La rareza humana de Mongolia

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Viajes

La rareza humana de Mongolia

Enormes cielos, enormes rocas y nómadas nazis.

Pasar un mes en Mongolia no es muy diferente a pasar un mes en Marte o en algún otro lugar que parezca fuera de este mundo.

Es duro, helado (las temperaturas de -20º C durante el día son comunes) y parece que no hay mucho que ver; enormes cielos, enormes rocas y enormes distancias entre éstas.

Ulaanbaatar es la capital, a la cuál, una tercera parte de la población, en su mayoría nómada, vagamente llama casa. Está rodeada por colinas y numerosos municipios improvisados de ''Gers'' (tiendas circulares) y chozas que se abren camino entre éstas. Mientras tanto, justo por debajo del tembloroso concreto de la ciudad, toda una población subterránea vive en las alcantarillas (que albergan las pipas de agua caliente de la ciudad) en un intento por no congelarse hasta la muerte. Esto, sin mencionar las horribles quemaduras y heridas casi uniformes.

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El resto de los barrios bajos sirven de hogar para un Moviemiento Nacionalista Mongol bastante agresivo. Los grafitis ''Neo-Pashist'' y las esvásticas pintadas sobre las vallas sirven como advertencia, pero correr a causa de un grupo de skinheads mongoles confirmarían esta noción.

Entre la pobreza extrema, el terrible frío y los pequeños bolsillos de la brigada ''Matemos Blanquitos'', conocí personas que eran cálidas y cordiales: en una especie totalmente fuerte e indiferente, así es.

Creo que ésta es una descripción bastante atinada del país en general.