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Cultură

Lety la camionera

En ruta por las peligrosas calles de Ciudad Juárez.

El paradero del centro de Ciudad Juárez, Chihuahua, es una esquina sucia y ruidosa. Es el paso de comerciantes ambulantes, vagos y pasajeros, pero sobre todo, hay decenas de señores "esquineros": choferes, vendedores y checadores que se la pasan gritando. La dinámica es muy versátil: chiflan, comen, fuman, trabajan y hacen desmadre, todo al mismo tiempo. Ahí, en medio de tantos hombres, es donde comencé a buscar a Lety.

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Había oído hablar de una camionera que era la única mujer que trabaja en el paradero, la única que tiene que lidiar con esos hombres todos los días. Quería conocerla porque no es común que las mujeres realicen este oficio, y menos cuando el recorrido atraviesa algunos de las zonas más peligrosas de la ciudad.

El primero que me confirmó la existencia de Lety fue un checador. Me acuerdo perfectamente: era un señor súper amable, chimuelo, con cachucha naranja; me dijo: “Sí, pues la Lety, va por la ruta 10, aquí debe pasar, ¡espérela!”

Lety echando una siesta. Cada día se levanta a las 5 de la mañana para su primera ronda.

Tras esperarla durante casi una hora, la vi llegar en su camión, manejando su volante rojo, con la virgen de Guadalupe y cortinas rojas. Me emocioné, se veía muy dura, de veras imponía entre los bigotones, canosos y panzones choferes que había visto ahí. La Lety iba con pantalón ajustado, cola de caballo y flequillo. La saludé con pena, me sentía media pendeja ahí, medio miedosa, y la Lety tan cabrona, manejando, con no sé cuantos pasajeros atrás. Le dije que quería conocerla, que me parecía muy heroico su trabajo. Me acuerdo que se rio de mí y me dijo muy segura y norteña: “Pues súbete, ¿qué quieres saber? Vamos lejos, ¿eh?”

Así comenzó mi jornada de trabajo con esta brava conductora que recorre algunas de las colonias más peligrosas de la ciudad, como Lomas de Poleo, donde en marzo de 1996 encontraron los cuerpos de siete mujeres asesinadas y torturadas sexualmente. Este, junto a otros hallazgos de mujeres asesinadas en Lote Bravo y varios casos más de desaparición, desataron conmoción y una serie de investigaciones y demandas por parte de organizaciones de derechos humanos.

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A través de los años, los feminicidios en esta ciudad fronteriza han ido en aumento y la respuesta del gobierno ha sido, en el mejor de los casos, a todas luces insuficiente. Incluso en 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en una resolución histórica, condenó al Estado mexicano como responsable por el caso conocido como “Campo Algodonero”, el asesinato de tres mujeres en Ciudad Juárez. Desafortunadamente, esos son sólo tres de los más de 450 que se registraron entre 1993 y 2009. Según cifras del periódico local El Diario, entre enero de 2009 y agosto de 2011 se registraron 609 más, con lo que Juárez alcanzó la tasa más alta del país de homicidios contra mujeres. Lo peor es que esta trágica situación, palidece cuando se compara con las más de 12 mil personas que –según conteos del Semanario Zeta–, fueron asesinadas en el estado de Chihuahua, por la guerra contra el narco durante el gobierno de Felipe Calderón.

Lety en su camión con su inseparable Jenny Rivera.

Con esta situación de fondo, Lety y yo empezamos nuestro recorrido por Ciudad Juárez. Nos acompañaban las canciones de doña Rivera. Entre los pasajeros que se subían y un borracho que no quería bajarse y hacía enojar a Lety, fuimos pasando por la Frontera Baja, la Sarabia y otros barrios. Yo era como uno de esos chavos que van junto a los choferes, pero más bien escuchaba y observaba desde las ventanas polvorientas estos rumbos solitarios, con un paisaje empobrecido y olvidado. Podía suceder cualquier cosa en cualquier momento, cada vez que pasábamos por una calle era inevitable pensar en los muertos, de quienes ahora se habla en cifras. Como escribió la periodista Marcela Turati en su artículo Desde las cenizas de la violencia, “Se llegó a un punto en que la pila de muertos se volvió infinita”.

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A pesar del ambiente tenso, hubo buena química con la Lety, nos caímos bien. Hicimos cuatro recorridos de su ruta habitual; en el tercero, Lety me contó lo vulnerable que a veces se siente al trabajar en un camión desde muy temprano y hasta tarde, de todas las cosas que tenía que ver. En la cuarta vuelta nos tomamos una paleta helada y me presentó a algunas señoras, porque Lety o “Lola la camionera” (como la llaman) ya es conocida en los barrios por donde pasa.

Ese día acabamos tarde. Lety me invitó a su casa a cenar y me ofreció quedarme a dormir. Durante los recorridos en su camión y el tiempo que pasé en su casa, yo tomaba fotos y escuchaba las historias que me contaba.

Vista desde la casa de Lety.

Lety platicando con su hijo que es luchador y se hace llamar “El discípulo”.

Vice: ¿Cómo es que terminaste como chofer?

