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Sexo

Mi esposa es una muñeca inflable

'Mis muñecas tienen presencia física. Su personalidad también es real'.

Carla, una de las esposas de Jaime Raúl Márquez* está enterrada en el Parque Nacional en el centro de Bogotá, Colombia. Era una muñeca despampanante cuyo color de cabello y lencería cambiaban ocasionalmente en función a los antojos lascivos de su compañero, pero le ganó la pasión. Después de un orgasmo, en una experiencia catártica, murió. Literalmente se desinfló. Su dueño inició el luto de la forma más lógica que encontró: “La voy a enterrar para olvidarla”, se dijo. Vistió a Carla de negro, la empapó de perfume con feromonas y la llevó al parque bogotano. “Probablemente ya se cayó la cruz que puse encima de la tierra”, dice.

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Hace poco me enteré de que muchos hombres rechazan una compañía “real” y se refugian en los brazos de una muñeca inflable o lovedoll. Su temor para interactuar con mujeres “orgánicas” convierte a las sintéticas en compañeras ideales. Las “reales” dejan de ser prospectos: son entes extraños que no tienen atractivo sexual.

En países de Europa o Norteamérica el tema es más abierto, según me cuenta Matt McMullen, dueño de la compañía Abyss Creations e inventor de las Realdolls. Hay compradores que “las coleccionan o las compran como musas para fotografía u objetos de arte, las toman como verdaderas compañeras en público. Algunos las llevan a la playa y otros de picnic, como el grupo iDollators”. No big deal, dice McMullen. Otras parejas quieren explorar su sexualidad haciendo tríos, o hay mujeres que quieren tener una Barbie gigante. De hecho, ellas son más mentales; piensan más en la ropa y en su carácter.

Laura Pacheco, psicóloga investigadora de la Universidad Nacional de Colombia en problemáticas sexuales, me explica que lo que se crea en estos casos es una relación narcisista “donde el otro es lo que yo quiero que sea, en donde lo idealizo y lo impregno con características que no tiene: irreales. En otras palabras, es una relación consigo mismo”.

Al enterarme de que Jaime Raúl forma parte de este grupo de enamorados de las lovedolls, lo busqué en su casa en Bogotá para conversar con él. Terminó por compararme con una de las muñecas que había tenido antes, según él, por los ojos grandes. Pero, nada como una muñeca que lo “quiera de verdad”.

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VICE: ¿Cómo nació tu pasión por las muñecas?
J.R.: Mi matrimonio andaba muy mal y mi esposa tenía celos de mujeres imaginarias. Todo era rutina. Llegaba a la casa y me recibía con quejas y regaños. Una vez discutimos y terminé abandonando la casa en la madrugada. No tenía planes y me fui a un cine para adultos. Después empecé a frecuentarlo los viernes y sábados. Luego los martes, miércoles y jueves. Las películas me hacían sentir vivo. No tenía que rendirle cuentas a nadie. Después de divorciarme continué frecuentando los teatros. Hasta terminé soñando con las protagonistas de las películas. Intenté tener relaciones pero eran muy furtivas. Un día fui a un sex shop y me ofrecieron la primera muñeca, de las simples, las que parecen una bomba. De eso hace ya cinco años.

Las mujeres que imaginaba tu esposa se volvieron reales.

En parte. Lo que pasa es que las mujeres con las que me imaginaba estaban sólo en su cabeza. Mis muñecas tienen presencia física. Su personalidad también es real.

¿Una muñeca es una compañera ideal?
No. Pero yo me cansé de las mujeres de carne y hueso.

¿Qué te cansó?
Mi matrimonio parecía una hermandad después de quince años, por ejemplo. Mi esposa y yo teníamos relaciones sexuales, por mucho, una vez al mes y por lo general terminaban en peleas o el retome de quehaceres hogareños. Yo me cansé. No podía ser el esposo ideal y mi esposa menos. Mi hijo ya estaba grande, así que dejé la casa y me fui a vivir solo a un departamento.

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Desde entonces tienes el apartamento para ti y tus muñecas.
(Se ríe) Junto a ellas he pasado las mejores noches de mis 48 años.

¿Cuántas esposas has tenido?
Incluyendo a mi esposa orgánica, ésta es la cuarta.

Habláme de tu primera lovedoll.
Yo empecé con una muñeca simple, de las que tienen tres aberturas, pero no era buena. Era de la fábrica china Jiuai. Entre las dos primeras, de la misma fábrica, no sumaron ni tres meses. Con la segunda me dio mucho remordimiento porque pagué como 400,000 pesos (2,800 pesos mexicanos) y me salió rota por la parte vaginal. Obviamente no hay cambios, ya que es un masturbador.

