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Gracias por su preferencia sexual

Macho calado: ya probaste y no te gustó, ¿o sí?

Un macho que fue y tuvo un encuentro homosexual pero que no lo definió como gay, sino que incluso le ayudó a cerciorarse que no era lo suyo.

Mucho antes de que se usaran términos como "heterocurioso", "heteroflexible" o "bicurioso", en mi cabeza resuena el eco del concepto "macho calado". Hace poco, en una reunión, hablábamos sobre la homosexualidad y, en particular, cómo había advertido que soy maricón. Mi respuesta era para uno de los del grupo, un chavo heterosexual y bastante atractivo, que decía no comprender cómo podían existir homosexuales que en una relación, o en su vida, exclusivamente penetraran. Para él, dijo como si estuviéramos en un confesionario: "si fuera homosexual sin duda sería el pasivo". Es decir, él que es penetrado. Como era de esperarse, después de esa declaración la noche se puso muy mexicana debido a la lluvia de albúres y dobles sentidos.

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En la cultura popular, un "macho calado" es un personaje que le da la contra al macho mexicano arquetípico. Un macho es un mujeriego, un hombre necio, fuerte, robusto, similar a un animal de sexo masculino y que está envuelto en una compleja red de significados adheridos a su figura romantizada, sobre todo en la época del cine de oro. Macho calado, sin embargo, podríamos decir que proviene del refrán "macho probado es macho calado", que sería un hombre que se atrevió a probar ciertas transgresiones sexuales y de género, que hizo cosas que otros no harían ni en su más sano juicio, pero que regresó excusándose de que no era lo suyo. Un macho que fue y tuvo un encuentro homosexual pero que no lo definió como gay, sino que incluso le ayudó a cerciorarse que no era lo suyo.

Este refrán alburea debido al adjetivo "calado". Como era macho, lo que sacó con meterse con otro hombre fue que lo calaran, que lo probaran, siempre refiriéndose a que fue penetrado por el otro. Nunca se escucha que este juego de palabras sea invertido al grado de decir que un homosexual es un macho calado justamente porque probó con mujeres pero no le gustó, no era lo suyo, no se sintió macho. Esto es impensable pues el doble sentido del albur requiere que haya una dicotomía machista en la que lo femenino (no sólo la mujer, sino cualquier palabra o elemento del campo semántico que sea convertible a mujeril, afeminado, delicado, fino, blando o débil) quede por debajo de lo viril.

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Para el macho, ¿qué es más débil que una mujer? Pues un homosexual. Y con homosexual me refiero al que en el acto sexual es penetrado, es decir, al que representa para los machos a la mujer, a lo femenino. O en otros casos el que se traviste, el que protagoniza una caricatura. Por eso, un "macho calado" es el personaje de aquel que fue mujer y que, aunque sea albureado como un castigo entre la tropa, volvió a ser hombre. ¿Cuáles casos tenemos a la mano? Es vox populi que los militares, los marinos o los mineros son considerados "machos calados" (sin derecho a réplica) debido a que en sus profesiones pasan largos aislamientos en los que no hay presencia femenina ni mucho menos cercanía con novias, esposas o sexoservidoras. Entonces, ¿qué queda? ¿Un amigo? Pues va. ¿Un travesti? Pues va. ¿Un travesti activo? Pues va.

¿Por qué un heterosexual se iría a la cama con otro hombre?, preguntaron en la reunión. Por heteroflexible, respondió alguien. O heterocurioso. O bicurioso. No descarto ninguno. Estos términos nos ayudan a tomar la temperatura de la época sociocultural porque suenan fancy, vanguardistas, ambiguas y simulan un estatus moral más elevado que adjetivos esquematizantes. Estas son palabras creadas por gente para autodefinirse. No son las típicas acepciones médicas como homosexual o ambisexual creadas bajo un estudio del comportamiento íntimo de una estadística de pacientes. Tampoco son palabras usadas para burlarse o señalar con un afán de segregación como joto, maricón, queer, mariposón o pulmón que son impuestas por el otro. Lo cierto es que tanto las identidades homosexuales como las heterosexuales nunca son de una sola definición. El espectro de gustos, preferencias y deseos es muy amplio en cada persona.

