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Cultură

Pasando el rato con los mineros cabreados de Asturias

Llegó la policía y se desató la batalla en las montañas.

Hace más o menos un mes que los mineros de Asturias están llevando a cabo una huelga que ha estallado en frecuentes peleas con armas entre mineros y policía. Esto se debe a que el nuevo gobierno conservador de España ha estado intentando, de forma gradual, acabar con su sustento: han recortado los subsidios mineros sabiendo que sin esa financiación, las minas tendrían que cerrar; también han incumplido la promesa de ayudar a los mineros, cuyos trabajos se están llevando por delante. Puesto que los hombres que trabajan en las minas no tienen ninguna otra forma de mantener a sus familias, puede decirse que el gobierno se ha portado de la peor de las maneras. Fue por esta razón por la que me pasé el pasado 4 de julio corriendo a toda prisa mientras los cientos de mineros que quedaban en la mina Soton de Asturias (en los 90, miles de personas trabajaban en estos pozos) usaban barricadas ardiendo y misiles artesanales para esquivar a los policías enviados a las montañas para lidiar con estos mineros cabreados. Los mineros han respondido a la decisión del gobierno de destruir sus vidas bloqueando las carreteras y las vías de trenes que van al sur por el centro de Asturias hacia la capital, Madrid. Es una batalla que se ha ido desarrollado en bucle durante más de un mes, y es realmente extraña puesto que mientras los mineros luchan por su futuro, para las autoridades es esencialmente una disputa por el tráfico (aunque ya le haya costado un ojo a uno de los policías).

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Existe la tentación de comparar estas huelgas con las de los mineros ingleses, pero la realidad es muy diferente. Las batallas pueden ser peliagudas, pero por muy bulliciosa que fuese la muchedumbre de Arthur Scargill en los 80, nunca llegaron a atacar a policía o esquiroles traicioneros con fuegos de artificio, tiradores y lanzamisiles construidos con trozos de tuberías oxidadas. Los mineros tienen diferentes variedades de bazukas: los más fuertes usan un explosivo para disparar unas bolas enormes de golf, aunque solo disparan a los vehículos. Si las disparasen directamente a los policías pronto los acusarían de intento de asesinato. A pesar de la barrera del lenguaje, pude entender que si la situación se sigue deteriorando, los mineros considerarán empezar a cargar directamente contra la policía. Esperan no tener que llegar a ese punto. El martes estuve hablando con algunos de los mineros y sus familias. Muchos contaban que harían huelga tanto tiempo como pudieran, y mientras me lo explicaban, se anunciaba que al día siguiente habría una barricada en la Mina Soton, en Carrocera. En Asturias, las barricadas se dan casi cada día, pero normalmente no se planean con antelación. Últimamente, sorprender a la policía se ha vuelto algo imperativo, pues los mineros sospechan que han pinchado sus teléfonos y mandado policías de paisano a sus reuniones para obtener información.

Me dijeron que debía estar fuera del hotel el miércoles a las 4.20 de la madrugada, lugar en el que me recogieron los mismos guías del día anterior. Ninguno hablaba nada de inglés y mi traductor estaba ocupado –una gracia añadida, vamos. Lo próximo que supe era que me estaban llevando a un parque cerca de la mina en el que cambiaría de coche. No tenía ni idea de por qué –¿supongo que para despistar a cualquiera que pudiese estar siguiéndonos?– pero lo hice de todos modos. Dos minutos después el coche se detuvo y me dijeron que saliese. Uno de los mineros sacó una sierra mecánica del maletero. Me quedé a cuadros, pero parece que no me iba a cortar en pedacitos: solo la necesitaba para talar algunos árboles y bloquear la carretera. ¡Uf!

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Llegamos a la mina, a la que también iban llegando numerosos grupos de mineros; talaban más árboles y los dejaban caer desde un puente que conectaba un lado de valle a la mina. Quemaron, en mitad de la carretera, un montón de deshechos junto con neumáticos y le echaron petróleo para que ardiese más rápido, lo cual tiene sus riesgos pero ayudó a que los mineros alcanzasen su objetivo de crear una enorme caravana.

Para evitar que los policías pudiesen pasar por el puente, los mineros clavaron una barrera de pinchos y pusieron un cartel que decía “Prohibido el paso a los hijos de puta”, lo cual se dirigía claramente a los policías y no a la gente que pasea el perro temprano por la mañana.

En la entrada de la mina cortaron otro árbol, simplemente para mantener a los policías alejados. Para asegurarse de que cumplía su función, también le prendieron fuego.

Mientras tanto, en el puente, el fuego en la carretera se fue apagando, así que los mineros empezaron a lanzar troncos de árboles enteros para volverlo a avivar. Es imposible no parecer un tío de cojones cuadrados cuando la estás liando así.

Pasaron tres horas y la policía aún no había aparecido. Mientras los mineros hablaban unos con otros y vigilaban las defensas, yo creía que jamás aparecerían, pero estaba equivocado:

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Volví a la barricada que estaba en la entrada de la mina y entonces, de la nada, empezaron a llegar camionetas. Pararon al otro lado del río y empezaron a lanzar latas de gas lacrimógeno a los mineros, que respondieron con sus lanzamisiles.

