FYI.

This story is over 5 years old.

Sports

Sus patadas salvaron al futbol

Las mujeres tenían una nueva misión: salvar el futbol.

A principios del siglo pasado, las mujeres ocupaban un lugar casi decorativo en la sociedad británica. Sus obligaciones estaban relacionadas con la cocina, debían hacer bailar a la escoba, mover el cucharón en la olla y amamantar a sus crías. Sin embargo, cuando se escucharon los primeros cañonazos y en el cielo oscuro de Europa se vieron las primeras ráfagas de fuego, sinónimo de que la Primera Guerra Mundial hacia su sangrienta aparición, las mujeres tenían una nueva misión: salvar el futbol.

Publicidad

Era 1914 y casi todos los hombres británicos debían dejar sus trabajos y abandonar sus casas para alistarse en el ejército. Las fábricas se quedaron más solas que Felipe Calderón en el gobierno, por lo que sus dueños se vieron obligados a contratar mujeres, esos seres ‘huecos’ que para el sexo opuesto un día servían de ornamentación y otro de barrenderas en la alcoba.

Una de ellas fue la compañía Dick, Kerr’s and Company, originalmente vinculada a los ferrocarriles, pero que durante el conflicto bélico centró su atención en la elaboración de municiones para el ejército británico.

En aquella época el balompié no era lo que es hoy en día. Un fervor por el deporte de las patadas comenzaba a deambular por los barrios y apenas lograba congregar a unos miles de vecinos en torno a un rectángulo verde. Los pubertos clubes de la época agonizaban. La gente dejó de apostar porque no había en qué hacerlo. Aquellos domingos alegres de futbol morían como soldados en la guerra.

Fue entonces cuando las mujeres de Dick, Kerrs and Company comenzaron a trabajar con pólvora. Además de elaborar las balas con las que sus hijos y esposos combatían al enemigo, en sus descansos jugaban al futbol, una iniciativa que tomaría fuerza con el apoyo del gobierno y de la federación inglesa.

Las pruebas de aptitud con el balón comenzaban a ser comunes en las fábricas ya en manos de las damas. Si no hubiera sido por las patadas de aquellas mujeres, quizás el futbol estaría enterrado en un cementerio británico.

Publicidad

Sea como fuere, lo cierto es que, al principio, la sociedad machista de aquellos tiempos no daba un céntimo por ellas. Mucho menos podían aceptar que fueran vestidas con pantalón corto y practicaran un deporte sagrado hecho para la fuerza bruta.

Pero las ganas de diversión de un pueblo horrorizado por la guerra, y un equipo llamado Dick Kerr’s Ladies FC, pudo con todo, y en la navidad de 1917, alrededor de 10 mil aficionados se dieron cita en el estadio Preston North End, del equipo más importante de la ciudad y uno de los mejores de la Primera División, para ver ganar al ‘Club de las municiones’ 4-0 al Arundel Coulthard Foundry.

Gracias al éxito de ese primer encuentro, la popularidad del futbol y del Dick Kerr’s Ladies FC fue en aumento. Varios de los estadios más importantes de Inglaterra, entre los que se encuentran Anfield Road, del Liverpool, Old Trafford, del Manchester United, y Goodisson Park, del Everton (ahí reunieron a 53 mil aficionados), se rindieron ante el encanto de las amas de casa, vagabundas, fabricantes de municiones, granjeras, obreras de la working class del norte, adolescentes de núcleos familiares rotos de los arrabales londinenses que no sabían ni lo que era un balón.

Pero una vez que ellas habían logrado mantener con vida el futbol, que habían abastecido de municiones al ejército, que se habían hecho cargo de la casa y de sus hijos, la guerra llegaba a su fin y con ella también la caída del futbol femenil.

La Football Association, entidad que regula el futbol en Inglaterra, invadida por un ataque de celos, producto de ver cómo un grupo de mujeres podían mover multitudes, llenar estadios (algo no pudieron hacer los hombres), organizar torneos internacionales, decidió declarar ilegal el futbol femenino en diciembre de 1921.

El futbol masculino agradeció al balompié femenino el no haber dejado morir el deporte rey con una patada en el culo. Nunca se les rindió un homenaje, que bien merecido lo tenían. Y a pesar de que el deporte de las chicas no ha muerto, lo cierto es que les han robado la popularidad que les acompañó en sus inicios.

En México no es diferente. Mientras los futbolistas mexicanos gozan de una liga llena de privilegios y altos salarios desde hace tiempo, las mujeres ni siquiera cuentan con una liga profesional. En 1999, año en que las seleccionadas mexicanas acudieron a su primer mundial, tuvieron que entrenarse en un llano del Centro Ceremonial Otomí, en donde perfeccionaron su técnica driblando a vacas y borregos. Hoy en día, el combinado femenil se ubica en el puesto 22 del ranking FIFA, y aún deben compartir maletas de viaje con las jugadoras de la Sub 20 por la falta de recursos.