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Primer Número Anual de Ficción

Nostalgia del Viejo Oeste

Rafael Márquez, creador de El Libro Vaquero, comparte las leyendas detrás de la historieta más exitosa de México.

Imágenes de archivo, cortesía de Rafael Márquez y El Libro Vaquero

El Libro Vaquero se publicó por primera vez un 28 de noviembre de 1978 gracias a la iniciativa de Rafael Márquez. A sus casi 80 años, —apenas diez años después de retirarse del mundo de las historieta— nos recibió en su casa, en la colonia Lomas Estrella. Su domicilio está cerca de un puesto de periódicos donde procura comprar todas las historietas de vaqueros que se publican cada semana. —¿En el puesto saben que usted creó El Libro Vaquero? —Sí, pero… ahora ya es otra gente. Contesta, sombrío.

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La historieta que un día tuvo la visión de proponer en la ahora extinta Editorial Novedades y que en su mejor año arrasó con la competencia al imprimir más de millón y medio de ejemplares por semana, ha publicado más de 1,500 números desde su nacimiento hace 34 años. El mundo de la historieta mexicana ha decaído desde la gloria que alcanzó de la mano de títulos como Pepín (1936-1954), que llegó durante casi dos décadas a millones de lectores a través de sus tres ediciones semanales (hasta 1938) y sus ediciones diarias (a partir de 1940), en las que tiraba hasta 300 mil ejemplares (2’100,000 por semana).

La representación de la mujer moderna que lucha y goza de su independencia económica y que toma decisiones por sí misma pero que vive una muy recatada —jamás explícita— libertad sexual fue una idea que se vio retratada en México, antes que en la televisión, en las historietas como Pepín (de Editorial Juventud) y Chamaco (de Editorial Novedades). Estas referencias visuales a lo que los censores de la época tildaron de “comportamientos inmorales” nos resultan hoy infantiles y naif. Pero en su época fueron motivo de la creación de agencias gubernamentales, como la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas, nacida en 1944 y activa hasta el día de hoy, dedicadas abiertamente a la censura y a la burocratización de los medios impresos, específicamente de las historietas del país.

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Rafael Márquez vivió con estos cambios y, durante décadas, su trabajo consistió en responder comercialmente al paso del tiempo, al inminente cambio de valores por el que pasó México durante su turbulento periodo moderno. De forma indirecta, al crear la historieta más exitosa de México, Márquez también cambió el panorama de dicho formato en nuestro país. Esta entrevista es una introducción al mundo de este personaje esencial en la historia de esta industria que resurge poco a poco, muta, se profesionaliza e internacionaliza mientras ve de reojo a El Libro Vaquero que, con los mismos valores que lo vieron nacer, continúa dominando este segmento del mercado con sus 400 mil ejemplares semanales.

VICE: ¿Nos puede contar cómo entró a la industria editorial?
Rafael Márquez: Empecé en Novedades en el ‘48 como colaborador, después en el ‘67, empecé a trabajar ya como jefe de producción y dirección artística; me tocaba ir a los talleres a dar los vistos buenos y todo eso. En el ‘71 me nombraron director de Chanoc y de Alma Grande. En el ‘71 creé El Libro Rojo. En ‘75 fui director de La Novela Policiaca. Luego fui director de Capricho, una fotonovela. Era demasiada carga.

Antes de El Libro Vaquero creó El Libro Rojo. ¿Qué otros títulos hizo?
El Libro Policiaco de Color, Vaqueros Indómitos, Frontera Violenta, después hice Lugares de Ultratumba, otro que se llamó Los Poderosos del Camino, y los especiales de terror que fueron saliendo.

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¿A usted le tocó la era del Chamaco en la editorial Novedades?
El Chamaco se terminó antes de que saliera El Libro Semanal. Bueno, en el Chamaco salían esas historias, entonces a Doña Laura Bolaños se le ocurrió recopilar los números y hacer El Libro Semanal, que se llamaba El Libro Mensual. Fue tal el éxito que desapareció el Chamaco. El Chamaco salía diario.

