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Mi viaje dentro del Estado Islámico

El realizador Medyan Dairieh pasó tres semanas con el Estado Islámico, en junio de 2014. Dairieh obtuvo un acceso sin precedentes a las entrañas del auto-proclamado Califato. Aquí relata lo que aprendió.
Foto por Medyan Dairieh.

VICE News produjo una exclusiva mundial después de que el cineasta Medyn Darieh pasara tres semanas empotrado con los guerrilleros del Estado Islámico en junio de 2014. Dairieh obtuvo un acceso sin precedentes a las entrañas del autoproclamado califato. Aquí relata lo que aprendió.

Los dos hombres armados se sorprendieron al verme. Ningún periodista había llegado hasta aquí antes. Después de varios días de espera y de un intento fallido, finalmente conseguí llegar al primer control, que custodiaba el territorio controlado por el grupo conocido como Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS).

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Para cuando me fui, quince días más tarde, su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, había reivindicado para sí una credencial que incorpora consigo una autoridad religiosa y política, la de califa. El autoproclamado califato fue declarado hace un año, el 29 de junio, cuando yo estaba allí. A partir de entonces, ISIS empezó a ser conocido como Estado Islámico (EI).

Mientras estaba esperando la señal para cruzar la frontera, ISIS se había apoderado de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. Hasta entonces, la percepción general era que el grupo terrorista había asumido una posición de retaguardia, habiéndose retirado ante los avances de otros grupos de rebeldes en Siria.

Sin embargo, su irrupción en Irak y la declaración del "califato" fraguaron el regreso del grupo, ya convertido en amenaza, no solo para Irak y para Siria, sino para todo Oriente Medio. Pero… ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen y en qué creen? Eso es lo que me proponía averiguar.

De nuevo en la frontera, los dos guardias del control convocaron a un tercero. Este parecía haber estado esperándome. Tras verme agarró su radio y dijo: "El invitado ha llegado, el invitado ha llegado".

Dairieh y un joven combatiente yihadista europeo que trabaja en el departamento de prensa de EI en Raqqa, Siria. Imagen por Meydan Dairieh.

Abu Jindal al-Iraqi

Han pasado casi diez años desde que conocí a Abu Jindal al-Iraqi. Fue durante la segunda batalla de Fallujah, seis semanas de encarnizado y sangriento combate urbano a finales de 2004 que terminaron con la insurgencia iraquí, incluyendo a al-Qaeda, bajo la ofensiva del ejército estadunidense y de sus aliados británicos e iraquíes.

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Al-Iraqi era el comandante de un improvisado batallón de artillería que luchaba contra los estadunidenses, pero que todavía no estaba afiliado a al-Qaeda. Había sido coronel en la guardia republicana de Saddam Hussein, que fue desmantelada en 2003, después de que Estados Unidos invadiera Irak. Entonces era un tipo bien afeitado y no especialmente religioso.

De la noche a la mañana, miles de hombres como al-Iraqi perdieron sus ingresos y su estatus. Muchos de ellos se aferraron al entrenamiento militar —y en muchos casos, también a sus armas— y se unieron a la resistencia.

La siguiente vez que lo vi, dentro de la frontera, en junio de 2014, al-Iraqi lucía una barba tupida y todo en su aspecto delataba su conversión al islamismo. En la década que había pasado desde que nos conocimos, su lucha se había fusionado con la de Estado Islámico en Irak, entonces la franquicia local de al Qaeda. Una franquicia que se convertiría en ISIS. Ahora es uno de los comandantes de la cúpula del Estado Islámico.

La historia de al-Iraqi no tiene nada de extraordinario. Los documentos internos del EI obtenidos por el periódico alemán Der Spiegel muestran no solo que el núcleo duro de sus líderes está formado por antiguos funcionarios bazistas, sino que la organización también está regida según los principios desarrollados por la inteligencia militar iraquí.

