FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Motos y cocaína: auge y caída de un símbolo de la cultura motera

Le llamaban el "Robin Hood de la moto" y Leroy Bolden hizo gala de ese título hasta que la coca le destrozó la vida.

En la década de 1970, Leroy Bolden gozaba del estatus de héroe en el barrio de Hill, en New Haven. Además de fundar el club de moteros multirracial Flaming Knights MC, en 1968, Bolden organizaba recogidas de juguetes y fiestas para las familias de la zona y celebraba picnics con los que recaudar fondos para la investigación de la distrofia muscular. Se convirtió en un referente para los chavales del barrio, y su generosidad era tal que en el Registro Civil de New Haven lo llamaban "Robin Hood montado en una moto".

Publicidad

Hasta la policía lo respetaba.

En la década de 1980, sin embargo, la afición de Bolden a la fiesta lo arrastró al consumo de cocaína. Poco tiempo después, el avispado emprendedor terminó engrosando las filas de los principales narcotraficantes de la ciudad. En su ascenso, King Dragon, que así lo llamaban, se desprendió sin miramientos de la bondad y generosidad que le habían caracterizado años atrás. En 1988, la policía de New Haven, seguida más tarde por el FBI, llevó a cabo una redada en su vivienda, donde encontraron y confiscaron cocaína, armas, dinero y un coche deportivo.

A esas alturas, la cocaína había deteriorado el tabique nasal de Bolden y su reputación. Piel y huesos era lo que quedaba de Bolden antes de morir en prisión en 1994.

Los Flaming Knights han continuado su actividad pese a la ausencia de su fundador, abriendo incluso nuevas sedes por todo el país. El trágico final de Bolden no empaña el recuerdo que los miembros de la banda tienen de Dragon: el de un hombre con enorme carisma y una sed de fiesta insaciable, alguien que tendió una mano a los necesitados en una época muy convulsa en la que muchos libraban una batalla contra la misma droga que le arrebató la vida a él.

Leroy Bolden en su apogeo. Foto cortesía de la sede fundacional del Flaming Knights MC

Bolden se esforzaba por garantizar que su comunidad obtuviera beneficios tangibles de las actividades del club. Su hijo, Roy "Little Dragon" Bolden, cuenta que en Navidad, Leroy plantaba y decoraba árboles en solares vacíos y conectaba las luces al suministro de la casa más cercana, a cuyos dueños pagaba por adelantado la factura de tres meses. Charles "Big Chaz" Bradley, otro de los miembros fundadores de los Flaming Knights, recuerda que un año, para Halloween, los miembros del club se gastaron 300 dólares en golosinas, que luego pasaron por una máquina de rayos x para cerciorarse de que no habían sido manipuladas. [Por aquel entonces corría una leyenda urbana según la cual había desalmados que escondían veneno o cuchillas en caramelos que repartían a los niños en Halloween].

Publicidad

Anthony Dawson, actual vicepresidente de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés) y presidente de la Comisión de Policía de New Haven, no solo recuerda las acciones benéficas del club, sino también su saber hacer. "En aquella época actuaban como zona de seguridad", afirma. "Los Knights eran un elemento disuasorio de las actividades delictivas en la comunidad negra". Según consta en varios artículos de periódicos de 1988, en una ocasión la policía solicitó la colaboración de la banda para mantener el orden en el barrio.

"Éramos conciliadores", afirma Bradley. "Parábamos las guerras entre bandas dialogando con sus líderes. Evitábamos las peleas porque teníamos esa reputación".

Si bien era cierto que Bolden y sus chicos ayudaban a mantener la paz, de vez en cuando eran ellos los que originaban los conflictos. Una vez, los Knights se enzarzaron en una pelea con la banda rival de los Huns MC en la vecina ciudad de Seymour. Bradley recuerda que cuando el camarero de los Huns fue a echar mano de su escopeta, aquel le apuntó con su pistola y le dijo, "Mira, tío, no me importa qué esté pasando ahí detrás. Yo he venido a beber y tú estás aquí para servir… Así que sigamos con lo que estamos haciendo".

Bolden no fue el único de la familia que se debatió en esa dualidad santo-pecador. Su madre, Josephine, era tan conocida por su generosidad y su fe intensa como por sus trapicheos de contrabando: a partir de las ocho de la tarde, cuando todas las licorerías de la ciudad estaban cerradas, Josephine abría su negocio de venta de alcohol en el 110 de Hurlburt Street.

Publicidad

Sin embargo, no convenía tomarse a la ligera la bondad de la que hacía gala Josephine. Su nieto Roy recuerda una noche de 1969, cuando, por una desavenencia, una mujer intentó agredir a su abuela con un cuchillo en su propia cocina. Josephine actuó con rapidez sacando una pistola y disparando a su atacante.

"Cuando vives en un barrio como el nuestro, aprendes a reaccionar a situaciones como esta, porque son lo habitual", asegura Roy.

La situación empeoró al aumentar la demanda de cocaína en la zona. En algún punto entre 1984 y 1985, Bolden empezó a traficar con cocaína y otras sustancias en grandes cantidades, obteniendo sustanciosas ganancias en poco tiempo.

Aunque Bolden pudo haber convertido su club de moteros en un cártel de la droga a gran escala, en su mayor parte los Flaming Knights permanecieron al margen de sus turbios negocios. "Algunos de los Knights habían crecido en el barrio y estaban metidos en el asunto", explica Roy, aunque insiste en que la mayoría tenían trabajos decentes y no tenían relación alguna con lo que él denomina la "Organización Bolden".

Pero a Bolden no le hizo falta su banda para hacer florecer el negocio. En 1987, un agente de la policía de Nueva Jersey paró la lujosa limusina de Bolden por exceso de velocidad, y en su interior encontró 163 paquetes de heroína, seis gramos de cocaína y más de 44.000 dólares. El teniente Rafael García, de la unidad de delincuencia callejera de New Haven, explicó que cuando lo arrestaron en 1988, Bolden era uno de los diez principales traficantes de cocaína de la ciudad. Lo que no queda tan claro es su posición en el ranking de consumo de esta droga.

Publicidad

Bolden fue condenado a diez años de prisión, y durante su internamiento sufrió graves crisis de abstinencia. "Pesaba cincuenta kilos. Sufría embolias y se había destrozado el tabique nasal. Ni siquiera podía hablar", recuerda un viejo amigo que fue a visitarlo poco antes de que muriera.

Bolden no había cumplido ni la mitad de su condena cuando fue trasladado a un hospital, donde finalmente falleció.

Anthony "Blaze" Bolden, actual presidente de los Flaming Knights de New Haven

"Estaba endemoniado", afirma su sobrino, Anthony "Blaze" Bolden, ahora presidente de los Flaming Knights de new Haven. "Fue un golpe muy duro ver la caída de un hombre a quien todo el mundo admiraba".

"Presenciar el deterioro de Leroy fue descorazonador", añade Bradley. "Para mí fue como ver la caída de un rey".

Pero el legado de este rey caído sigue vivo y con fuerza en New Haven. Los Knights siguen peregrinando a su tumba, y Roy asegura haber visto a alguno arrodillarse frente al solar en el que una vez se encontraba el 110 de Hurlburt Street. La llama de King Dragon continúa ardiendo.

Roy no pretende justificar las decisiones que tomó su padre, si bien lamenta que en las calles de su ciudad se repitan los mismos patrones destructivos de antes. "Empieza bien, pero luego se convierte en un monstruo".

Daniel Shkolnik es editor adjunto del Daily Nutmeg en New Haven, Connecticut.

Traducción por Mario Abad.