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Visité las cloacas del internet y hay mucho más que armas y porno

¿Pedofilia? ¿Compra-venta de drogas? ¿Fotos robadas de gente desnuda? Dos semanas paseando por la deep web, la red libre de la vigilancia.

Captura de pantalla de la película Open Windows.

Este texto fue publicado originalmente en VICE España.

Día 1

Son las seis de la mañana y en medio de la oscuridad me cubro con el edredón. Estoy en la cama de mi propia casa, en camisón, y la oscuridad no es únicamente metafórica. Frente a mí brilla la pantalla de la computadora con cuatro pestañas abiertas. El resto de la habitación está oscura.

—¿Hola?—, pregunto.

(silencio)

—¿Estás ahí?

(silencio)

Estoy hablando sola. Tanteo y toco el teclado.

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La persona que me va a conectar a la deep web me dejó sola justo cuando íbamos a acceder al Otro Lado. Tengo miedo. Me siento como en la frontera entre Francia y Alemania en 1943, con el salvaconducto en la mano. Como la niña de Poltergeist frente a la tele. Hay tantas metáforas para explicar a una analfabeta digital que podría seguir eternamente. Lo cierto es que el desamparo es total. A, mi asesor en este trance del paso al lado oscuro de la red, lleva acompañándome pacientemente durante horas vía Skype para guiar nuestro acceso. Se ve que entrar en la parte profunda del internet, la red libre de la vigilancia que todos conocemos, no es sencillo. Normal.

Seguí las indicaciones de A para descargar los protocolos y las llaves que crean correos electrónicos cifrados para facilitar el trabajo y las etiquetas para la entrada a la deep web. Francamente, aún no sé muy bien lo que son las etiquetas ni para qué sirven. Solamente obedezco, con la misma premura de cordera con la que la gente como yo acepta las políticas empresariales de las redes sociales, entregando si hace falta mis riñones y el nombre de mi primer vástago a cambio de poder subir fotos de gatitos a la red. La deep web viene a ser como las profundidades abismales de Internet. No sabemos muy bien qué hay por ahí, aunque se dice que es posible encontrar pedofilia, tráfico de armas y compra-venta de drogas. Por lo que muestran los medios de comunicación, la deep web es un mercado negro peligroso si no te sabes guiar.

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Por otro lado, la deep web navega entre las turbias aguas de lo legal. ¿Es ilegal conectarse a un sistema dónde ocurren todas estas cosas? No. La deep web simplemente ofrece protocolos no cifrados de navegación, sin vigilancia. Teniendo en cuenta las últimas noticias —tanto los desnudos de celebridades, como la frivolidad con la que se revelan las fuentes secretas que antes se protegían con mucha más seguridad—, la privacidad se ha convertido en algo codiciado pero difícilmente aprensible: cuando más la deseas, más fácilmente se te escapa. Así la industria tecnológica ofrece maneras para simular esa privacidad —snapchat, o cuantas maneras tenemos de mandar fotos en bolas y esperar que nadie haga una captura de pantalla—, pero no necesariamente la seguridad que esto conlleva. Mientras tanto, Tor, la red de routers a través de la que nos conectamos, ha doblado su contenido anónimo en la deep web durante el último año. Tal vez esa sea la regla que aprendimos a principios del siglo 21: seguridad y privacidad no van de la mano.

Finalmente, cuando entro, accedo a mi primer contenido en la temerosa red. Oh, Dios Santo. Frente a mis ojos, la aterradora visión de un anuncio de sombra de ojos.

Día 2

Pese a que en nuestro imaginario pueda tratarse de una cueva oscura dónde se resuelven los secretos del universo, en realidad la deep web se parece bastante al internet de los 90. Es decir: como se trata de contenido que no está ordenado según los criterios de un buscador potente, y tampoco tiene dominios como los conocemos —no vamos a encontrar www.hackers.com—, tienes que fiarte de interminables listas de enlaces que hacen el trabajo por ti. La deep web se parece bastante a la web antes de Google: enlaces largos, ausencia de diseño gráfico y mucho foro freak.

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Captura de pantalla de Tor.

Esta explicación previa puede servir para contar por qué lo primero que veo es a una modelo pintándose los párpados. A través del buscador de TOR accedí a una cosa que se llama The Intel Exchange Forum, dónde se da información sobre "actividades ilegales, energías alternativas, teorías de la conspiración y hackeos". Ok. Hackers, pienso, actividades ilegales, vengan con mamá. Doy click en un link que resulta ser un youtube con publicidad —he aquí la sombra de ojos— y cuando comienza a funcionar el enlace veo que es un comentario sobre cómo usar «Intel» de la manera más segura. Cae mi primer mito: la deep web tiene muchas movidas que la convierten en un espejo de la web que conocemos.

Pruebo otro link muy visitado en el foro de Intel, con el título: "Beneath VT". Promete pasadizos y secretos revelados y en la realidad se trata de una web que proporciona información sobre el sistema de túneles de ventilación de la Universidad de Virginia. Se ve que a la gente le gusta pasear por ellos de noche, y en "Beneath VT" te ofrecen un mapa de las mejores rutas y excursiones. Hay incluso un diario de visitas para ir con tus amigos a pasear por los túneles de ventilación. Qué buen plan. Busco un poco más entre los enlaces y doy con un intercambio de archivos musicales. De repente, como si fuera mi propia magdalena de Proust, vuelve hasta mí la era del p2p y retrocedo diez años para ver si descargo lo último en… lolicore. Después de asegurarme de que solamente se trata de música, tengo la opción de subir o descargar los mejores temas de artistas como Lolishit o Bloody Vomit Bukkake.

