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¿Mover a México? La Guía Vice de la Reforma Energética

Hacemos una revisión histórica y te explicamos, con peras y manzanas, qué tan doblada nos la están metiendo.

Son curiosos los anuncios del gobierno a favor de sus últimas reformas, y en particular los de la reforma energética. Juran con notable insistencia que no se trata de privatizar el petróleo ni el gas, e implican que, por lo tanto, no se va a revertir la expropiación petrolera… pero rara vez dicen de qué se trata entonces.

Dicen que es para “mover a México”, aunque no explican claramente hacia dónde.

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Sobre todo, no dicen por qué ha sido necesario rodear las instalaciones del Senado con un cuerpo de granaderos suficiente para tomar una ciudad mediana, ni por qué los testarudos mexicanos insisten en su oposición.

Se dice que el petróleo seguirá siendo público y que, por lo tanto, la obra de Lázaro Cárdenas  seguirá vigente. ¿Es cierto?

1. Si el petróleo ya era público, ¿en qué consistió la famosa Expropiación Petrolera?

Todo empezó con una huelga, particularmente latosa, allá por los años treinta. En esa época, la industria petrolera ya era una de las más productivas del país y prometía serlo aun más. El petróleo (como el gas y como toda la tierra y el subsuelo) era propiedad pública, según el artículo 27 de la Constitución de 1917. Sin embargo, el petróleo no brota por sí solo de la tierra, no se trasforma en gasolina ni se vende con sus propios medios. Si se le deja solo, se queda ahí, quietecito, sin transformarse en dinero. Su transubstanciación, que bien vale la pena, requiere sin embargo una industria enorme, compleja y, sobre todo, costosa. Y las únicas empresas privadas capaces de costear semejantes inversiones, y de cosechar sus frutos, eran grandes monopolios británicos y estadounidenses. Así que, aunque el petróleo era “público”, el negocio era privado. Y extranjero.

Por desgracia para aquellos prósperos monopolios, su industria requería mano de obra. Y esa mano de obra creía tener derechos. En mayo de 1937, los obreros estallaron una huelga exigiendo los derechos laborales de la Constitución. Para resolver el conflicto, el gobierno organizó una comisión de arbitraje, que produjo un dictamen en general favorable a los obreros. Pero las compañías prefirieron no hacer caso. En sus campos petroleros, las leyes laborales de México no imperaban (ni tampoco las de Gran Bretaña o Estados Unidos, por cierto). Eso dejó claro que la soberanía efectiva del país no estaría en manos del estado mexicano mientras una industria tan importante petrolera no lo estuviera también. En consecuencia, el 18 de marzo de 1938 el presidente Cárdenas firmó el decreto de expropiación, sometiendo a propiedad pública no sólo el petróleo mismo, sino también su extracción, refinamiento y distribución.

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2. Las ventajas de la expropiación, ¿no son un mito de la “historia oficial”?

Con base en esta industria nacionalizada, los gobiernos sucesivos llevaron a cabo lo que ellos mismos llamaron, modestamente, “el milagro mexicano”: el paso del país de una economía campesina a una industrial. Esto a su vez les permitió conceder algunas medidas sociales que la gente llegó a considerar derechos: el seguro social, los derechos laborales, la educación pública hasta el nivel universitario, el subsidio estatal a la cultura, etcétera.

Estos gobiernos se esforzaron en presentar la expropiación petrolera como una segunda independencia. Y lo consiguieron. El 18 de marzo se volvió fiesta nacional y hasta las películas de Cantinflas reflejaban el orgullo de haber derrotado (pueblo y gobierno de la mano) a las malvadas corporaciones imperialistas.

Otras industrias siguieron el camino del petróleo. En 1960, la industria eléctrica fue nacionalizada y en 1971 la mayoría de la industria telefónica. Pese a una distribución cada vez más desigual de la riqueza, esto permitió el aumento de la capacidad industrial del país, lo que a su vez  redundó en un aumento constante del poder adquisitivo del salario, que a mediados de los años setenta llegó a su punto más alto.

3. ¿Qué han significado las privatizaciones?

