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Música

Mientras tanto en el Escenario Antes...

Entre euforia y frustración se vivieron los últimos momentos del Festival Antes.

Fotos por Elizabeth Cacho

La recta final del Festival Antes ya se sentía cerca desde que Kupa hizo recordar los buenos ratos que pasábamos soplando videojuegos en formato cassette para que no hubiera ningún tipo de glitch mientras tratábamos de sacar los atajos de la pista de fantasmitas en el Mario Kart. (Curiosamente, ahora buscamos estos "desperfectos" en una electrónica que invierte mucho en una preferencia por los patrones.) Los allegados al dubstep se llenaron de visuales e intentaron llevarse cuanto 8bit se pudo, ya que se cumplía el horario y el comercial por parte de Joey Muñoz hacia Los Macuanos (con recapitulación de nuestros mejores presidentes) pedía turno para entrar a colación.

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Terminado éste, y casi de manera inmediata, los de Tijuana hicieron uso de su atuendo habitual de luto y con bastante calma empezaron un set falto de picardía pero guarecido en un tribal aseado, espacioso y de marcos por demás minimalistas. "Sangre, bandera, cruz". Quienes los han seguido más tiempo, tal vez cansados de su famosa "Ritmo de Amor", dijeron que ha sido una de sus mejores presentaciones. Por otro lado, el público no estuvo satisfecho hasta que "El Desastre" llegó al escenario, canción que se ve trabajada como una oda a "La Boa" de La Sonora Santanera en asociación con lo turbio del techno progresista de Carmen Burguess y Tomás Nochteff en "El Círculo". Pero no importando qué tan profesional se escuche, fue el pretexto que todos buscaban para dar el último gran baile de la noche, pues después de su presentación, el Salón Los Ángeles no volvió a ver la misma cantidad de gente en lo que le restó de actividad.

En lo consiguiente, y retomando lo que había conseguido Cristian Cárdenas, Wyno puso droga, gatos, chichis y uno que otro pokémon en un videoclip a manera de animaciones interpuestas que acompañaron su acto hasta el punto de hacerte creer que estabas frente a una fichera del nuevo siglo. Los tropiezos, así como sus endereces, eran seguidos por un headbangueo distinguido, pulcro y constante. Se sintió mucha nostalgia al contrario de lo que fue Prepare To Meet Thy Broom! De igual manera volteaba de lado a lado esperanzado de que el otro Santana subiera a escena para corear "La Malilla Seca" en un cierre espectacular. Al final de su presentación no pude sentirme en un evento de Cocobass, mas para lo que fue, diría que entre los triposos convulsionando y los que hacíamos como que le entendíamos, hubo una mayor respuesta de lo que esperaba para este chavo que anda haciendo cosas muy interesantes.

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No por alejarnos del vicioso bass de Ciudad Juárez dejamos los sonidos experimentales. La audiencia siguió a prueba mientras se recibía a uno de los músicos más chonchos de Guadalajara, quien no por casualidad también se halla dentro del catálogo de Lowers. Para su segunda presentación en la capital, Fonobisa se mesuró sobremanera en comparación a otras presentaciones suyas. La textura incontrolable que iba por encima de cada tono, ejemplificado en la pantalla por ondas llenas de ruido, volvieron a integrar a la gente que en el intermedio fue por más chela. Tras conocerlo como Colateral Soundtrack y en sus incursiones en el live act dentro de Los Amparito o Francisco y Madero, aún es difícil ver a Edgar Mota intenseando al compás de Frecuencia errónea, no obstante siempre se desempeña como un inequívoco de la electrónica mexicana. Merecida tenía la recompensa de un aplauso entregado y prolongado. Ya sea porque le indicaron que tenía que cortar o porque éste le metió de su cosecha (nunca te metas con el set de Fonobisa), el audio desapareció de forma abrupta y nada más se pudo esperar a que este viaje hiciera conexión en Mexicali.

Con lo atractivo de su corta edad, actitud de renegado y furia en el escenario -además de su reciente estallido gracias a su nuevo EP lanzado en formato físico por medio de NAAFI-, Siete Catorce demostró ser el morrillo por el que todos aguardaban esa noche. El medio círculo tomó forma y por instantes hasta vida propia. La gente cada vez se apretaba más y bailaba hipnótica los ritmos de club que recordaron aquel aniversario de Sicario donde finalizó Mr. Oizo. Por supuesto, esta vez el venue no estaba ni a la tercera parte de su capacidad. Era un deje de tristeza por el festival que hace un año presentó una mayor envergadura en lo que a atmósfera y viralidad se refiere. No es que a Marco Gutiérrez le importara un carajo: mientras más pedía la muchachada, él más que contento. Contrario al frenesí que se intentaba forjar paso a paso, la primera hora de la madrugada se había sobrepasado, y con ello el tiempo límite que los del lugar habían complacido. Llegados a ese punto, no se sentía -para nada- como un buen final, por lo que no tardó en hacerse presente el grito de los presentes pidiendo más tiempo para 7:14. Aunque por unos segundos pensé que se había conseguido el propósito, empezaron a prender luces y quedó claro que todo había terminado.

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Entre consignas como "tuve que pagar mi autobús para venir a tocar gratis y me trataron de la verga", "antes eran chéveres" y "la neta, los jochos estaban ricos", enojados pero de manera ordenada tuvimos que abandonar el lugar, claro, no sin antes haber planeado seguir la fiesta en el Bahía Bar.

Trasladados a nuestro recinto favorito, Siete Catorce empezó de nuevo, pero no desde cero. La gente ya estaba entusiasmada y más que dispuesta a darlo todo. El de Baja California lo dio por entendido y puso en práctica su set más atómico. Hizo ver que lo llevado en la Guerrero sólo era el calentamiento, porque, como dicen "se adueñó por completo del lugar". Algunos dirán que se volvió insano, pero mientras más observaba sus movimientos naturales, quizá se trataba de otro día tirando la casa. Tribal, techno, cumbia, house, corridos, Arca, María y José, Los Macuanos, YYYs; era un ciclo de ansiedad sin fin por no dejar de bailar. Se oía cómo botellas (llenas y vacías) se perdían en el piso; uno que otro soltaba los brincos en la mini-tarima o ya de plano arriba de las bocinas. "Niña linda, te quiero besar. Cómete un ajo y vamos a nadar…" nadie carga a Marco, él se avienta sobre nosotros y nos hace sus bitches hasta que todo se vuelve un slam de amor y diversión.

El after improvisado se unió junto a los showcases (dígase Afterpop, VVD, NAAFI, etc.) en lo mejor de esta tercera edición del Festival Antes de que nos olviden. Y ya alocándonos, esta actuación de Siete Catorce muy ligada a otros festejos increíbles como Nrmal o Raymondstock.

Fernardo Victoria es escritor y editor del blog Matinée as Hell. También tuitea. Tiene demasiado tiempo libre.