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Viajes

Londres es el peor lugar del mundo

Nadie mejor para hablar mal de la capital británica, que uno de sus hijos.

Fotos por Jaime Taete, Laura Oliver, Bruno Bayley, Anis Ali y Pascaline de Foucauld.

El chico famoso del diccionario, Samuel Johnson, dijo alguna vez que cuando un hombre se cansa de Londres, está cansado de la vida. Puedes escuchar a cualquier taxista inglés que ahora viva en los suburbios diciéndote eso. Lo que no entienden esos sabelotodo con filosofía de bolsillo que citan eso cada que te quejas de las mortales partículas aéreas y de los cajeros automáticos que te cobran tres dólares por tener acceso a tu propio dinero, es que aunque Johnson era un tipo astuto, pasó su vida padeciendo el síndrome Tourette. Lo que significa que nuestro hombre probablemente pasaba el mismo tiempo diciendo estupideces involuntarias que diciendo perlas de sabiduría espontáneas.

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La cosa es que la mayoría de las personas en Londres están cansadas de la vida. Sólo tienes que ser testigo de las filas en el megatienda Westfield o la reacción a un bebé llorando en el metro para darte cuenta de que la ciudad está permanentemente al borde de sí misma. La gente puede vivir en Londres y estar cansado de la ciudad al mismo tiempo, porque —a diferencia de los tiempos del Sr. Johnson— Londres ya no es un lugar con una cuantas calles adoquinadas y una gran prisión. Ahora es la última metrópolis en un país en declive en un continente hambriento, una isla dentro de una isla rezumando sobre los condados como un imparable derrame de petróleo.

Crecí en esta ciudad, al igual que mis padres y mis abuelos. Puede ser un gran lugar para vivir, y, para ser honesto, quizá sería incapaz de vivir en cualquier otro sitio. Hay muchas razones por las que una de cada diez personas deciden hacer de esos 32 distritos su hogar, pero también hay muchas razones por las que la gente se rinde ante la vida y se muda al hoyo clasemediero que es Brighton.

Algunas de las razones son las siguientes:

Los lujosos pubs

En algún momento, los taberneros de Londres decidieron que no estaban felices con su lote. Pensaron que no estaban ahí sólo para proveer un santuario a las personas cuyos hogares son tan tristes que prefieren pagar dinero por tomar menos alcohol en un cuarto oscuro lleno de cirrosos enloquecidos. Los locatarios decidieron que querían educar a su clientela. Querían que aprendieran de los bocadillos y cervezas artesanales, para saturar sus narinas con el aroma de comida que no pueden pagar y verlos organizar juegos de mesa mientras se toman sus chelas de agua de lluvia checa de 7.50 libras.

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Al principio, estos lugares sólo existían en Muswell Hill y Sheen, pero ahora los pubs que ves en las cuadras de los miembros del consejo venden sándwiches con una palabra lujosa incrustada. Los de Wetherspoon tienen mala reputación por su mala decoración, sus huevos de microondas, y sus vasos de Grey Rage, pero al menos no necesitas un tercer ingreso para emborracharte con ellos.

La basura de West End

¿Te preguntas por qué ya nadie va a West End? Tal vez porque cada fin de semana, el área entre la Torre BT, y el letrero neón de TDK, Hyde Park y Centre Point se convierte en una fábrica que parece haber sido un mal sueño de El Bosco. De hecho, eso es injusto. No produce tanto como la gente que atrae; pasa una tarde en los barrios de las afueras y verás a todos acercarse a su blanco: tipos sospechosos con jeans y enojados porque los taxis no se detienen por ellos, Hummers rosas trasladando a mujeres a lo largo de Seven Sisters Road, hombres del Puerto Canario con las caras naranjas mientras el Tren Nacional llega lleno.

El juego empezó para la Zona 1; pronto sólo existirá como un infernal núcleo turístico, la ciudad se definirá por su extensión y su corazón será como Centre Parcs, pero con menos familias en bicicleta y más burdeles diurnos de pago por hora.

La mierda pintoresca

Hay apenas un rincón del Londres del viejo mundo que no ha sido cooptado por la clase de idiota que se suscribe a The Chap y pasa todo el verano quejándose del Shard en Facebook. Londres tiene una rica y triste historia sobre él, y poco a poco, cada parte suya se vende, desde una tienda no amueblada en Stokey, a nuevos papás que se visten como presentadores de CBBC y expatriados australianos con hambre de antigüedades. Ya tuvimos la depilación de bigotes, los bailes de salón, el opio (probablemente), y los marcos de las puertas, así que supongo que, si eres un imbécil, puedes esperar ansiosamente a que te dé cólera, gripa y un turno de 48 horas en una fábrica de niños obreros para navidad.

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Un síntoma de esta pintoresca basura pandémica es la magdalena, un alimento que se presenta como el más inocuo cerote de racismo arraigado aún hecho por el hombre. ¿A quién le gustan las magdalenas, de hecho? Son el tipo de cosas que te comes a medias en una fiesta de pueblo antes de dárselo a un perro.

Clapham

A pesar de los precios y de lo que te digan las estadísticas oficiales de la policía, Thamesmead y Edmonton no son los peores lugares de Londres. El peor lugar es Clapham. ¿Qué puede ser tan malo del frondoso y concurrido Clapham? Bueno, sobre todo la gente. Puede sonar injusto, pero sólo si nunca has pasado una aterradora mañana de sábado viendo a los fanáticos de Millwall peleando por las sales de baño detrás de la estación de Clapham. O un sábado por la tarde viendo a los chicos gringos jugando frisbee en área común. O un sábado por la noche viendo las sucesión infinita de australianos burlones mamados que intentan ligarse a tu novia.

