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Viajes

Adios Gaddafi

Conocí al amigo de un amigo en el vestíbulo de mi hotel, que solía tener relación con los Gaddafis.

Conocí al amigo de un amigo en el vestíbulo de mi hotel, que solía tener relación con los Gaddafis. Después de una larga conversación sobre ellos, me pasó estos videos. Videos como este circulan vía bluetooth y móviles. Son pornografía de guerra.

Este video se encontró en la casa de una de las ex amantes de Gaddafi, después de que ella y su familia dejaran Bengasi tras la revolución. Se llama Huda Bin Amer, y su historia es que Gaddafi se acostaba con ella y después uno de los miembros de su equipo de seguridad se casó con ella. Pero no puedo verificarlo.

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Quién sabe quién grabó esto. Un tiroteo más en Bengasi.

Un amigo mío grabó esto. Espeluznante.

A pesar de lo que muchos intentan hacerte creer, Libia no es Marte. Mucha gente empieza el día bebiendo cappuccino. Aún quedan reliquias de la vieja sociedad, pero están desapareciendo. Lo único que importa ahora es escribir un nuevo futuro, y no hay suficientes fotos impactantes para algo así.

Cuando nuestro conductor y su colega me dejaron en el hotel, escondí dinero en el coche, pero lo encontraron y me lo metieron en el bolsillo. Discutimos cosa de una hora hasta que me di por vencido. Mi mejor pago es un menú, cigarrillos y generosidad… pero habría preferido que también hubiesen aceptado algo de dinero. Fidel me besó en ambas mejillas, luego nos dimos todos la mano y nos abrazamos.

Dejamos Libia en el Kia Cerato de un colega. El asiento del conductor estaba reclinado hasta casi tocar las rodillas, y si no hubiese estado tan hecho polvo, me habría enojado. Las carreteras tranquilas hacían que pudiésemos dormir con facilidad. El viento soplaba formando grandes olas en el Mediterráneo que saltaban los muros e inundaban las carreteras que llevaban al oeste. El agua tenía tres capas de azul -podríamos estar perfectamente en el sur de Francia o de Italia. Después nos pasó un convoy de camiones de la Unión Europea cargados de suministros que venían del oeste, y recordé que seguía en Libia.

Por fin llegamos a Egipto. La terminal de llegadas era la misma que la de salidas -refugiados amontonados en la puerta, incapaces o sin ganas de formar una fila. Los libios estaban aplastados contra la otra puerta, donde un chico procesaba y estampaba sellos en los pasaportes de todo el mundo. Así fue cómo me convertí en Jeremy Brian Relpm.

Pasaron las maletas por el escáner. Había dejado el casco en el coche, pero me preocupaba que pararan mi maleta por el chaleco antibalas. Sin embargo, cuando la maleta pasó por los detectores, el seguridad no parecía demasiado interesado en el escáner. Parecían más bien adolescentes amontonados alrededor de un ordenador viendo porno. Me salté un mostrador y rodeé el detector de metales y al guardia le dio exactamente igual. Tampoco hizo amago de detener a mi amigo cuando hizo lo mismo.

Una vez a salvo en Egipto, mi amigo se puso a mirar los emails en la Blackberry. Habían desaparecido cuatro periodistas al este de Brega el cuatro de abril. Entre ellos estaba James Foley, un colega nuestro que conocimos el verano pasado en el aeropuerto militar de Bagram, en Afganistán. Estuvimos allí cuatro días, sin nada que hacer, pero cuando atacaron la base y nos despertaron los sonidos de misiles y de armas, no nos permitieron cubrirlo. James y yo estrechamos lazos gracias a nuestra pasión por el cine y la música. Me pasó un .avi de La Delgada Línea Roja, y yo a él, Borat. También me dio el mejor consejo del que sólo son capaces los periodistas veteranos antes de partir a Libia. Iba en una furgoneta impactada por fuego indirecto cuando él y otros tres periodistas fueron capturados por los leales de Gadafi. Nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros. Gracias a Dios no fue así.