¿Y usted trabajó en el Chamaco?
Sí, hacía letra de las historias de don Guillermo de la Parra, esposo de doña Yolanda Vargas Dulché, que trabajaba en Novedades y él hacía historias policiacas, historias fantásticas, yo hacía la letra porque estaba dedicado al deporte y otras cosas. Lo hacía para sacar dinero para mi bicicleta y eso. Trabajaba de las 9:00 a las 3:00 de la tarde cuando era soltero. Cuando me casé se acabó todo, las obligaciones cambian y empecé a hacer escenografía, los fondos, para los cuales me documentaba muchísimo con revistas como House Garden. Si era una historia francesa yo iba a comprar revistas francesas para ver cómo eran las calles y cómo era todo. Era mucho trabajo pero valió la pena porque aprendí mucho, doña Laurita Bolaños era la directora. Del Chamaco me acuerdo de todas las historias, salía Los Supersabios que era la maravilla más grande, salía una serie que se llamaba Chivo Chava, salía un escritor que era muy bueno, muy simpático aunque no era muy buen dibujante, don Rafael Araiza, hacía al Ingenuo Ricardín que es el precedente de Chabelo, un grandote que hablaba como niño. Ahí también trabajaba don Gaspar Bolaños Villaseñor, ingeniero petrolero que era el autor de Rolando el Rabioso. Yo empecé haciendo letra en una que se llamaba Senderos de América, y luego en una revista grande a colores, no me acuerdo cuál.

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¿En qué se inspiraba cuando hacía sus propias historietas?
Mire, cuando yo estaba estudiando (porque yo estudié para contador entre otras cosas), pero no aprendí a escribir ni en máquina. Tomé clases de taquigrafía, inglés y nada se me pegó porque yo ya estaba con la cabeza en otras cosas. Iba yo en tranvía, iba de la Portales a la escuela y ahí estaba pensando en ideas, en aventuras que no vivía. Empezaba la mente a trabajar, imaginando. Estando en primaria me eché como seis pintas al panteón de San Fernando y al Museo del Chopo. Ahí era el paraíso.

¿Qué veía ahí?
Había toda la historia natural, todo. Desde el alacrán que mató reclusos en la cárcel de Belén, la historia de la Mujer Araña, momias, esqueletos desde una musaraña hasta un dinosaurio. Paisajes de alas de mariposa, colección infinita de aves disecadas. ¡Animales fenómenos! Chivo de tres patas, vaca de cuatro cuernos. Todo eso le crea ideas, cuando llega el momento en que quiere escribir pues ya tiene uno muchas cosas. Yo juntaba a mis argumentistas, y les preguntaba: “¿Qué vamos a escribir? ¿Qué se les ocurre? Escriban sobre una llave, sobre una botella” y sobre eso hacían una historia.

¿Usted siempre supo que El Libro Vaquero sería un éxito?
Yo siempre he sido fan de las revistas y de series de televisión como La Ley del Revólver y Revólver a la Orden. Bat Matterson, una serie de personajes, pero ninguno era romántico. El pistolero era frío, seco, no se enamoraba y por eso a mí me daban ganas de que los pistoleros fueran como los mexicanos, nada más faltó que cantaran, pero no se me antojó sacar un vaquero que llevara una guitarra, eso se prestaba para Frontera Violenta que se ubicaba en la frontera de Estados Unidos. Yo veía esas series, que se hacían en tamaño comic pero no había ninguna de este tamaño, fue cuando se me ocurrió hacer una cosa a colores de 13x13cm. Don Marino Carrera, que era el jefe y don Fernando Canales, que era el gerente, creyeron en el proyecto y dijeron que había que sacarlo rápido.

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¿Cuál era la prisa?, ¿ganarle a otras historias de vaqueros?
No había ningún otro competidor. Era importante porque don Marino se comunicaba con todos sus agentes y les preguntaba si les interesaba una revista con estas características, que fuera a color, le decían “¡Claro que sí, don Marino!” Por eso salimos con 60 mil ejemplares.

