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Identidad

Los seguidores de un iracundo espíritu budista luchan contra el Dalai Lama

En las últimas dos décadas los seguidores de Dorje Shugden, un espíritu vengativo, han sido la pesadilla del movimiento tibetano y sus simpatizantes en todo el mundo.

Para ser un tipo soso vestido con suéter de lana y chaleco sin mangas, Tenzin Phunstok maneja muy bien.

Hablé con este joven político en un reciente viaje a Dharmasala, India, el epicentro político y espiritual de la diáspora tibetana, conocida a veces como la Pequeña Lhasa. Esperaba que él me pudiera ayudar a entender la creciente amenaza de discordia en la comunidad tibetana exiliada. Al igual que el Secretario General del Partido Nacional Democrático de Tíbet, Phuntsok cree más en la independencia tibetana que en la autonomía bajo el gobierno chino, lo cual lo aleja de la tendencia. No obstante, cuando lo entrevisté una mañana y le pregunté acerca de todas las facciones políticas y minorías religiosas que se me ocurrieron, él pasó por alto cualquier noción de fricciones internas con una sonrisa. A pesar de todas las diferencias, dijo, la mayoría de los tibetanos son devotos de la unidad.

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Sin embargo, él perdió la compostura por un instante cuando traje a colación a Dorje Shugden, un espíritu vengativo con pocos —pero persistentes— seguidores. Cuando le pregunté acerca de los budistas tibetanos políticamente activos que veneran a ese espíritu, Phuntsok lanzó un ataque: "Venerar a Dorje Shugden no es una religión", dijo. "Es como venerar un perro".

En las últimas dos décadas, este grupo —desconectado de los demás debido a un desacuerdo teológico bastante oscuro— ha sido un duro crítico del Dalai Lama y se ha convertido en el coco del movimiento tibetano y de sus seguidores en todo el mundo.

En 2008 y 2014 los miembros de la Asociación Occidental Shugden y la Comunidad Internacional Shugden, organizaciones de tibetanos y occidentales que veneran a este espíritu, ocuparon los titulares de los periódicos tras haber irrumpido en eventos en Estados Unidos en los que se encontraba el Dalai Lama. Los activistas coreaban: "¡Dalai Lama, deja de mentir!" y acusaron al monje de ejecutar una teocracia opresiva. Sus intentos por obtener atención se han vuelto excéntricos y desenfrenados, como aquél en el que consiguieron que la cantante brasileña Deborah Blando cantara "Dalai Lama Lament", una canción de odio en donde Shudgen se proclamaba como el chido.

Sin embargo, no todo son canciones raras. En 1997 la policía india implicó a los seguidores de Shugden en el asesinato de tres miembros cercanos al Dalai Lama. Dijeron que los atacantes pro Shugden entraron al monasterio del monje y confidente del Dalai Lama, Lobsang Gyatso, y lo apuñalaron a él y a dos de sus alumnos, Lobsang Ngawang y Ngawang Latto, quienes recibieron entre 15 y veinte puñaladas cada uno.

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Kelsang Gyatso, el monje detrás del Movimiento Moderno de Shugden, niega cualquier conexión entre sus seguidores y el asesinato. No obstante, el incidente llevó a que Robert Thurman —un profesor de la Universidad de Columbia, amigo del Dalai Lama desde hace mucho tiempo, y padre de Uma Thurman— llamara al grupo el "Talibán Budista Tibetano". Muchos tibetanos sienten una gran paranoia acerca de esta secta, pues sospechan —con poca evidencia— que podrían estar planeando un asesinato o colaborando con los chinos.

"Si sólo ves sus caras", me dijo Phunstok en un tono exasperado, "no puedes saber si son seguidores de Dorje Shugden o no. Puede que haya gente dentro del gobierno tibetano y de otras organizaciones que lo estén siguiendo secretamente. Simplemente no podemos saberlo". Tal especulación es bastante fuerte en Dharamsala, la fortaleza del movimiento tibetano.

Geshe Lhakdor, un monje gelugpa prominente y amigo del Dalai Lama en Dharamsala, India. Foto por el autor.

Es difícil obtener una respuesta concreta sobre qué es lo que los seguidores de Shugden creen acerca de cómo comenzó este lío, especialmente dentro las fortalezas tibetanas, en donde la secta es casi inexistente. Lo único que realmente los separa del resto de los budistas tibetanos es su veneración a Shugden. A pesar de que muchos budistas tibetanos creen en seres celestiales que pueden ayudar o dificultar las prácticas religiosas, no todos están de acuerdo en cuáles son los buenos y cuáles, los malos.

