FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Morrisey vivirá por siempre

El ex líder de The Smiths tiene cáncer pero no se está muriendo porque, de alguna forma, ya lleva tiempo habitando la tierra de los muertos, de la insatisfacción y la soledad. Por eso, con cáncer o sin él, vivirá para siempre.

Imagen por Guido Gazzilli.

“Hacer amigos de verdad puede llevarte toda una vida, pero cuanto más conoces a una persona, más te decepciona”. Son palabras de Morrissey en una entrevista que dio a El Mundo pocos días antes de sus actuaciones en España, aunque bien podría estar hablando de sí mismo. En cualquier caso, los fans del irascible, a menudo equívoco y siempre irreverente cantante ya están acostumbrados a estos torbellinos emocionales. Más que un mero efecto secundario de nuestra relación con Morrissey, la decepción es más bien la patología principal. Casi podría decirse que cuanto más nos decepciona, más nos acercamos a él.

Publicidad

Durante los últimos años, sin embargo, ese tira y afloja se ha vuelto más tenso a raíz del aumento de cancelaciones en sus giras, debido a su estado de salud. El ejemplo más reciente fueron las cancelaciones de la gira promocional de World Peace Is None of My Business. En ocasiones, la decepción de los incondicionales se torna en ira ante la aparente indiferencia y falta de profesionalidad de la que hace gala Morrissey. Pero esta semana, el ex líder de The Smiths logró darle otro giro inesperado al asunto declarando que durante todo este tiempo ha estado sometiéndose a tratamientos para el cáncer.

“Ya me han quitado tejido canceroso en cuatro ocasiones”, afirmó. “Pero ¿qué más da? Si me muero, pues me habré muerto y si no, pues no”.

Así de fácil nos volvió a sorprender. Otra demostración del judo emocional tan propio de Moz. Sí, no he estado apareciendo mucho, pero he estado ocupado con la muerte. Espero que me puedan perdonarme.

De momento, según afirma, se encuentra bien. “No voy a preocuparme por eso, ya descansaré cuando esté muerto”. Cabe señalar que, a finales del año pasado, tuvo que ser hospitalizado por padecer, entre otras cosas, esófago de Barrett, una lesión que puede derivar en una forma de cáncer de garganta especialmente agresiva.

Como era de esperar, sus seguidores no han tomado muy bien la noticia, en parte porque eso quiere decir que nunca, jamás, llegará a suceder una reunión de The Smiths. La perspectiva de la muerte de un artista o un personaje famoso al que admiramos nunca es razón para celebrar (aunque más de uno esbozará una sonrisa cuando el viejo gruñón estire la pata). A decir verdad, enfrentar la muerte de mi artista preferido me ha sumido en una especie de parálisis emocional. Había esperado un balance general mucho más abrupto y tremendista. Obviamente, siempre he tenido claro que algún día se moriría, como todos nosotros, pero la idea ha provocado en mí una especie de jolgorio pueril en torno al romanticismo de la muerte. Puede que no resulte tan sorprendente, ya que el encanto de la parca nos atrapa a todos los desdichados. Tal vez en mayor medida que otros artistas de su talla, Morrissey nos ha estado preparando para su último día desde el primer momento en que le oímos cantar. Su encanto radica, precisamente, en su frivolidad, en ese devaneo. Desprovisto de su sinuoso baile con la muerte, Morrissey no es más que un alma solitaria a la que es imposible amar. Y eso no tiene nada de dramático.

Publicidad

“Estoy en una edad en la que ya no debería estar componiendo música”, asegura en la entrevista. Posiblemente sea cierto, pero incluso su material más reciente sigue cautivando, mientras que muchos otros a su alrededor se marchitan. “Muchos compositores han muerto a los 34, pero yo sigo aquí y nadie sabe qué hacer conmigo”, continúa.

El romanticismo enfermizo de Morrissey se nutre de figuras literarias como Blake y Shelley. “La diversión es un mero convencionalismo. Si no tienes una vida sexual —y yo no la tengo—, resulta imposible tratar con la gente, porque la gente solo habla de sexo”, nos recuerda. El sexo es la mejor arma que tenemos para negar la muerte, tanto física como metafóricamente. ¿Qué significado encierra, entonces, negar la negación?

Su obsesión (y por extensión, la nuestra) con la mortalidad no es ninguna novedad. Sirva como ilustración un repaso por su música para apreciar lo íntimamente ligada que está su obra al espectro amenazante del más allá. Sólo en el álbum debut de The Smiths encontramos tantos fantasmas que podrían poblar un cementerio entero, desde “Pretty Girls make Graves”, hasta “Reel Around the Fountain”, “Still Ill” o “Suffer Little Children”. Probablemente sería más fácil elaborar una lista de canciones en la historia de The Smiths y Morrissey en las que la muerte no fuera el tema principal o en las que al menos se percibiera de forma visceral como una presencia inminente, desde “First of the Gang to Die”, a “The Bullfighter Dies”, “You Have Killed Me”, “The Father Who Must Be Killed” o “There Is a Place In Hell for Me and My Friends”, por nombrar unas pocas. “I Know It’s Over”, del álbum The Queen Is Dead, es el tema que no he logrado quitarme de la cabeza en toda la mañana:

Publicidad

Oh mother, I can feel the soil falling over my head”.

“Cemetery Gates” quizá constituya la señal inequívoca de que debemos digerir la inevitable muerte de Morrissey, incluso cuando esta última revelación no representa su reverencia final:

So we go inside and we gravely read the stones, all those people all those lives where are they now? With the loves and hates, and passions just like mine, they were born and then they lived and then they died.”

En esa estrofa casi puede oírse un eco anunciando impasible su muerte. Resulta obligado plantearse que quizá Morrissey pertenezca a esa obsesión que refleja en sus temas por la muerte, la provincia de Keats y Yeats y Wilde, el extraño amante, y por la interminable lista de personajes literarios y estrellas de cine condenadas. No Steven Patrick Morrissey, el ser humano, por supuesto, sino Morrissey como concepto, el Morrissey que realmente conocemos y que realmente nos importa. Ha dejado bien patente su insatisfacción por este mundo mortal.

“Live with a lowness that no one else knows”, canta en “Earth Is the Loneliest Planet”. “Time after time you say ‘next time, next time’, But you fail as a woman and you lose as a man. We do what we can. And earth is the cruelest place you will never understand”.

Escribo este artículo mientras estoy sumido en una dolencia más apremiante desde el punto de vista personal: el último de tres flirteos con la muerte superados por un padre de quien estoy emocionalmente distanciado y a quien percibo como un extraño. La analogía entre la forma en que he procesado este hecho y la forma en que asumo las noticias es inevitable. Para muchos de los que nos consideramos sus fans, Morrissey ha encarnado de algún modo la figura de un padre distante emocionalmente, inalcanzable, grosero y gruñón. Y como ocurre cada vez que he visto a mi padre últimamente, siempre he dado por sentado que sería la última vez. Y cada vez que resulta no ser la última supone un desgaste emocional.

Seguramente se esté armando demasiado revuelo por nada. De hecho, Morrissey no se está muriendo porque, de alguna forma, ya lleva tiempo habitando la tierra de los muertos, de la insatisfacción y la soledad. Por eso, con cáncer o sin él, vivirá para siempre, incluso mucho después de que todos hayamos dejado de existir, siniestro desde el otro lado de su tumba, decepcionado con todos nosotros. Un favor que sólo esperamos poder devolverle algún día.

Sigue a Luke O’Neil en Twitter:

 @lukeoneil47