En 1978, ¿cuántas historietas tenía Novedades y cuál era la que más tiraba?   
Tenían 30, además de las revistas como Claudia o Vogue. En la primera época El Libro Semanal tiraba 125 mil ejemplares. Cuando subió el Vaquero subieron las ventas. Más o menos en el número 200 sobrepasamos ya a El Libro Semanal.

¿Cómo fue aumentando el tiraje a partir de los 60 mil del primer número?
Cada número eran 14 mil, 20 mil ejemplares más hasta llegar a millón y medio en 1986, antes de la devaluaciones, ¿verdad? ¿Cuándo fue López Portillo? Entonces subió mucho el precio de las revistas. Me acuerdo que López Portillo andaba en un coche deportivo Ford por Reforma. Con la devaluación fue un desastre, las revistas estaban carísimas. Pero no perdimos ninguna historieta. Se perdieron historietas cuando vinieron problemas de papel, más o menos en el ‘90.

¿Cuándo salió El Libro Vaquero causó polémica?
No.

¿Nadie se escandalizó?
No, los que se escandalizaron fueron los de la Comisión Calificadora de Revistas [CCR] que se ponían muy exigentes. Pero vino la onda de las revistas pornográficas y no paso nada de nada.

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¿En qué año tuvieron problemas con la CCR?
Como en el ‘82.

¿Qué fue lo que finalmente les molestó después de cuatro años?
Mire, el Vaquero no tenía violaciones, no tenía niños cometiendo delitos, ni delitos a niños. Ni en La Novela Policiaca tratábamos esos temas. No nos interesaba sacar esos escándalos. Robo de niños sí…

¿Entonces de qué se quejaban en la Comisión?
De las mujeres, “¿Por qué salen las mujeres así en el Vaquero?”, “¿Por qué las sacan con ropas ligeras?” Esa era su reclamación máxima.

¿Y llegaron a multarlos?
No, nunca. En ese entonces el director estaba con su cuñado, un joven que era más flexible y tuvo que intervenir don Fernando Canales y hablar con ese señor… Rafael, no me acuerdo cómo se llama, y decirle de plano: —Oiga, licenciado, ¿a usted le gustan las mujeres? —No, pues sí. —Entonces, ¿por qué se molesta de que salgan las mujeres?—. Y ahí acabó.

Se dice que el señor Rómulo O’Farrill, fundador y antiguo dueño de Novedades, estaba orgulloso de El Libro Vaquero porque era una historieta que podía entrar a la casa de las familias mexicanas sin escandalizar a nadie.
Sí. Mire, así como ve usted mis películas (señala la consola de su televisión donde se encuentra alineada su colección de DVD), yo llegué a ir a casas donde tenían todo El Libro Vaquero, porque además los niños podían leerlo, cosa que no pasa con muchas revistas. En el Vaquero, el revólver era el amo, no había nada de que lo degollaron, o de que lo mutilaron. Eso no es de pistoleros, que matan pero no es así.

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Había honor.
Había honor. El Libro Vaquero estaba escrito por los mejores argumentistas del radio y la televisión. Todos tenían seudónimo en inglés, todos.

¿Y eso por qué?
Para que la gente tuviera ese gancho de decir “oh, son escritores americanos de la televisión.”

El gancho del malinchismo.
Pues un poco sí pero hay que reconocer. Si usted me dice qué películas mexicanas de vaqueros han tenido éxito… rancheras sí, ¿pero vaqueras?

Y estos argumentistas del radio y la televisión, ¿quiénes eran?
Pues el número uno, era don Guillermo González Guerrero, quien ya falleció. Él era Billy Flinn. Argumentistas como él podían escribir en varias revistas. El primer Vaquero tenía unos dibujos francamente tiesos. Tenía un corte de novela policiaca, pero ya después mejoró. Además en El Vaquero nunca se odió a los Pieles Rojas, claro que ocasionalmente había tribus hostiles, pero había admiración por las tribus sioux, cheyennes…

¿Usted de dónde es?
Del DF. Mi papá, de Zacatecas; mi mamá, de Veracruz.