A principios de los años ochenta, el precio mundial del petróleo se desplomó, destruyendo los fantasiosos cálculos que había hecho el gobierno mexicano y detonando una crisis. Para finales de esa década, la tendencia de los gobiernos priistas había cambiado. Muchísimas empresas públicas pequeñas, y algunas grandes, pasaron a manos privadas, con desigual fortuna. La mayoría, incluyendo a Ferrocarriles Nacionales y Altos Hornos de México, fueron desmanteladas tras la privatización. La industrialización pesada del país se detuvo e incluso empezó a revertirse: no de vuelta al campo sino hacia la maquila ligera y los servicios. Telmex, en cambio, que había sido privatizada  por “ineficaz” se convirtió en uno de los monopolios más exitosos del mundo: uno capaz de subir sus precios y bajar la calidad de sus servicios impunemente, sin temer a ninguna competencia. Mientras tanto, el constante descenso en el nivel de vida y del poder adquisitivo del salario, que había empezado con las crisis de los años ochenta, se convirtió en algo normal.

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4. Si no privatiza el petróleo, ¿en qué exactamente consiste la actual reforma?

En cuanto al petróleo, desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari la privatización ha seguido un camino distinto. No se le podía vender impunemente sin dañar la imagen histórica que el gobierno priista había construido de sí mismo, así que simplemente se contrataba (de manera semi legal) a negocios privados (en general extranjeros) para cumplir una u otra función específica de la industria, a cambio de generosas ganancias. Muchos altos funcionarios de Pemex eran simultáneamente accionistas de esas empresas. El núcleo de la actual “reforma energética” consiste en legalizar esos contratos y en permitir un paso más, el más drástico hasta la fecha, en esa dirección: No se va a privatizar el petróleo mismo… solamente el grueso de la industria petrolera. Pemex no se va a vender entera (como Telmex en su momento), sólo va ceder lo que queda de sus funciones (y con ellas lo que queda de sus réditos) a los grandes monopolios privados protegidos por los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña. La página del propio gobierno lo resume así:

Todo el petróleo y el gas seguirán siendo de la Nación y se permitirá la participación privada en exploración, extracción, refinación, petroquímica, transporte y almacenamiento.

Lee aquí los 10 beneficios de la reforma energética, según la página de Presidencia.

La llamada reforma energética es, en realidad, la contraparte industrial de las reformas laboral y educativa: la reversión de las pocas conquistas que quedan de la Revolución Mexicana.

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5. Entonces, ¿es traición a la patria?

Los opositores a la reforma tienden a presentarla en sus discursos como una “traición a la patria”, el delito más grave que contempla la legislación mexicana. La cuestión aquí es que cada quién tiene una noción distinta de lo que significa el desarrollo nacional, es decir, de lo que significa la palabra “patria”. Los impulsores de la reforma (legisladores del PRI y el PAN) identifican el interés de la patria con el interés de su clase dominante, y creen que la mejor manera de servir a esta clase es convertirla en un gerente eficaz de los grandes monopolios trasnacionales. El PAN, por ejemplo, se fundó como un partido de oposición al cardenismo. El primer presidente que logró colocar en Los Pinos era directamente un gerente de la Coca Cola.

El PRD, por su parte (como el antiguo PRI), también identifica el interés de la patria con el de su clase dominante. Su diferencia con los partidos de derecha radica en que, para los perredistas, esta clase dominante nacional quedará mejor servida si se le procura un cierto grado de independencia frente a sus hermanos mayores imperialistas. Opina que el viejo nacionalismo popular es la ideología que mejor sirve a sus intereses. En suma, dejando de lado algunas casos de corrupción individual, todos ellos son leales a su propio proyecto de país.

Para mí, en cambio, la palabra “patria” tiene poco sentido. A mi particular, a la patria le preocupan las condiciones de vida de la mayoría de la gente, y en particular de los trabajadores, hayan nacido o no entre el Bravo y el Suchiate. Dado que la reforma energética ciertamente ayudará al desarrollo de una cierta idea de país (una idea que incluye hambrear y embrutecer cada vez más a la gente), no creo que sea justo acusar a sus impulsores de “traición a la patria”.

Cuando mucho, de traición a la humanidad.

@OdePablo