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Tengo amigos heterosexuales a los que les encanta sentirse admirados tanto por mujeres heterosexuales como por hombres homosexuales, travestis o transexuales. Disfrutan que los otros admiren su belleza y eso (no sé cómo ocurre pero lo he presenciado) los pone en un plan seductor que a veces se les sale de las manos. Muchas veces terminan huyendo porque no pueden con el paquete. Han pasado barreras que quizá sobrios o en otro sitio no hubieran cruzado. En España llaman heteroropero al hombre heterosexual que le gusta provocar a hombres gays, sobre todo aquel al que le gusta sentirse deseado por su propio sexo sin importar que sean sus amigos, compañeros de trabajo o sujetos que se topan en el transporte público.

La frecuencia de este comportamiento homoerótico en individuos que no se identifican como homosexuales, según el estudio de la doctora Diana Fleichman, se debe a la progesterona que proporciona al humano un valor adaptativo potencial. La progesterona es una hormona que actúa como una herramienta para forjar amistades masculinas creando lazos fuertes y amistosos entre los hombres jóvenes, lo cual ha sido muy beneficioso en el trabajo en equipo desde épocas pasadas para los cazadores, recolectores y ahora en el ámbito empresarial. Este estudio explicaría por qué muchos hombres tienen experiencias homoeróticas con amigos en la adolescencia o en temporadas de extrema cercanía donde no hay mujeres a la vista. Hombres que se desean entre sí. Y más, se cumplen los deseos.

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El "macho calado" recrea la fantasía de estar con otros hombres explorando la parte femenina de su sexualidad. Incluso para algunos los sentimientos sólo pertenecen a la mujer. Pero cuando se trata de burlarse del otro, la picardía mexicana no respeta edades, ya que un "macho calado" puede ser un hombre adulto que fue al urólogo por un examen de próstata, pues dice el chiste: "es mejor que te metan el dedo a que metan la pata". El "macho calado", en cierta manera, duda de su sexualidad y juega a probar si le va a gustar o no. Recordemos El lugar sin límites, película de Arturo Ripstein, cuando Pancho (Gonzalo Vega) le dice a la Manuela (Roberto Cobo) luego de bailar y que ésta le de apenas un suave beso: "Un hombre tiene que ser capaz de probar de todo, ¿no cree?" Pero enseguida se arrepiente pues el cuñado le reprocha: "¿Qué pasó, cuñado? No sea joto".

El grupo Los Audaces del Ritmo tiene una canción homónima de gran picardía y parodia, con esa vuelta de tuerca mexicana, que habla en primera persona de un macho del que "piensan que yo soy un gay", pero están muy equivocado "soy un macho a toda ley". Escuchamos cómo su lado femenino es justificado por una cuestión divina diciendo: "soy un poco delicado porque así lo quiso dios", sin más ni más. Y en el estribillo cantan: "Macho calado / Ese soy yo / Macho calado / Ya probé y no me gustó". Un estribillo bastante pegadizo, que se repite dos veces, y en la segunda vuelta el último verso es dicho con fingida voz afeminada. Las andanzas continúan del protagonista de la canción desayunando a solas, yendo al mercado, vistiendo sensual en las fiestas y pintándose las cejas. A pesar del riesgo de ser tomada como una injuria, la canción se salva debido a que está interpretada en primera persona, justamente como la historia dice que debe ser el "macho calado", un hombre que reconozca que fue a la Villa y se sentó pero no le gustó. Sin embargo, hacia el final de la pieza musical es cuando hay una vuelta de tuerca. Cuando Los Reyes del Ritmo corean "Macho calado", la fingida voz afeminada grita para despedirse "Bueno, ya probé y sí me gustó".

¿Ustedes ya probaron? ¿Sí o sí?

Sigue a Óscar David:

@OscarDavidLopez