¿Y de dónde le viene esa fascinación con los vaqueros?
Bueno, cuando llegamos a vivir aquí, casi no había casas. Te parabas y veías vacas hasta Coapa. Pasaban los hijos de Antonio Aguilar en sus caporales. Oías pasear caballos.

¿Le da nostalgia?
Sí, cómo no. Y el lector también es nostálgico del ambiente del Oeste, campirano, eso es muy atractivo, por eso gustó.

¿Y las mujeres que trabajan con ustedes en El Libro Vaquero nunca le dijeron nada sobre cómo presentaban a las mujeres?
En el Vaquero no había mujeres ni de izquierda ni feministas, pero que quede claro que en el Vaquero sacamos a la mujer del anonimato que tenían en las películas gringas. En las películas americanas la mujer era una sirvienta que no participaba, y en el Vaquero sí, ¡era la presencia ya de una mujer!

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Pero poquito, ¿no? 
Pues sí pero… así era.

¿Y nunca ha habido una protagonista mujer?
Sí, cómo no. En una que se llamó Las Bandidas, antes de que saliera la película esa de Salma y Penélope. Por el ‘90 o por ahí. Hacía falta. Pero yo no copiaba películas. Ahora me pidieron la vida de Jesse James, pero no me gusta a mí hacer cosas que no son ideas mías.

¿Usted cree que el Vaquero puede cambiar? Por ejemplo este papel de la mujer en la historieta, ¿debería cambiar o sería incongruente? 
Mire, los que actualmente están haciendo los argumentos no tienen el fondo, hay que ser muy cuidadosos con los detalles, como si cuando disparas con una pistola la onomatopeya es “¡BAM!”, si disparan con un rifle es “¡BAAMM!” Con doble “a” y “m”. Nunca dices “vaquero”, dices “cowboy”. Nunca dices “cantina”, es un “saloon”. Nunca dices palabras como “pistola”, todo debería ser agringado por el ambiente. La ropa. Usted ve la ropa de ahora y a las chicas les ponen bodies, ya mero les ponen tanga. No puede ser. Les ponen unos sombreros que parecen quesadilla. Para poder hacer bien eso, necesitan escritores que lo sientan, que busquen las palabras, las comidas de las tribus, lo que hacían con el búfalo, cómo preparaban las pieles como en esa gran película Danza con lobos… Y esto incluye a los coloristas, que respeten el color… no pueden ser los vaqueros totalmente palacio con su traje beige, camisa beige, corbata beige, y las mujeres también, ¡les ponen unas ropas que no usaban las mujeres!

Pero si fuera todo congruente no pondrían a las mujeres tan sexy, ¿no? No es que anduvieran así de destapadas en el Viejo Oeste.
Las mujeres andaban sexy en el saloon, pero de ahí en fuera no. También ponen a una pareja que se van a amar en el campo y se desnudan, ¡por favor! ¡No se podía!, había moscos, había alimañas, no es lógico.

Pero sin eso no venderían.
No, eso no tiene nada que ver. Ahí lo que vale es el relato.

¿Se vende El Libro Vaquero fuera de México?
En el periódico salió un artículo de la historieta en Italia. En Francia hay dibujantes extraordinarios. Allá les pagan bien, no como aquí, porque allá hacen una revista siempre internacional para vender en todo el mundo, no como aquí que es consumo doméstico, si acaso a Venezuela y Colombia. Hicimos en inglés el Vaquero y el Sentimental y se promovió en Estados Unidos pero no interesó porque es una revista demasiado barata. Nos pedían que la hiciéramos grande, por el ‘90. Ellos la querían vender en cinco dólares, entonces el Vaquero costaba un dólar y no les interesaba.

¿En qué año salió usted de Novedades?
En diciembre de 2002. No me salí, me sacaron porque se acabó la editorial.

Y si no se hubiera cerrado, ¿usted seguiría trabajando ahí?
Pues sí. Se quedaron diez proyectos dibujados, argumentados y con portadas, al final los tiraron a la basura junto con todos los originales de el Vaquero, los originales de Chanoc… Todo se fue a la basura.