a mis padres. Me preocupaba cuando mis roomies no llegaban casa, la tecnología me sorprendía, me sacaba de onda cuando no podía configurar el WiFi y me la pasaba molestando a todos cuando llegaba su turno de sacar la basura.

Mis padres son buenas personas (estoy obligado a decirlo), pero claro, hay algunas cosas (muchas) de ellos que no quiero heredar. Lógicamente, trato de evitar convertirme en ellos. Pero lo único que he logrado hasta ahora es no preocuparme demasiado si mi roomie está despierto a las 4AM, lanza brownies de hash a la gente y roba cigarros.

Ahora que me estoy quedando con mis padres porque son vacaciones, me doy cuenta de que heredé muchos de sus hábitos. Por eso decidí consultar a un grupo de expertos para saber si existe alguna estrategia para evitar convertirnos en nuestros padres.

Victoria Donahue tiene un doctorado en sicología de asesoramiento, es sicoterapeuta e instructora. Daniel Siegel es un médico egresado de la Universidad de Harvard y estudió un posgrado en la UCLA. Siegel ha escrito varios libros, entre ellos The Developing Mind: How Relationships and the Brain Interact to Shape Who We Are (El desarrollo de la mente: cómo las relaciones y el cerebro interactúan para dar forma a nuestra identidad) y Mindsight: The New Science of Personal Transformation (Mindsight: la nueva ciencia de la transformación personal). Catherine Lee es una profesora de sicología en la Universidad de Ottawa y sus clase se enfocan en la sicología familiar.

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¿Cómo reaccionan tus pacientes cuando descubren que se están volviendo igual que sus padres?
Victoria Donahue: Se asustan. Dicen "Juré que nunca iba a ser así y es junto en lo que me convertí. Estoy siguiendo el mismo patrón". Normalmente veo esto cuando trabajo con pacientes que acaban de tener un hijo. Es cuando piensan: "Mierda, me estoy volviendo igual que mis padres". Es aterrador.

Se asustan porque es algo que no querían repetir y ahora lo están haciendo. Y no les gusta.

¿Recibes a muchos pacientes que tienen problemas con su forma de ser gracias a sus padres?
De hecho, mucha gente viene para hablar sobre cosas que no tienen nada que ver con sus padres —como su trabajo o su relación— pero no se dan cuenta de que existe una fuerte relación con sus padres. El apego que uno tiene con sus padres se refleja en casi todos los aspectos de la vida, sobre todo en las relaciones íntimas.

¿A qué te refieres con ese apego?
Hay diferentes estilos de apego. En algunos te sientes seguro y en otros no. Digamos que tus padres no siempre estaban disponibles —que tu madre estaba deprimida durante tu adolescencia y no te ofreció apoyo emocional—. Eso genera un apego en el que no te sientes seguro dentro de la relación. Y esos patrones se van a repetir.

¿Entonces es muy fácil volverte igual a tus padres, sobre todo si es una influencia negativa?
Si, es muy fácil, en especial si la gente no está consciente. La razón es que entre el 80 y el 90 por ciento de nuestra vida funcionamos de forma inconsciente. La mayoría de nuestras interacciones no son conscientes. Normalmente empezamos a actuar como nuestros padres y a heredar sus hábitos cuando somos bebés o niños pequeños. Las personas que nos cuidan programan nuestros cerebros para que actuemos y nos comportemos de cierta forma. Así que, en realidad empezamos a ser como ellos desde muy jóvenes.

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¿Qué podemos hacer para no ser igual que nuestros padres?
La conciencia es el primer paso para que no se ser igual a nuestros padres. Digamos que estás muy estresado y estás con tu pareja. Y cuando tu padre estaba enojado, se desquitaba con los demás. Cuando estás estresado, no te das cuenta que estás recreando esos patrones. Lo que tienes que hacer es tratar de reducir nivel de estrés y estar consciente de que no debes desquitarte con otras personas como lo hacía tu padre. Si reaccionamos diferente a nuestros padres y repetimos esa reacción, estamos creando nuevas vías. Esa es una forma de no ser igual a nuestros padres.

¿Podrías explicarme lo de las vías?
Durante los últimos 10 años, las vías nerviosas y la neurociencia han ayudado a explicar por qué nos volvemos igual a nuestros padres y cómo se forma nuestro cerebro. Cuando estamos estresados y no podemos pensar con claridad, tomamos esas vías nerviosas que se formaron desde que éramos niños. Es como si estuvieras caminando en un bosque y no hay ningún camino. La única solución es crear uno. Mientras más camines por ese sendero, más claro se vuelve. Pasa lo mismo con el cerebro. Cuando creas y usas esa nueva vía —quién quieres ser y cómo quieres reaccionar—, en vez de tomar el camino que te enseñaron tus padres creas hábitos nuevos y formas diferentes de comportarte con la gente.