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Los devotos afirman que Shugden surgió para proteger a la escuela Gelugpa del budismo tibetano. El Gelugpa es una de las cinco escuelas que se distinguen por las diferencias en la interpretación de términos técnicos y en los modos de organización monásticos, las cuales son tan minuciosas que los externos a veces no pueden identificarlas. Debido a que el Tíbet alguna vez fue teocrático, con cada escuela fungiendo como un partido político que controlaba pedazos de territorio, los monjes frecuentemente peleaban por estos detalles. Shugden supuestamente ayudó a que el Gelugpa no se contaminara por las prácticas de otras escuelas y a que defendiera su posición como la más poderosa.

A pesar de haber sido el líder del Gelugpa (el templo donde se practica y que abarca otras comunidades dentro del Tíbet), el Dalai Lama anterior creó una campaña en los años treinta a favor de la unidad entre las escuelas en la que promovía la mezcla de las diferentes teologías para crear una identidad budista tibetana más integrada. Por tanto, los shugdenistas sectarios fueron reprimidos. Y, mientras que los gelugpa continuaron siendo la escuela con más adeptos, algunos monjes se enfurecieron y acusaron a su líder de falta de pureza teológica y debilidad política.

El Dalai Lama actual ha continuado con la lucha por la unidad desde que un diverso grupo de tibetanos fueron exiliados en los sesenta. Sin embargo, esto lo ha puesto en desacuerdo con una renaciente llamada a la pureza por parte un pequeño grupo de monjes ex gelugpa, quienes claman que su protector, Shugden, se vengará de aquellos que se mezclen con otras tradiciones.

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El monje gelugpa Kelsang Gyatso se separó de la corriente principal en 1991 y formó la Nueva Tradición Kadampa pro Shugden. Aunque él alegó que ésta sería tolerante con otras escuelas y que estaría abierta para los no tibetanos, terminó negándose a mezclarse con otras sectas. Las cosas se pusieron feas en 1996, cuando el Dalai Lama declaró públicamente que se oponía a la veneración de Dorje Shugden. El triple homicidio ocurrió un año después; un acto acorde con el espíritu de venganza.

"Es completamente normal que cualquier líder religioso diga: 'Creo que la manera en la que entiendes esta práctica religiosa está mal', dijo Robert Barnett, analista de política tibetana de la Universidad de Columbia. "Pero los tibetanos a la comunidad exiliada a su alrededor comenzaron a imponer prohibiciones en los miembros de la comunidad Shugden, sin importar que éstos fueran seguidores del Dalai Lama o no".

La oficina del Dalai Lama reconoce que algunos tibetanos efectivamente discriminan a los seguidores de Shugden, pero condenan esto y niegan que alienten tales acciones. Barnett piensa que no están responsabilizándose de las posibles interpretaciones de las palabras del Dalai Lama.

El mismo Gyatso sólo se dio cuenta de esto hasta 1998, cuando sacó a la Nueva Tradición Kadampa (NTK) de la lucha. Sin embargo, otros grupos Shugden aparecieron, frecuentemente con nexos con la NTK, para liderar una amarga campaña en contra del Dalai Lama en la que declaraban que éste era un supresor de los derechos humanos, un monje impuro y una mala persona en general. Algunos estudiosos como Barnett dicen que la secta entera (Thurman le llama culto, o sea una práctica menor), incluyendo a los muchos occidentales que se han unido, es un campo de entrenamiento para la creación de activistas anti Dalai Lama. "Es común que un nuevo culto cuasibudsita emerja y que muchos occidentales se unan a él", me dijo Barnett. "Pero lo que es realmente preocupante es que [los shugdenistas] también empiecen a tener la idea de que deben convertirse en activistas para derrotar al Dalai Lama".

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No se sabe cuántos shugdenistas hay en total. Algunos dicen que la mayoría son occidentales, otros insisten en que son tibetanos. Se estima que existen desde unos pocos miles hasta más de un millón de seguidores en todo el mundo. En mi búsqueda para rastrear todas las comunidades Shugden en Dharamsala, todas mis visitas, llamadas y entrevistas resultaron en vano. Esto no hablaba mucho de su prominencia dentro de la comunidad exiliada. Aún así, pensé que si visitaba uno de los cientos de centros internacionales de NTK podría saber si Barnett tenía razón al decir que los grupos Shugden están radicalizando a los occidentales para convertirlos en soldados anti Dalai Lama. Uno de estos centros, el Centro de Meditación Kadampa, está en la ciudad de Nueva York. Dentro de un edificio inclasificable a una cuadra del tren 1 de Chelsea, el centro shugdenista de Manhattan organiza una puja —u ofrenda devocional— mensual llamada "Tambor melodioso" que está abierta para el público en general. Decidí colarme.

El recibidor del centro parece la tienda de regalos de un ostentoso museo; está atascada de libros de Gyatso y de chucherías budistas baratas. Después de que el recepcionista me vio feo por admitir que era la primera vez que visitaba el lugar, me llevó a lo que parecería un centro comunitario soso si no fuera por la vitrina llena de Budas gigantes dorados que llenaban una pared y por un retrato de Gyatso sonriente. Al lado hay un enorme mural del mismo Shugden.