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El aire era muy pesado debido al gas lacrimógeno y al humo de los fuegos de artificio (los mineros gastaron hasta 4000€ solo en esto), pero yo fui listo y me compré una máscara de gas y gafas el día en que llegué. Desafortunadamente no todos los mineros estaban tan preparados, así que tuvieron que quedarse atrás debido al gas.

La policía atacaba principalmente por la parte de delante, pero también habían enviado algunos vehículos a la parte trasera de la mina y rociado el área con gas lacrimógeno. Los mineros respondieron con misiles y tiradores e incluso empezaron a devolverles las latas de gas lacrimógeno.

Con las enormes columnas de humo, las explosiones frecuentes y toda la gente gritando y corriendo, parecía que se estuviese reproduciendo la película de Stalingrado, exceptuando que las armas eran de verdad.

Al final, el gas lacrimógeno debilitó bastante a algunos mineros, y mientras unos se retiraban, otros montaban posiciones de disparo para cubrirles:

La policía, cubierta por todo el humo, pudo pasar una de las barreras de la carretera, en la parte trasera de la mina, flanqueando así a los mineros y haciendo posible poderlos atacar desde la parte de delante. Un gran número de mineros se movió para defender la entrada de su lugar de trabajo:

Entonces, la policía atacó el puente, intentando ahuyentar a los mineros que lo estaban defendiendo. Por algún motivo me confundieron con un minero y me dispararon un montón de balas de goma. ¡Gracias, chicos!

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Poco a poco, los mineros empezaron a quedarse sin misiles y a lanzar piedras para, así, hacer retroceder a la policía.

Aunque la policía parecía bastante feliz de poder resguardarse detrás de la caseta del perro.

En ese momento las barricadas llevaban en pie unas cinco horas y los mineros empezaban a cansarse. ¿Acaso se puede culpar a este tío de tomarse un descanso?

Aunque el descanso no duraría mucho, puesto que la policía empezó a lanzar gas para dispersar a los mineros que tiraban piedras. Una vez más, los mineros que habían conservado algunos misiles se aseguraron de cubrir a los otros.

El tío de la gorra azul era uno de mis guías. Justo el día antes, mi traductor me había dicho que si quería ver acción, me mantuviese cerca de él. Por supuesto, él siempre estaba en el meollo de todo. Como podéis ver, es bueno con el lanzamisiles. Lo he apodado “Juan Rambo”.

Este amiguito, que no duda en darle al gatillo, estuvo disparando balas de goma todo el santo día. Estas balas de goma no son las balas estándar. En lugar de disparar algo que se parece a una bala normal, las pistolas están diseñadas para disparar balas de goma que rebotan, y cuanto más rebotan, más fuerte es el impacto final. Aunque no son muy precisas: no vi que le diesen a nadie en todo el santo día.

Llegados a este punto, los mineros casi se habían quedado sin munición, así que empezaron a retirarse hacia dentro de la mina, donde la policía no podía alcanzarlos. La policía no quiso entrar a la mina –ese tío del que os he hablado antes perdió su ojo por querer perseguir a los mineros al pozo. Tuve suerte de que me invitasen a subir a la gran torre desde la que se podía divisar todo el campo de batalla. Desde ahí, algunos mineros disparaban para recordarles a los policías que se mantuviesen alejados.

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Cuando las cosas se calmaron un poco, los policías escoltaron un camión de bomberos para apagar los fuegos y mover todos los troncos quemados, pero como podéis ver en el vídeo, los mineros tenían ideas muy diferentes. Dispararon dos misiles y los bomberos tuvieron que retirarse.

Mientras continuaba la batalla, la barricada se mantenía en la carretera, creando un atasco impresionante en hora punta. Hubo un momento en que vi a uno de los mineros intentando arrancar la puerta de una furgoneta y me pregunté qué cojones estaba haciendo –parece ser que a veces intentan inmovilizar las furgonetas o los camiones robándoles las llaves, para que así la carretera aún quede más bloqueada. En este caso, sin embargo, el conductor fue avispado y cambió de dirección a toda velocidad.

Después de los últimos misiles del día, la policía se aburrió y simplemente se fue. Esto, por cierto, es un estilo totalmente distinto al de la policía del Reino Unido. Si esto hubiese pasado en las minas de carbón de Gales, se arrestaría a todos y cada uno de los mineros. Aquí, la batalla podría confundirse con un juego muy fácilmente. Ninguno de los dos bandos quiere herir al bando contrario. Si se hubiese matado a algún policía habría sido contraproducente para los mineros, y si se hubiese matado a algún minero, la posibilidad de haberle convertido en mártir sería bastante alta, y eso no haría nada más que agravar la situación. Al mismo tiempo, sin embargo, deben demostrarse los unos a los otros quien está al mando.

Con un rescate y la tasa de desempleo al 25%, estos son tiempos difíciles para España. Esta huelga solo añade más leña al fuego de la incertidumbre del futuro del país, pero por ahora, los mineros no se pueden preocupar por el futuro de su país, puesto que sus propios destinos, así como también los de la gente que depende de ellos, son aún más inciertos.

Puedes seguir a Henry en Twitter: @Henry_Langston