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Logré salir de Acapulco pero hay miles de familias guerrerenses que perdieron todo

La periodista deportiva Patty López de la Cerda nos envió una crónica de su viaje a Acapulco, en medio de la tormenta ‘Manuel’.

Fotos cortesía de Patty López de la Cerda.

El pasado viernes 13 de septiembre, nos tomó siete horas conducir de la Ciudad de México hasta Acapulco para pasar el puente allá en compañía de mi mejor amiga y su familia. En el tramo de la carretera después de Chilpancingo estaba lloviendo intensamente pero ninguno de nosotros imaginó que eso era la tormenta Manuel.

El sábado empezó a llover desde temprano y durante todo el día. La única complicación que tuvimos fue que durante la pelea de Mayweather vs. Canelo la señal de televisión era intermitente. Fue hasta el domingo que empezaron los problemas. Despertamos sin luz, sin agua, sin línea de teléfono y con una tormenta constante que empezaba a inundar las calles. Aproximadamente a las dos de la tarde, pudimos ver a lo lejos que el campo de golf de un hotel cercano estaba completamente inundado.

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Al principio no me preocupaba la lluvia, pero conforme pasaba el tiempo el agua continuaba subiendo sin parar y entre amigos tuvieron que crear un pequeño dique rompiendo la banqueta para poder sacar el agua y así evitar que treinta autos y camionetas se quedaran inundados en el estacionamiento del condominio. A algunos hombres que intentaban mover sus coches, el agua les llegaba al pecho.

Todo empezó a complicarse porque al no haber luz, la comida que quedaba en el refrigerador se estaba echando a perder. El agua para tomar poco a poco escaseaba así que tuvimos que tomar medidas de prevención para administrar las cosas que quedaban de comida y líquidos.

Al ver la situación y sobre todo que no sabíamos qué iba a pasar en los siguientes días, yo sólo quería regresarme al Distrito Federal lo antes posible.

Tenía un vuelo programado para el domingo a las 7:30 de la noche, pero era imposible llegar al aeropuerto por las inundaciones. Dos amigos que tenían boleto para el mismo vuelo se lanzaron por la playa, casi nadando, en traje de baño y con sus documentos importantes en una bolsa de plástico. Lograron llegar al aeropuerto y salir hacia Toluca, ese fue el último vuelo porque horas después las pistas se inundaron y el aeropuerto fue cerrado.

La gente que trabaja en el condominio en el que nos estábamos quedando no tenía cómo regresar a su casa, así que nosotros nos acomodamos para que algunos pudieran quedarse en los cuartos, además de prestarles celulares para que intentaran localizar a sus familiares, muchos de los cuales estaban en la sierra de Guerrero.

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Al día siguiente, algunos amigos fueron al súper. Después de una fila de cinco horas, nos compraron latas de atún y agua embotellada. También conseguimos mudarnos a un departamento que tenía luz y agua, para poder cargar los celulares, sacar un poco de comida que tenían en el congelador y asearnos. Todo pintaba mejor pero a la mañana siguiente ya había dejado de funcionar el refrigerador y de nuevo todo se echaba a perder. Tampoco había agua.

Por cuestiones de logística y considerando que estábamos en un octavo piso sin que funcionaran los elevadores, lo cual volvía complicado el asunto de llevar agua para los escusados desde la alberca, decidimos regresar a la otra casa. Las calles estaban menos inundadas aunque igual tuvimos que regresar caminando con banquetas llenas de agua. Todo los aparatos electrónicos los llevábamos en bolsas de plástico para evitar que se estropearan.

En el condominio en el que estábamos nos regalaron chilaquiles. Los celulares seguían sin tener señal ni internet, a excepción de los que tenemos Iusacell que por alguna razón estaba funcionando normalmente.

Durante horas intenté marcar a Interjet sin mucho éxito, pero después de un rato me contestaron y me confirmaron que quienes teníamos vuelo para esos días podríamos viajar de regreso a la Ciudad de México, aunque no se tenía hora ni fecha. Así que sin saber nada, agarré mis cosas y me fui sola en un camión que salió del Hotel Princess hacia la zona donde se estaban concentrando los pasajeros y donde se encuentra uno de los albergues para las personas que fueron evacuadas de sus casas.

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La logística era la siguiente: nadie sin boleto de Aeroméxico o Interjet podía pasar de la reja. Entrando nos dividieron en dos filas, por aerolíneas. Las personas que ya teníamos boleto tuvimos que hacer una fila de aproximadamente tres horas, para poder recibir un pase de abordar escrito a mano por parte del personal del Interjet. Había personas que trataban de colarse a la fila por todas partes, así que yo tomé iniciativa y moví algunas mesas que estaban ahí para formar una barricada y que nadie pudiera meterse.

Tomamos las riendas del asunto entre unos cuantos y logramos mantener todo bajo control. La gente obedeció a nuestras indicaciones, ya que en ese momento no habían autoridades cerca de nosotros y el personal de la aerolínea no se daba abasto en atendernos a todos.

En el momento en el que se confirmó el cuarto avión que iba a salir, algunos de nosotros fuimos llamados. De ahí pasamos a otra fila de tres horas para tomar un camión y llegar a la pista del aeropuerto. Yo traté de conseguir comida en un Oxxo pero todo estaba completamente vacío y terminé comiendo un pan y un poco de arroz que nos estaban regalando en el albergue. Ahí la gente estaba en colchones, con la ropa que traía puesta y nada más. Algunos militares resguardaban la zona.

Logré subirme al cuarto avión rumbo a la Ciudad de México. Pero miles de personas perdieron sus casas.

Siento una tristeza enorme por Acapulco: después de tantos problemas que se han registrado ahí con el turismo y la violencia del narco, las cosas empezaban a volver poco a poco a la normalidad y ahora pasa esto. Es el turno de ayudar a la gente de Guerrero que lo perdió todo; la situación es crítica.

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Lo que más se necesita es agua y comida. La Cruz Roja emitió una lista con las cosas que se están pidiendo y que se pueden llevar a la Cruz Roja de Polanco o en la Condesa. También el gobierno de la Ciudad de México el miércoles anuncio un centro de acopio que instalará en el Zócalo el día de hoy. Básicamente lo que necesita la gente son alimentos no perecederos como arroz, lentejas, sopa de pasta en bolsa, frijoles, atún o sardinas en lata abre fácil o bolsa, café soluble, verduras en lata abre fácil y azúcar.

A lo largo de mi vida he visto muchas películas de zombies, tsunamis y el fin del mundo, pero la verdad nunca me había imaginado sentir que estaba protagonizando una de ellas. Nadie se espera que algo como esto te pueda pasar en la vida real y de un momento a otro, eso te hace sentir completamente vulnerable, y te enseña a apreciar las cosas que tienes y que a veces das por un hecho. Ahora prendo el switch de la luz o la regadera para bañarme y tengo una sensación muy diferente a la que tenía hace una semana, junto con una responsabilidad muy grande de ayudar desde mi trinchera en todo lo que se pueda.

Sigue a Patty en Twitter:

@pattylopezdelac

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