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Intentamos varias veces tomar fotos en el interior del Centro de Meditación Kadampa, pero no obtuvimos permiso. Aquí la fachada del edificio. Foto por Tim Schutsky.

Para poder vender la imagen de un protector iracundo a una audiencia occidental, pensé que la NTK intentaría disminuir la ferocidad de Shugden. Parece que no es así. En el mural, él monta un dragón envuelto en llamas con sus tres ojos brillando y enseñando los dientes, blandiendo una espada curva sobre su cabeza.

Frente a estos iconos había unas cien sillas plegables y varios cojines, sólo un tercio de los cuales se encontraban ocupados. Los congregados eran, sobre todo, clasemedieros y extremadamente blancos. Algunos de ellos vestían ropas tejidas artesanalmente. Otros claramente acababan de llegar de la oficina, listos para pasar tres horas y media de la tarde cantando al feroz guardián de un arcano linaje. Las ofrendas que se le hacían a Shugden no eran simple comida, sino chocolate orgánico Theo y totopos de maíz azul que probablemente fueron comprados en un City Market. Estoy casi seguro de que el té ceremonial era jugo de manzana. La mayoría de los asistentes había encontrado el centro por casualidad y sin tener conocimiento de las disputas que lo rodeaban o incluso de otras tradiciones budistas tibetanas —una recomendación de un maestro de yoga por aquí, una búsqueda de Google por allá.

Eso tiene sentido. Desde finales de la primera década de los dosmiles, la NTK ha nombrado a su práctica "budismo moderno". Ellos dicen ser budistas globales, más que tibetanos, y que están abiertos a todas las personas y a todos los niveles de devoción; su publicidad evita mostrar sus viejos conflictos con el Dalai Lama. Dicen ser simples devotos de las enseñanzas de Je Tsongkhapa. Ya que Tsongkhapa resulta ser el primer jefe Gelugpa, ésta resulta ser una manera disimulada de afirmar la pureza sin tener que meterse en problemas teológicos con los novatos.

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Pero la plegaria es un canto al espíritu en la que piden su ayuda con alabanzas como "su iracunda sonrisa" y "trompetas hechas de fémures". Yo aún me seguía preguntando por qué a nadie parecía molestarle pasar una tarde entera pidiendo perdón "y riqueza material" a un espíritu iracundo obsesionado con la pureza doctrinal de sus seguidores.

Tal vez los críticos tengan razón y el NTK es un culto que atrae a la gente con mensajes sencillos sólo para convertirla en protestante anti Dalai Lama. Es sospechoso que estos centros se enfoquen casi exclusivamente en vender libros de Gyatso y en recalcar el bien que hace donar para la NTK. (Algunos se preguntan si hay hippies desprevenidos subsidiando el movimiento anti Dalai Lama). Algunos grupos como los Sobrevivientes del Nuevo Kadampa —cuyo líder está loco, según la NTK— insiste en clasificar al NTK como un culto.

Pero ésa es una interpretación paranoica. La NTK es purista, por lo que es natural que los seguidores enseñen sólo a Gyatso. Ellos también se encuentran entre los budistas más accesibles. El canto de tres horas y media puede ser una experiencia adormecedora para cuerpo y mente, pero la NTK deja que la gente se menee, que se mueva y que se vayan y vuelvan cuando quieran. La oración es casi toda en inglés, lo que teóricamente la hace comprensible para todos. Más allá de solicitar la ayuda de un espíritu protector —lo cual no es algo inusual para las personas nacidas en un ambiente judeocristiano— lo que enseña la NTK en su mayoría es budismo simple: el sufrimiento, el nirvana y todo eso.

La ferviente devoción a algo, ya sea a Dorje Shugden o a Jesucristo, puede parecer algo escabroso si se le ve desde fuera. Algunos devotos pueden caer en un activismo corrosivo. Pero la mayoría de los mensos en centros de NTK alrededor del mundo no se van por ese lado. Es sólo una tradición de meditación en la que cayeron y que encontraron útil. Shugden y sus murales demoníacos son sólo una parte inofensiva de ello.

Entiendo las preocupaciones de Phuntsok, las cuales están ampliamente difundidas entre su gente. El futuro del Tíbet, y particularmente de los tibetanos exiliados, depende de la buena voluntad mundial y de mantener una cohesión social. Cuando los seguidores de Shugden atacan las corrientes principales del budismo tibetano, no importa cuán justas sean sus críticas, siempre dañarán la imagen santificada del Dalai Lama y desharán la unidad tibetana.

Me pregunto si el miedo al shugdenismo en Dharamsala podría ser un chivo expiatorio de las ansiedades generales en cuanto a la unidad tibetana y al movimiento independista que se acerca. Incluso si Phunstok tiene razón y seguir a este espíritu es como venerar "un perro", probablemente Shugden sea un perro que ladra pero no muerde.