FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Muertos, vivos

Estas personas viven en un cementerio, en Manila.
B
por Bahag

Diez mil personas viven en un enorme cementerio a las afueras de Manila, capital de Filipinas. Pasé cinco días entre los habitantes, tomando fotos y escuchando historias de vida. Algunas familias terminaron aquí por accidente. Otras heredaron de sus bisabuelos los mausoleos donde viven actualmente. Otros vinieron de las provincias y no consiguieron ganar el dinero suficiente para vivir en la gran ciudad. En todos los casos, se trata básicamente de familias que no tuvieron a dónde ir.

Publicidad

Las personas que viven aquí encuentran un medio de subsistencia en la muerte. Adolescentes cargan ataúdes por 50 pesos filipinos (unos 14 pesos mexicanos). Los niños pepenan basura, plástico y otros deshechos para vender. Sus padres son empleados de manutención de los sepulcros mientras que las madres cuidan de sus casas, que pueden ser un mausoleo perteneciente a la familia o a los patrones. Además hay quienes construyen pequeñas chozas sobre las criptas, donde podrán vivir sin tener que pagar.

Al contrario de la mayoría de sus compatriotas, estas personas pertenecen al peldaño más olvidado de la sociedad, y parecen encarnaciones vivas del espíritu del pueblo filipino, una nación tan fuerte que ha sobrevivido a todo tipo de adversidades.

Huesos no identificados alrededor del Cementerio Norte de Manila. Algunas familias no pueden seguir pagando las tumbas y la administración decide sacar los restos que ahí descansan y tirarlos por ahí.

Emmarie Bernardino es una costurera de 57 años. Debido a las dificultades financieras, su familia decidió vender la casa en la que vivió y ahora vive en el interior de su mausoleo.    Imelda Domingo es dueña de una pequeña fonda dentro del cementerio. Ella también trabaja medio tiempo como vigilante del mausoleo.

Jenelyn Guiwanon, de 19, con su hija de un año. Ella trabaja atendiendo tiendita de su suegra, dentro del cementerio.   Carolina S. Ameglio es vigilante y tiene 67 años. Ella vive en el mausoleo donde está enterrado su marido.

Publicidad

Una típica “casa-tumba” dentro del Cementerio Norte de Manila. Aquí, una madre ve television en casa de sus hijos.

Una tumba vacía puede ser un lugar de descanso. Algunos habitants pueden venir aquí y cantar karaoke por cinco pesos filipinos.

Una costumbre filipina dice que los niños deben cargar ataúdes. Se dice que esto los pondrá a salvo de cualquier fantasma o espíritu vengativo.

Rick Bernardino vive y atiende una estética dentro del panteón.   Rolan Flores, de 18 años, vive con su esposa y su hija. Su trabajo consiste en limpiar y reparar las tumbas. Para ganar algo extra recorre el area en busca de metales y plastico que vende por diez pesos filipinos el kilo.

Maria Wico es una vigilante de 56 años. Llegó al cementerio cuando tenía 17.

Florielyn Flores, de 18 años, es esposa de Rolan (arriba) y madre, posa su hijo de dos años enfrente de su casa.

Sheryl Ann M. Muros es maestra voluntaria. Las aulas se encuentran dentro del mausoleo de dos ex soldados.

Catherine de Ocampo es una ama de casa de 17 años. Se mudó al cementerio hace tres años.

Jugar a las cartas o bingo en la parte superior de las fosas es uno de los pasatiempos favoritos de personal.