Un antiguo combatiente yihadista de al Qaeda, que se convirtió en miembro de ISIS, presume de la inscripción de al Qaeda grabada en su rifle, en Aleppo. Imagen por Medyan Dairieh.

El nacimiento del Estado Islámico

El núcleo de Estado Islámico está integrado por tres grupos primordiales: Estado Islámico en Irak (formado alrededor de hombres del ejército iraquí), elementos de al-Qaeda provenientes de la escuela afgana, y por las fuerzas chechenas y caucásicas, lideradas por Abu Omar al-Shishani.

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En 2013, durante una visita a Siria, me reuní con Al-Shishani. Estaba extremadamente ocupado y distraído. Estaba tratando de negociar con ISIS y con el frente Al-Nusra. En aquel momento, las tensiones estaban alcanzando un momento culminante.

Abu Bakr al-Baghdadi, entonces líder de Estado Islámico en Irak, envió a uno de sus tenientes de mayor confianza, Abu Mohammed al-Jolani, a Siria, en 2011. Era justo cuando las multitudinarias manifestaciones en contra del régimen de Assad empezaban a propagarse. Su misión era la de formar el frente Al-Nusra, la filial siria de al-Qaeda.

Al-Jolani y al-Baghdadi terminarían por pelearse mientras discutían el rumbo del frente al-Nusra. Al-Baghdadi quería que Al-Nusra fuese una extensión de Estado Islámico en Irak, y terminar dirigiéndola. Al-Jolani quería concentrarse en luchar contra el régimen, trabajar menos con grupos terroristas, y ganarse las mentes y los corazones de sus fieles. Ambos conversaron en Aleppo.

Aleppo en 2012. Ésta fue una de las primeras veces que el escudo de ISIS (a la derecha) y esta bandera (asociada con el grupo) fueron vistas en Siria. Imagen por Medyan Dairieh.

Al-Jolani consiguió el apoyo de la cúpula de al-Qaeda, a pesar de encontrarse entre las fronteras de Afganistán y Pakistán. Me enteré de que el EI había intentado enviar a un miembro libio para hablar con la plana mayor de al-Qaeda en Afganistán. El tipo tuvo problemas para llegar allí, lo que hizo que me diera cuenta de que los contactos del Estado Islámico con la cúpula de al-Qaeda eran muy débiles.

Cuando se produjo la escisión, guerrilleros extranjeros —entre los que se contaban los chechenos de al-Shishani y un experimentado grupo de libios que combatían bajo el nombre de la brigada de al-Battar— juraron su lealtad al EI de manera abrumadora. Más adelante, cuando me desplacé a Libia, conocí a miembros de la brigada al-Battar que habían regresado para luchar allí.

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Creo que los muhajireen, que es como se conoce a los combatientes yihadistas extranjeros, no vinieron a Siria para resistir la embestida de Assad. Vinieron porque se veían a sí mismos como soldados del Islam y porque creían que su destino religioso era construir el califato.

El frente al-Nusra trabajó junto a otros grupos rebeldes, participó en organizaciones benéficas y luchó a su lado. ISIS solo trabajó a través de sus propias organizaciones.

El 22 de febrero de 2014, ISIS asesinó a Sheikh Abu Khaled al-Suri, líder de Ahrar al-Sham, un grupo de yihadistas salafista aliado de al-Nusra. Fue entonces cuando el frente al-Nusra declaró la guerra a ISIS.

Pese a todo, en la mayoría de Oriente Medio, el Estado Islámico es la organización que mayor número de nuevos reclutas ha recabado. Su cartera de guerrilleros yihadistas incluye a terroristas provenientes de Egipto, Yemen, Libia y de otros lugares del mundo.

En Raqqa

Llegué a Raqqa, la capital de Estado Islámico. Poco después de cruzar la frontera, me encontré con un desfile militar. Luego me enteraría que había sido orquestado para coincidir con mi llegada.

