El pasado noviembre, Maxime Delvaux fue a Corea del Norte, lo cual no es fácil para un fotógrafo. Entró como turista, y tuvo un guía y un chofer permanente. Como la mayoría de personas que visitan el reino ermitaño, sólo se le permitió el acceso a los sitios autorizados. Básicamente, estos tours son propaganda para convencer a los extranjeros de la estabilidad, civilidad, poder y grandeza de Corea del Norte. Las imágenes resultantes documentan esta terrible frialdad. El espectador puede sentir que ocurren cosas desagradables tras esas monumentales puertas cerradas. Si una visita de este tipo está tan controlada, ¿qué clase de cosas pasan cuando los turistas no están presentes?
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