¿Y entonces qué hiciste?
Encontré un sex shop en el Centro Comercial Galerías donde me atendieron muy bien. Se llama WOX. Luz Marina, la vendedora, fue muy amable. Incluso, para que me diera más confianza, me contó su experiencia. Me dijo que ella también tenía su muñeco inflable: lo escondía debajo del colchón para que no lo vieran sus hijos.  Ella me enseñó a cuidarlas, darles gusto y tratarlas “como a una nena”.

¿Cómo se trata a una “nena”?
Uno se deja llevar por las pasiones y se olvida que está con una muñeca. Luz Marina me dijo que era muy brusco, les daba muchas vueltas y por eso se rompían. Yo trabajo reparando fotocopiadoras en los pueblitos de Cundinamarca, entonces me llevaba la muñeca doblada en la maleta y un día se pinchó. Me fui a una vulcanizadora y conseguí un par de los parches que le pegan a las llantas y del pegante para las mismas. También fui a una papelería y compré cinta, pero se me desinflaba.

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Cuando pude ahorrar y comprarme una nueva muñeca, Luz Marina me recomendó una más fuerte, Carla, y me enseñó a consentirla: a comprarle aceites esenciales y hacerle masajes. También me dijo que le comprara ropa interior y perfumes con feromonas. Yo le dije que me acompañara a comprar la ropa, pero ella no pudo y me tocó ir solo. Fui al almacén Los Tres Elefantes y conseguí una peluca negra y otra rubia, lencería con almohadillas, panties y hasta esmalte para uñas. Las mujeres me miraban como si fuera un depravado. Pero solo compraba lo que necesitaba mi mujer.

¿Cuánto tiempo duró tu relación con Carla?
Un año y unos meses. Seguí los consejos de Luz Marina y no la llevé a ningún viaje. Carla fue muy especial para mí. Cada vez que podía le compraba lencería roja y negra. También le compré maquillaje y esposas, con las que jugábamos, y le contaba mis experiencias diarias como a una amiga.

¿Qué le contabas?
Lo cotidiano: que me habían tratado mal en un pueblo o no me habían pagado, que el viaje había sido muy tedioso.

¿Qué ventajas te da una lovedoll?
La ventaja de tener una esposa de este tipo es que puedes ser tú mismo sin lastimar las expectativas de tu compañera. Además, las mujeres sintéticas no permiten que reine la monotonía. Eso es lo que me gustaba de Carla: me aceptaba como era y no cambiaba. Además, me recordaba a una novia que tuve hace mucho tiempo. Tenía la personalidad ideal, se reía de mis chistes y no tenía prejuicios. Fue la primera, además. Ésa es la diferencia.

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¿Qué pasó con Carla?
Yo estaba muy apegado a ella, pero se pinchó. Cuando pude ordené una muñeca nueva, creada por la fábrica Pipedreams de Estados Unidos: La Agente 69, que costaba 1’300.000 pesos (8,800 pesos mexicanos). De lunes a miércoles pasaba las noches con Carla y los fines de semana usaba a la policía. Nunca le puse nombre a la nueva porque no quería apegarme. Intercalé a las dos muñecas por tres meses hasta que no soporté ver a Carla tan maltrada y llena de parches.

Eso me recuerda la historia de DaveCat, un estadunidense conocido por convivir con tres muñecas de silicona reales (real dolls). Según se supo, él le solicitó a la compañía californiana Abyss Creations que fabricara la misma muñeca que había roto, con la misma cara y los mismos atributos físicos. Lo que él consideró una “resucitación”. ¿Tú no lograste salvar a Carla?
No. Fui al Sex Shop y le pregunté a Luz Marina si podíamos hacer algo. Mandarla a reparar, pero no. Después de meditar tomé la decisión de enterrarla: era la única forma de cerrar ese capítulo de mi vida y desapegarme.

¿Qué muñeca te gustaría comprar ahora?
Yo sueño con una mujer sintética como Sidore (Abyss Creations, California), la esposa de DaveCat, un comprador de muñecas en Estados Unidos, o Elena Vostrikova (Anatomical Doll de Vladivostok, Russia) y Muriel (fabricada por Textile Doll, de Letonia), sus concubinas, que parecen prácticamente reales. Pero tendría que pagar cerca de 7,500 dólares por ellas.

¿Qué hacías con Carla aparte de tener relaciones sexuales?
Era más monótono de lo que parece. A veces la sentaba a mi lado cuando jugaba videojuegos o comía. Natural.

¿Qué esperas a futuro de las muñecas sexuales?
En otros países hay muñecas virtuales y con funciones robóticas. Con el avance de la tecnología las RealDolls serán más asequibles. Una Ginoide, que es una mujer androide, será muy económica. Repararla también será más fácil.

*Hemos cambiado el nombre de la fuente para evitarle algunos inconvenientes.