Antes de la guerra, Raqqa era una ciudad liberal con un amplia población cristiana. La gente salía a la calle de noche y bebía y fumaba. Ahora, sin embargo, ya no se escucha música en la calle y hasta las fotos están prohibidas; ha cambiado radicalmente.

En Raqqa vive gente de más de 80 nacionalidades distintas. Los niños menores de 15 años atienden a clases de religión. Cuando son mayores de 16 se van a los campamentos del ejército para iniciar su entrenamiento. Cuando son mayores de 16 ya están listos para unirse a los guerrilleros yihadistas.

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Durante mi estancia en Raqqa estuve acompañado todo el tiempo por un equipo de prensa. A pesar de que el EI ha sido elogiado por la calidad de sus filmaciones, había muy pocos que tuvieran idea de cómo manejarse. Pese a todo, algunos de ellos habían trabajado en canales de televisión y los extranjeros dominaban algunos campos. Por lo que vi, su equipamiento era de lo más básico y su conexión a internet, muy lenta. Sin embargo trabajaban muchas horas: dormían entre tres y cinco horas cada noche y trabajaban siete días a la semana.

Aprendí que el apoyo extranjero, especialmente el que llegaba desde Libia, era inmensamente importante para publicar materiales online. Uno de los miembros del equipo me dijo que una joven en Gran Bretaña también les había estado ayudando con el tema durante unos meses.

También usan otros medios muy básicos de propaganda, como publicar textos online, distribuir cedés con películas y conducir camiones por todas partes, desde los que transmiten los discursos de al-Baghdadi y de Abu Mohammed al-Adnani, un portavoz oficial del Estado Islámico.

El Estado Islámico se mostró inicialmente hostil a cualquier cobertura mediática internacional. Sin embargo, a medida que sus miembros empezaron a ser conscientes del enorme interés que habían despertado en todo el mundo, decidieron establecer una serie de departamentos de comunicación, entre ellos el que tiene más presencia de todos, Al-Furqan. Igualmente, abrieron una oficina de comunicación en cada provincia de su "estado", y vincularon cada departamento a la oficina del predicador local.

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Mira el documental de VICE News, El Estado Islámico aquí:

Alrededor de las 2 de la madrugada del 4 de julio, el sonido de los disparos y de las explosiones me despertaron. Los miembros del equipo de prensa que me acompañaban se ataron sus cinturones bomba, agarraron sus rifles y salieron a toda prisa sin mediar palabra. Todo estaba a oscuras. Era como si hubiese habido un apagón.

Unas horas más tarde, me enteré de que la fuerzas especiales de Estados Unidos habían asaltado un campamento del EI en las afueras de Raqqa. Tenían la esperanza, según parece, de rescatar a algunos rehenes occidentales que serían asesinados más adelante por el EI. Sin embargo los rehenes no estaban allí y las tropas se retiraron con las manos vacías después de matar a ocho miembros del EI, incluyendo, según me contaron, a líderes ya formados y entrenados, que procedían de Túnez y de Arabia Saudí.

En el EI se convencieron de que las tropas jordanas también habían participado en el asalto: me mostraron un pedazo ensangrentado de un uniforme militar que llevaba la insignia jordana.

La doctrina militar del EI

El Estado Islámico ha demostrado una gran versatilidad para luchar en un guerra que no es nada convencional. Su aprendizaje combina estrategias de origen talibán, transmitidas por al-Zarqawi, con la experiencia de los antiguos militares del ejército iraquí.

Ha intentado expandir su frente de batalla para agotar el apoyo aéreo, empleando cohetes de corto alcance y misiles, para los que los antiguos militares iraquíes han diseñado e instalado lanzadores portátiles baratos y hechos a manos.

