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La pura puntita

Miss O’Ginia

Un ebook hardcore.

Traemos adelantos de los libros que te van a ensartar en las mesas de novedades.

En esta ocasión publicamos un cuento del ebook Miss O’Ginia 2.0 y otras parafilias normales, del autor ecuatoriano Fernando Escobar Páez, publicado por la editorial catalana Foc.

Letrero de advertencia

(un cuento hebraico)

Lilith y el Sanhedrín quieren colgar un letrero de advertencia en mi cuello. Dicen que ninguna chica debe volver a padecerme. También sugieren que me vuelva gay por el bien de la humanidad.

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Nuestra ruptura fue normal: yo la llamaba ebrio a su teléfono o le enviaba e-mails largos e incoherentes acusándola de ser una mujerzuela fría. Una chica común, indignada, hubiera enviado a su macho a golpearme, pero Lilith es distinta… Se ponía a llorar y escribía a mis amigos quejándose de mi conducta.

Cuando me aburrí de su llanto, decidí refinar mis métodos y demostrarle mi afecto por vías esotéricas. Aprendí yiddish y siguiendo el diario del rabino Judah Loew ben Bazalel y la literatura talmúdica clásica, conseguí crear un Golem idéntico a Lilith con la única intención de follarme una versión estúpida y dócil de mi amada.

Mi relación con la Lilith Golem fue maravillosa, hasta que cometí el error de ordenarle que fuese en búsqueda de su modelo humano y le propusiera un encuentro lésbico. Entonces, la criatura se negó a seguir mi mandato y se puso a lanzar ventosidades idénticas a las que expelía el ano de la Lilith verdadera cuando se embriagaba conmigo. Tanto se pedorreó mi Lilith Golem que se fue encogiendo hasta volverse tan pequeñita que mi pene no podía disfrutar de sus favores sin salir despellejado por la fricción. En el Talmud y en los escritos de Eleazar de Worms se advierte a los iniciados que si el Golem no cumple satisfactoriamente con su función primaria, debe ser aniquilado: caso contrario, se volverá un peligro para la comunidad. El Sanhedrin se mostró preocupado entonces y me forzó a borrar la letra inicial tatuada en la frente de mi monstruo.

Cuando los periódicos locales divulgaron la historia del aborto de la metafísica con el que me procuraba placer carnal, la auténtica Lilith se sintió ofendida y me acusó de violación. Ella no valoró mi aporte al mundo de la magia negra y jamás entendió que si creé un Golem a su imagen y semejanza fue solo para no sentir su ausencia. Si utilicé la sabiduría de la Toráh en su contra fue por amor.

Lo bueno es que los jueces de nuestro país ni siquiera saben lo que es un rabino, menos aun tienen la capacidad de interpretar Los Alfabetos De Las Doscientas Veintiuna Puertas que requerí para dar vida a mi creación, así que desestimaron por improcedente el juicio de abuso sexual que la Lilith verdadera interpuso contra mí.

Lo malo es que ella ya no llora por mis crímenes. Me odia tanto que lanza gases y materia fecal cuando me recuerda. Ahora piensa demandarme para que pague sus gastos médicos, pues asegura que mi comportamiento le ha arruinado el estómago y que su lindo ojete, antaño prieto y rosadito, hoy es un Leviatán apestoso, incapaz de recibir cariño de tanto cagar.

Sé que esta nueva demanda no va a prosperar, pero me siento culpable y los venerables ancianos del Sanhedrín me han recomendado que para expiar mi alma inmortal y retomar mi puesto entre los Lamed Wufniks, siga las sugerencias de Lilith y me vuelva gay, para así, prostituyéndome, pagar un cirujano que le arregle el orto… También debo aceptar el letrero de advertencia donde deberá ir la palabra Emet, que en yiddish significa «verdad», acompañada de un texto explicativo donde se advierte a las paganas que «Soy un mal Hombre que usó los libros sagrados contra La Que Juré Amar», y que por ello merezco morir solo y con el culo roto.