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¿Crees que la gente siempre termina igual que sus padres?
Siegel: Sí, de una u otra forma. La gente absorbe formas de comunicación desde la infancia. O a veces, aunque trates de evitarlo, no puedes y siempre saltan cuando estás estresado. Podemos ser como nuestros padres de forma directa o indirecta, aunque no queramos. Supongamos que alguien dice "Mis padres son muy fríos y distantes. Cuando tenga un hijo, voy a ser muy amoroso y siempre voy a estar cuando me necesite". La intención es buena pero el comportamiento puede cambiar bajo una situación de estrés. Es posible que esta persona se vuelva fría y distante sin darse cuenta.

¿Qué podemos hacer para no actuar igual que nuestros padres?
Hay mucha gente que no hace nada al respecto pero, si eso lo que quieres, hay muchas cosas que puedes hacer. Si te tomas el tiempo para reflexionar sobre cómo fue tu infancia.

¿Es un proceso difícil?
En realidad es muy fácil pero nadie lo hace.

¿Por qué?
A muchos no les gusta pensar en eso o lo han hecho y dicen "El pasado es pasado. No tiene caso pensar en él porque ya pasó". Según esa persona, no tiene caso reflexionar porque no hay forma de cambiar las cosas. Este tipo de persona siempre encuentra la forma de justificar su forma de ser aunque estén en un error. Pero no se trata de lo que te pasó; se trata de cómo tu pasado influye en tu forma de ser hoy. La clave para liberarte del legado del pasado es entender qué impacto tuvo en tu persona.

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¿Hay una edad en la que es demasiado tarde para empezar ese proceso?
Nunca es tarde. En mi libro Mindsight, hay un hombre, Stewart, que tiene 92 años y a esa edad empieza a reflexionar sobre el pasado. El cambio en su forma de ser fue tan drástico que su esposa, de 65 años de edad, me llamó para preguntarme "Doctor Dan, ¿le hizo un trasplante de cerebro a mi esposo?". La buena noticia es que no necesitamos un trasplante de cerebro. Sólo hace falta reflexionar.

¿Cuál es la experiencia negativa más común del pasado de la gente que prefiere no reflexionar?
Para unos es cuando sus padres les daban miedo. Ya sea por negligencia, maltrato o por las veces que el papá llegaba borracho a la casa y golpeaba a la mamá. Cuando un niño le tiene miedo a su padre, pasan dos cosas muy perturbadoras en su cerebro. La primera es que el cerebro dice que hay que escapar de lo que produce ese miedo y buscar una figura protectora. Pero si la figura protectora es la misma que produce el miedo, entonces la mente se fragmenta. Por desgracia, cuando los niños crecen, padecen de algo que se llama disociación. La disociación es la fragmentación de la consciencia. Los que padecen disociación pueden llegar a sentirse desconectados de su cuerpo, de sus emociones e incluso pueden tener problemas para recordar ciertas cosas. Es un padecimiento muy común pero casi nunca se habla al respecto.

¿En este caso, si los que padecen disociación no reflexionan o tratan de entender su pasado, continúan ese ciclo de negligencia o abuso?
Exacto, así funciona. Porque cuando su mente se fragmenta, se disocian y asustan a sus hijos sin querer. No lo hacen de forma intencional. Aman a sus hijos y no quieren hacerles daño… bueno, puede que haya algunos sádicos, pero normalmente no quieren dañar a nadie. Puede que algunos de los que lean este texto tengan miedo de analizar su pasado por esas experiencias aterradoras. Pero no pasa nada. Si Stewart pudo hacerlo a los 92 años, nosotros también podemos.

¿Crees que es posible no volvernos igual a nuestros padres?
Catherine Lee: Sí. Como tenemos dos padres, no podemos ser idénticos a cada uno de ellos, así que no somos sus clones. Lo ideal sería aprender desde niños que somos capaces de elegir nuestro estilo de vida y los valores que nos parezcan mas congruentes. El objetivo no es imitar a nuestros padres ni llevarles la contra. Conforme los niños van creciendo, los modelos a seguir en su entorno les ayudan a forjar su identidad.

¿Tener otros modelos a seguir nos ayudan a no copiar los rasgos negativos de nuestros padres?
Puede haber muchos modelos a seguir además de nuestros padres. Y es posible que ese modelo a seguir nunca se de cuenta de la importancia que tiene. Trabajé con una persona que sufrió un maltrato horrible por parte de sus padres. Una vez, cuando iba en la preparatoria, visitó la casa de una de sus amigas y se sorprendió al ver la forma en que se comportaban los padres de su amiga. Esa experiencia le cambió la vida y, cuando tuvo hijos, se esforzó para ser como la familia de su amiga y no como sus propios padres.

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