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Cultură

Los Sid & Nancy de la poesía latinoamericana

Ludwing Zeller recortaba incunables, era más drogadicto que tú y estuvo presente cuando María Callas aventó un piano por las escaleras.

Como Sid & Nancy, como esas grandes parejas del arte que ha parido la cultura popular, nos encontramos con Susana Wald y Ludwig Zeller. Ella, artista plástica y traductora, nacida en Hungría en 1937 y él, nacido en Chile, en 1927 y llamado por algunos “el último surrealista chileno”, nos recibieron en su estancia de San Andrés Huayapan en Oaxaca, México.

Una de las muletillas del poeta chileno Ludwig Zeller dentro de una conversación es “naturalmente”. Así le contestó a un periodista que lo interrogaba sobre sus experiencias para crear poemas y collages experimentando con distintas drogas, como si eso fuera nuevo. “Naturalmente”, le respondió y le enseñó fotos de lo que hacían varios artistas en los sesenta luego de viajar en LSD.

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A nosotros nos dijo: “Las posibilidades creativas las veía hace cincuenta años y las sigo viendo ahora y las comparto con la gente que se acerca a mí, en una absoluta libertad”.

La artista plástica Susana Wald sugiere: “Dejar funcionar la parte de uno que no es consciente y que no juzga nada”.

En 2014, después de innumerables exposiciones, viajes, publicaciones, Ludwig Zeller y Susana Wald viven en una estancia “lejos del mundo” en San Andrés Huayapan, Oaxaca, donde se asolea una pintura monumental de Wald que pronto viajará a Chile. Tomamos limonada y ella asegura que su casa de cuatro talleres es “la escultura más grande” que ha hecho hasta ahora.

La casa tiene una terraza-galería en la que descansan algunos de los centenares de collages que ha hecho Zeller a lo largo de su vida. “Mira, para mí, digamos, es como una cosa muy natural, porque la imagen verbal siempre tiene un carácter un poco distinto, […] porque en el collage me tomo todas las libertades, no importa que sobre una piedra haya una cabeza grande de un hombre, todas esas libertades las aplico, ¿no?, y me dan una posibilidad de libertad”, dice.

Susana Wald y Ludwig Zeller se conocieron el 10 de mayo de 1963, en un día muy frío en la escuela de medicina de la Universidad de Chile, donde ella estudiaba fisiología del cerebro, tres meses después de que Zeller hubiese soñado con una mujer de nombre Susana.

En sus palabras:

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Susana: Hay un detalle curioso, él me dice: "¿Y cómo se llama usted?’’. Yo le digo ´Susana’ (aquí solo decía ‘S. Wald’, señalando el lugar donde estuvo el identificador de su bata) Él queda revuelto. Yo no entendía nada de nada.
Ludwig: Había tenido un sueño yo.
Susana: Y cuando trataba de analizar el sueño con una analista, no le encontraban ni pies ni cabeza y quedó archivado. Era un sueño que él había tenido tres meses antes. [Ludwig se ríe siniestro y pícaro].
Susana: Entonces él se acordaba de eso y yo no tenía ni idea ¿no es cierto?
Ludwig: Encontrar a una persona que uno ha soñado, con un nombre, de alguna manera, lo mueve interiormente, y ha sido muy especial, han pasado ahora casi cincuenta años.
Susana: Más de cincuenta.

El mito

VICE: ¿Es cierta la leyenda de que a Ludwing le decomisaban las tijeritas en las entradas de las bibliotecas públicas porque cortaba pedazos de libros incunables para incorporarlos a sus collages?
Ludwig: [Se ríe] A mí me ha tocado trabajar en el Ministerio de Educación en Chile, imagínate, así que era muy difícil… como te dijera… saber que eso se puede dar, pero que no lo ejerciera uno.
Susana: Ludwig andaba siempre con una tijera en el bolsillo.

En este terreno del mito, Wald contó en un coctel sobre el romance de juventud de Zeller con María Callas (1923-1977), la cantante de ópera más importante del siglo pasado quien, a la llegada de un usurero al lugar que compartían, desesperada, empujó su piano por las gradas, el cual rompió dos puertas al final de la caída y salió a la calle.

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Hay un poema de Zeller de su libro Amoroso y caníbal (Mantis Editores, 2009) donde persiste esta imagen: “Guardo apenas la foto de su perfil, el recuerdo del piano que rodó escaleras abajo y derrumbó las puertas, dejando ahí en mitad de la calle los dientes blancos y negros, su dueño, un prestamista lo anotó […] y cuando ya no recordaba, entendí que su hija era la suplicante, amarré en un trapito los olvidos, con ella salvé cuentas”.

Los extraterrestres

Si ustedes le tuvieran que explicar a un extraterrestre cómo hacen un caligrama, ¿qué le dirían?
Susana:Tenemos explicaciones ulteriores… Yo le diría: Aquí tengo una tijera, lo doblo con cuidado, lo doblo de nuevo, y entonces le meto energía, le muevo el papel, y sale, cluc, se cae un pedazo, haría un recorte y le pasaría la tijera al extraterrestre.

¿Alguna indicación más que le quisieras dar al extraterrestre?
Ludwig: Este es un recorte, este es un papel…
Susana: Pero eso es demasiado complejo para alguien que comienza.
Ludwig: Es complicado este trabajo, porque es un poema prácticamente.
Susana: Son como los copitos de nieve. La persona hace algunos cortes y no importa francamente cómo los haga, con tal que siempre entre y salga por el mismo lugar del papel por donde entró, esa es la única regla, y luego al abrir aquello…

Le pregunto a uno de los polis del pueblo si sabe que en Huayapan vive un famoso poeta chileno. “Sí lo he visto”, responde el joven policía que cuida con sus compañeros la pequeña plaza de ese pueblo minúsculo. “Aquí en Oaxaca viven muchos artistas pero a muchos no los vemos”, agrega.

En el Callejón de la Luna viven dos de los últimos surrealistas que le quedan a este mundo. De los de a de veras. Su casa es el paraíso que uno se imaginaría en uno de esos viajes ácidos.