Lety: Bueno, hubo una temporada aquí en la que escaseó el trabajo, y luego andaba una "busque y busque". Así que uno de mis cuñados (él es chofer de la ruta), me dijo: “¿Qué? Aviéntate, yo te enseño”. Como yo tenía una bebé chiquita que nació prematura, y ya ves que una, por los hijos, es capaz de todo; entonces dije: “Ya tengo la oportunidad aquí, pues sí, me aviento”. Y sí, entrené dos días y tómala que me dejaron trabajando.

¿Cómo fueron los primeros días, cómo te trataron los machos camioneros?

No, pues empezaron a darme carrillón, a insultarme, a decirme machorra; querían que corriera del trabajo, pero pues no. Soy de esas aferradas que hasta que logro lo que quiero no me doy por vencida, busco la manera de aguantar.

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¿Cómo te hiciste respetar?

Me los cacheteaba. Uno de ellos empezó a meterme polilla con mi patrón, me hacía chismes, así que fui y lo enfrenté. Le dije: “¿Cuál es el problema conmigo, o qué sientes, dímelo a mí, ¿para qué le dices al patrón?”. Traía mucho coraje y le di unas cachetadas. Santo remedio, de ahí para adelante ya todos me respetaron.

¿Cuáles son las colonias que recorres todos los días?

La Frontera Baja, la Estrella, la Sarabia, el Retiro, la Mesa, el Rancho, el Poleo y el Centro.

¿Ha aumentado la violencia durante los últimos años?

Me tocó una vez que querían bajarme a dos muchachas del camión. Unos de un carro las querían bajar. Pensé que podía salvarlas, bueno… y me arriesgué. Entonces llamé por radio a una patrulla, porque ellas me pedían llorando: “No dejen que nos bajen, chofi”. Con tanta desaparición y tanta cosa que estaba pasando, pensé que a lo mejor les querían robar. He visto tanta cosa que ahorita ya no sé ni en quién confiar. Por ejemplo, me asaltaron unos chavalillos que eran pasajeros, y antes de ellos unos oficiales que supuestamente venían a cuidarnos. Yo trabajaba de noche, entonces dijeron que yo traía droga en el camión. Les pregunté que por qué; yo me sentía bien porque no traía nada: ni fumo ni tomo, no traigo ningún vicio. Ellos dijeron que cuando yo iba manejando, traía droga abajo. Yo dije: no puede ser. Y me dijeron que ellos no me podían tratar como a un hombre pero que andaban buscando dinero. Me quitaron todo lo que traía, lo de la inscripción de la secundaria de mi hijo, lo de la bolsa, lo de la cartera; se lo llevaron todo.

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Ciudad Juárez de madrugada.

¿Qué es lo que más te da miedo de ser mujer y trabajar como chofer?

Pasamos por una racha en la que hubo muchos atropellos, ahí por la Mina. Ahí atrasito pasa mucha gente, se atraviesan, y ése es mi miedo ahorita. Uno de los choferes atropelló a una señora y la mató, y ahora la traen contra todos nosotros.

¿Cómo te conocen en las colonias? 

Me dicen Lola: “Ahí viene Lola”, “Ya pasó Lola”, “Y qué Lola, ¿me das un rait?” [risas]. Soy Lola la camionera.

En tu ruta pasas por algunas de las colonias más peligrosas. ¿Qué has visto por ahí? 

He visto que se llevan a muchachas. A la fuerza, las suben a los carros, les tapan la cabeza con chamarras y bolsas, y se las llevan. He visto cuando matan… Por la iglesia de Santa Cecilia, un día iba llegando cuando unos de un carro se pararon y llegaron a matar al que estaba despachando ahí. Estaba otro con él, alcanzó a correr, pero también le tocaron balazos. Pasé y me fui derecho. Ya cuando pasan las cosas nomás lo que hago es salir corriendo.

Cuando me tocó una balacera entre oficiales y sicarios ahí en Las Moras, no pensaba en mi vida, pensaba en poner a salvo a la gente que yo traía en el camión. Ese día yo venía del rancho. Cuando iba a llegar a la Chiripa [una glorieta en el noroeste de Ciudad Juárez], me dijeron que me fuera del lado de la calle porque había una balacera, entonces dije: “Bueno, me voy por acá del lado de los cerros”. Y ándale, que cuando me fui por los cerros había otra balacera allá arriba de Las Moras, y los oficiales se escudaban en el camión. Se tapaban; yo iba avanzando con el camión y ellos avanzaban con nosotros. Se oían balazos pa’ todos lados.

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¿Qué haces en tus días de descanso?

Descanso en la ruta, pero aquí en la casa no. Aquí me la paso limpiando y haciendo de comer.

¿Qué sientes que es lo más peligroso de Ciudad Juárez?

Lo que me da miedo es cómo estamos con la policía. Porque a veces está uno en el lugar equivocado.

Me contaste que una vez los asaltó un oficial en tu casa…

Una vez estábamos dormidos, creo que balacearon a unos [oficiales de] tránsito y entonces empezaron a peinar el área de la orilla del río. Estábamos dormidos y llegaron los policías, tumbaron la puerta de una patada, se metieron en la casa y nos pusieron la pistolota en la cara. Nos gritaron que nos levantáramos porque andaban buscando a unos sicarios. Registraron toda la casa, le robaron un celular a mi hija, nuestro dinero y todo lo que pudieron echarse a la bolsa. Se llevaron lo poquito de valor que teníamos.

Lety recorre todos los días algunas de las colonias más peligrosas, como Lomas de Poleo.