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Día 7

El proyecto finlandés Ahmia, en favor de la transparencia de datos y los derechos humanos digitales, indexó webs ocultas en Tor —y a su vez creó un software que garantiza el anonimato en la red, un derecho fundamental para el proyecto—. Lo que Ahmia encontró no es agradable: el destino más popular es Pinkmeth, una web de revenge porn, dónde los usuarios publican material explícito de los sujetos sin su consentimiento. Es decir: lo más popular en la deep web es un servicio que humilla a las mujeres en su más clásica versión: "miren qué puta era mi ex". Aún así, los dos siguientes servicios hacen honor a un lado de la deep web menos conocido y posiblemente más humanizador: el foro de Anonymous, el directorio Hidden Wiki —que almacena y actualiza links a otras webs ocultas, un servicio imprescindible en la deep web— y el foro IntelExchange.

Así, buscando conocer lo mainstream dentro de la deep web, ahí voy, Pinkmeth. Nótese que TOR es más lento que un servidor normal, así que la anticipación me corroe. Siento estar traicionando a todas las mujeres mientras espero. Y ahí está: una suerte de Airbnb de chicas desnudas. Veo a Katie Winsted, de Cincinati, Ohio, sin ropa, en diversas posiciones sugerentes probablemente dedicadas a una pareja. El sitio también ofrece los datos personales de su perfil de Facebook y Twitter. Debajo, el usuario 8RgvaTwY dice: "fea". Usuario h0dhEMUM: "sí me la cojo". Y el más punzante, del usuario spxG8nA: "Éstas son mis fotos. Ése es mi nombre. No las publiqué yo y me gustaría QUE LAS QUITARAN". Durante una milésima de segundo me pregunto si el comentario es real o está hecho para calentar más a la audiencia. En el perfil de Shayla Campbell, de Leeds, los comentaristas animan al resto a subir una foto de la vagina de Shayla a su página laboral de Facebook. Lo más sorprendente y aterrador es que Pinkmeth estaba en la internet que conocemos hasta que empezaron a aparecer fotos de famosas. Bienvenidos a las cloacas.

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Día 10

Me lleno de confianza. Paso de una web a otra como si fuera mi casa, y empiezo familiarizarme con algunos códigos. Por ejemplo:

1. Muchas páginas no se cargan directamente, hay que copiar y pegar en el navegador.

2. Lo mejor para buscar algo es DuckDuckGo, un buscador que no viene por defecto en Tor.

3. Esto está lleno de gente sola.

Para contrarrestar esta sensación, necesito hablar con alguien, así que me hago de Torbook, el Facebook de la red Tor. La red social es una réplica exacta de Facebook, salvo por algún detalle que te hace pensar que estás en una web de contactos: la red te avisa cuando alguien visita tu perfil. Además de eso, compruebo que la gente por aquí tiene cierto gusto obsesivo por lo gótico. Los fondos de muchos perfiles son negros y con encajes. Los avatares tienen la cara empolvada y blanca, y labios rojos sangrantes. Decido acercarme a un perfil con la máscara de Anonymous, llamado Books 4 The Underground. ¡Libros! Creo que podremos ser amigos. Su muro está abierto, y compruebo que todo son fotos de chicas en bikini. Y que se masturba sobre las fotos. Ah, criatura.

Día 15

Finalmente entiendo las reglas y extraigo una conclusión: la deep web es una suerte de espejo, a ratos oscuro, a ratos funcional, de lo mejor y lo peor. Hay quien trabaja por el bien común, compartiendo en foros los códigos para que la humanidad avance. Ellos son los que actúan como guardianes de las instituciones y las corporaciones, mejorando las infraestructuras y también planeando ataques. El activismo en la deep web es amplio y sin jerarquía: la información se comparte porque, precisamente, así se ha hecho siempre.

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Después está todo lo demás: servicios paralegales o directamente ilegales que pueden ofertarse ahí como antes se conocía de boca a oreja. Es cierto, resulta mucho más crudo leer una página dónde te explican cuánto cuesta la vida de una persona que escuchar la frase: "yo conozco a alguien que conoce a alguien", pero así es, el mundo puede ser un lugar cruel en el que hace mucho frío.

En gran parte, aquí, se trata de matar al mensajero. La ignorancia de los medios de comunicación y el analfabetismo techie han creado dos fenómenos, la sobredimensión del nerd metido en una red paralela y la estigmatización de la red. La lógica dice que es debido a los casos que han salido a la luz: los mercados de compra venta de drogas como Silk Road, Evolution o Agora, la revelación de números de tarjetas de crédito o la filtración de desnudos de famosas hacen que lo que el gran público conozca es precisamente que la red es sucia e ilegal. Y, en parte, tienen razón.

Más allá, todo es anecdótico: el Twitter de Tor, el Café al Final de la Galaxia, dónde se reúne la gente a discutir sobre cualquier cosa, la red social para asociales… todo esto mantendrá el interés del público mientras la deep web sea una novedad y mantenga su misticismo de peligrosidad y espionaje industrial. Por lo demás, la red profunda es, en un 90% un lugar de almacenamiento de datos que no son públicos porque, precisamente, son privados y poco más.

En el fondo, muy en el fondo, la deep web es mainstream y nadie lo sabe porque a nadie le interesa leer más allá. Mientras esto no se aclare, seguirá apareciendo en la prensa como La Red de Sandra Bullock: un lugar de malhechores que te espían porque pueden hacerlo.

Mientras pienso en todo esto, veo que no había leído bien una de las recomendaciones para usar la red: no hay que permanecer en Tor más allá de lo estrictamente necesario. Yo llevo dos semanas. Así que, tranquilamente, desconecto el ordenador, abro una cerveza y espero a que llegue el FBI.

Lucía Lijtmaer es autora del libro Quiero los secretos del Pentágono y los quiero ahora (Capitán Swing).