No vayas a Clapham. No importa lo bueno que sea al Slug & Lettuce cuando te sientes atrapado en un tipo de película erótica estilo Grand Guignol.

"Ciclistas"

En la vida hay dos tipos de personas. Las que hacen algo, lo toman como una parte necesaria de existir y viven sus vidas, y las que se definen a sí mismas por lo que hacen. Esto diferencia a la gente que come comida de un catador, la gente que tiene blogs y los blogueros y, llevado al extremo, tal vez, las personas que andan en bici y los ciclistas.

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No tengo problema con ir en bici al trabajo. Es buen ejercicio, puedo ver partes de la ciudad que no podría ver en autobuses o el metro, y me hace sentir un poco menos como un idiota que destruye al planeta. Pero no exploto esa pequeña luz para hacerla una fogata forestal de mi rectitud personal.

Dicho eso, hay otros usuarios del transporte auto impulsado que son peores. Como los diseñadores gráficos que pasan sus días posteando tremendos chistes de Nathan Barleyen nuestra sección de comentarios y luego manejando por a "Glorieta Silicón" en miniscooters, o esa gente que pasa sus viernes pachangueando en las calles en bicis de fiesta mientras les gritan "idiota". Aunque es gracioso cuando pasa y puedes ver a machos beta enfadados echar chispas mientras desaparecen en la distancia, alejados y asustados por el inconsciente y burlón colectivo.

Londonistas

Hay un tipo de londinense (casi ninguno originario de Londres, extrañamente) que parece pensar que la ciudad es un gran RPG en el que pueden navegar sólo con un mapa de Time Out. La cantidad de veces que me he alejado de una fiesta desesperado por cafeína, proteínas y algún tipo de jugo de naranja para sanar mi cruda infernal, sólo para ser recibido con un "¿No has ido al Café Oto? ¡Deberías! el kitchiri de jamón es increíble". Hijo de puta, sólo quiero algo que esté caliente y no sepa a MDMA; no estoy interesado en el grasoso bocadillo glorificado-en-blogs con el que me intentas impresionar.

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El South Bank

Claro, hay algunos buenos paisajes que probablemente hayas visto en películas de Pierce Brosnan en su era de james Bond, pero en realidad, South Bank debería dejarse para turistas y finalistas de Britain's Got Talent. Es una idea de Richard Curtis en Epcot de lo que en verdad es Londres, una idea de ciudad aburguesada, diluida, sobreplaneada que, en realidad, es definida por su constante y furioso flujo. Parece un pueblo en miniatura hecho por un jardinero provincial que nunca ha estado ahí; claro, el Tate Modern, el British Film Institute, el Royal Festive Hall, etcétera son grandes instituciones, pero también hay pubs frecuentados por gente a la que le gusta el rugby y cientos de kioscos que te cobran cuatro dólares por una lata de Fanta caliente.

Cabaret alternativo

Hay dos grandes crímenes mediáticos de inicios del siglo 21. Uno es el escándalo Leveson, el otro es la perpetuación del mito del cabaret y de lo burlesco como algo más que mierda superior. Un mejor escritor que yo alguna vez describió los cabarets como "desnudarse con niveles A", y no podría estar más de acuerdo. Sí, estoy seguro que crees que es fortalecedor, estoy seguro que tienes algunas ideas condescendientes de las "mujeres de verdad", pero eso no excusa el hecho de que lo que haces apesta.

No sólo es tonto, también es deshonesto. Por alguna razón Londres se ha hecho el epicentro de este sinsentido: Time Out tiene una sección de cabaret, y las noticias de la BBC sienten la necesidad de hacer una historia de cada ex funcionario que se haya trepado a una gigante copa de martini. Al menos los raros de Spearmint Rhino no se hacen ilusiones de porque están ahí. Déjenlo al festival de Edimburgo, chicos.

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Turistas

Es fácil molestar a los turistas, pero realmente, ellos son los culpables de toda esta porquería. Y no estoy siendo xenófobo, familias de Rotherham (las puertas están abiertas, ¡solo pasen!) están probablemente peor que la gente que viene de fuera porque están más implicados. Son las personas que se paran del lado contrario de la escalera eléctrica, la gente que primero estuvo dispuesta a pagar 6.50 libras por una cerveza, la gente que va a ver Spamalot, la gente que justifica la monarquía en una sociedad democrática del siglo XXI.

Son los creadores del fresco infierno que vivimos, los instigadores, los Oppenheimers. Están por doquier y en ningún lado, ejércitos fantasma con mochilas rojas que nada más existen como un estereotipo errante, un demonio folclórico para los londinenses de tiempo completo en el cual poner sus quejas. Se van tan rápido como llegan, y su actitud de estar feliz de pagar nos manda al resto a dormir preocupados por la ducha fría de la mañana siguiente y el propietario tirando la puerta.

Hablando de eso…

El estado perpetuo de bancarrota (obviamente los precios están en libras)

Renta de un cuarto promedio en el centro de Londres: $800

Precio promedio de una cerveza en el centro de Londres: $5.66

Precio promedio de una comida para dos (con vino): $65

Tarifa de autobús: $3.89

Boleto de adulto de Odeon Leicester Square: $21

Aún así, supongo que es el precio que hay que pagar por no vivir en Skipton.