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En caso de ataque, las primeras tropas en ser movilizadas son los restantes miembros de al-Qaeda y los grupos de suicidas, y así contrarrestar el avance de la ofensiva con operaciones suicidas. Los líderes de la antigua guardia republicana iraquí dirigirán entonces a otros grupos para que mantengan sus posiciones y se aseguren de ejecutar el bombardeo con cohetes y misiles.

El Estado Islámico también ha adoptado tres estrategias de la doctrina militar de los talibanes. En primer lugar, ataca al enemigo para confundirlo, para desgastarlo y debilitarlo. En segundo lugar, consigue suministros como armas, dinero y comida. Y en tercer lugar, reivindica su victoria en los medios para incrementar la popularidad de la organización.

El éxito de esta aproximación se hizo evidente el verano pasado. El Estado Islámico levantó un estado del tamaño de Jordania en un abrir y cerrar de ojos. Se apoderó de grandes cantidades de armas, entre cuyo arsenal había toda clase de equipamiento sofisticado y de armamento pesado, y se hizo con una considerable cantidad de dinero. El Estado Islámico estaba en disposición de proclamar que había roto el acuerdo de Sykes-Picot, un acuerdo de casi 100 años sellado en la era colonial y que definía la frontera entre Siria e Irak. El Estado Islámico abrió esa frontera. Tal gesto enviaba un entusiasta mensaje a las juventudes islamistas, un mensaje que les decía que el Estado Islámico está abanderando el yihadismo global.

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El grupo se enfrenta a grandes desafíos. Tienen dificultades para conseguir piezas y suministros para su artillería pesada. Y también tienen problemas para manufacturar suficientes coches bomba, cuyo masivo despliegue ha sido el preámbulo de muchos ataques devastadores, como la captura de Ramadi en mayo. Están obligados a batallar en múltiples frentes: contra el ejército iraquí, contra los kurdos y contra los rebeldes sirios, como también, a veces, contra el régimen sirio.

Un combatiente yihadista finlandés y otro alemán. Imagen por Medyan Dairieh.

Pero Estado Islámico sabe que está metido ahora en una batalla crucial y no solo afilando sus garras. Tal es el motivo por el que intentará prolongar su lucha y abrir numerosos frentes y avanzadillas en provincias que están lejos las unas de las otras. Es una estrategia cuyo objetivo no es otro que dispersar a las fuerzas enemigas y así poder atacarlas cuando estén alejadas de sus refuerzos. Además, eso les permite atacar a los convoys con los suministros, que generalmente están en la retaguardia.

El Estado Islámico cree que su destino es enfrentarse a su enemigo más poderoso, Estados Unidos, en el campo de batalla. Un comandante militar del Estado Islámico, un ex agente de la antigua guardia republicana de Hussein, me dijo que el EI se está preparado para un ataque, no para una defensa.

"Defenderemos nuestro proyecto", dijo, "y solo lo conseguiremos cuando Estados Unidos sienta la necesidad de pelearse contra nosotros en el campo de batalla; eso es lo que queremos y eso es lo que Estados Unidos teme".

Salida

Finalmente, llegó el momento en que tuve que irme del territorio del EI.

Me llevaron a un lugar cerca de la frontera. Cada noche íbamos hasta la frontera y contemplábamos la oscuridad, el gran espacio vacío. Teníamos que esperar al momento adecuado para cruzar para evitar a los patrulleros del ejército.

Nos quedamos sentados a la espera de que todo se despejara. A pesar de que disponen de poderosos sistemas para monitorizar la situación durante la noche, cruzar fue, pese a todo, complicado y peligroso.

Eran las dos y media de la madrugada. Yo estaba durmiendo. Me despertaron y me dijeron que había llegado la hora de cruzar. Les dejé mi mochila: era demasiado aparatosa y no me la podía llevar.

Me acompañaron a pie y cuando les pregunté por qué decían que era su invitado, me dijeron que cuidarían de mi seguridad hasta que alcanzara un lugar seguro al otro lado, a pesar de ponerse en riesgo a sí mismos.