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Música

Phish, antes y después de la mota

Comparamos a Phish con Modern Family.

El viaje de un hombre con Phish, entre el aprecio y el desprecio.

Si Jeopardy tuviera una categoría llamada "Menciona algo sobre Phish", estoy 99 por ciento seguro de que la respuesta número uno sería "yonquis". Phish, una banda de cuatro integrantes que ha ido y venido desde los ochenta, ha conquistado el mercado de las giras efímeras y las fumaderas psicodélicas de mota, como nadie lo había hecho desde The Grateful Dead; parece que a la gente le gusta relajarse mientras escuchan a Trey Anastasio jugar con su guitarra durante 38 minutos corridos. Por Dios, cuando Phish tocó en el parque Fenway en 2009, la policía de Boston decidió no arrestar a nadie por consumo de mariguana, y “no pudo decir cuantos citatorios fueron repartidos”, probablemente porque no hubo muchos. Hasta los policías entienden que la mota y Phish están permanentemente entrelazados.

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Yo era una gran fan de Phish, pero era lo más lejano a un drogadicto. No sólo era antidrogas, sino que las drogas me aterraban. De hecho, una vez rechacé a una chica muy linda y popular porque usaba drogas. ¡Y le dije que era porque usaba drogas! ¡Incluso las llamé "drogas"!

Mientras hacía todo lo posible por alejarme de los otros fans, me sentía atraído por Phish, una banda que fomentaba su propia comunidad. Sus canciones habían sido escuchadas con tanta frecuencia que cuando le contaba a un amigo de mi minuto favorito en "Divided Sky", sabía exactamente de lo que estaba hablando. Sí, eso paso con muchos grupos, pero Phish le rogaba a sus fans que encontraran los matices. Sus cancionces tienen solos improvisados más largos que Please Please Me de los Beatles, que además cambian con cada presentación en vivo.

Pero llegó un momento en el que estos matices se sentían demasiado matizados. Después de escuchar un sinnúmero de versiones de “You Enjoy Myself”, el épico concierto multifacético de Phish cuya letra tiene momentos como: “Boy, man, washyofecesdrymetofirenze", simplemente no podía detectar suficientes diferencias. Realmente lo intenté. Durante casi dos años. Pero mis amigos fanáticos si podían, y esto fue creando una división entre mi persona y la música. Dejé de buscar trabajo en las tiendas de discos sólo con la intención de comprar Hampton Comes Alive con descuento.

Aún así, cuando subí todos mis discos viejos a mi computadora, encontré mútliples álbumes de Phish, más que de cualquier otra banda. Estamos hablando de discos que compré cuando la mota me aterraba, una droga que ahora consumo habitualmente y con la que no tengo ningún problema. Si Phish me gustaba tanto en mi época de sobriedad, ¿me gustaría mucho más bajo la influencia de una droga que hace que toda la música suene particularmente increíble? Después de muchas "pruebas", la respuesta es: "Sí, por un rato, pero después no, no, no…"

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Al principio, la mota hace que la música de Phish se sienta un poco como la primera vez que la escuchas. Mientras escucho sus discos de estudio (Junta, Billy Breathes y Hoist), recuerdo Io poco intimidatorias que pueden ser sus canciones. Rolas como "Fee" y "Julius" arrancan sus álbumes respectivos con un poco de armonía, algunos ganchos, y solos tan restringidos que me hacen pensar que exageré sobre lo indulgente que Phish puede ser. Estas canciones fueron mi droga de entrada en aquellos tiempos, y ahora, ya que sé lo que hay allá afuera, me parecen vacías y prematuras. Todos esos años de sobriedad escuchando estas versiones estériles han dejado una marca permanente en mi cerebro. Ya nada me sorprende cuando escucho los intentos mediocres por tocar canciones pop, y mi cerebro canábico me exige que cambie de canción una y otra vez.

“Grabaciones en vivo: eso es calidad”, es algo que realmente pensaba. Pongo "The Mango Song" de Hampton Comes Alive, la cual termina con un solo de guitarra que según recuerdo era increíble, mucho mejor que el que aparece en la versión producida (dicho como un verdadero fan de Phish). Cuando la escuchas mariguano, es sublime. Sin las restricciones de un estudio, esta y otras canciones pueden respirar. La mota hace que el público se empape con la música, creando una sensación similar a la que, me imagino, siente un bebé cuando escucha una máquina de ruido blanco.

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Paso mucho tiempo en mi sillón sumergido en los sonidos, realmente escuchando cada nota. Empiezo a ver las matemáticas detrás de cada nota, y la música se intensifica y cambia justo cuando me empiezo a aburrir. Bueno, más que "aburrir", a dispersar, cosa que me sucede cuando estoy hasta el pito. Durante un momento particularmente largo de "Taste", pienso en los estúpidos que son los mensajes de texto mientras una guitarra eléctrica toca un staccato para cerrar la canción. Así de repentinamente tuve la reflexión más profunda en la historia sobre los mensajes de texto.

Es como si Phish escribiera sus canciones como droga para tu cerebro. No importa tu humor, hay una canción para ti, o al menos una que tu mente maleable puede acomodar. A pesar de mi escepticismo, descubro que estoy disfrutando mi estancia en el universo de Phish. Es fácil perderte en sus ritmos, y la más pequeña interrupción se siente como algo enorme. Hago una lista con algunos álbumes en vivo en Spotify, y hasta los comerciales me encabronan. Sólo quiero ser, y cualquier distracción, por más pequeña que sea, ¡ES LA MÁS GRANDE DISTRACCIÓN DEL MUNDO!

Hay un punto en el que me vuelvo más exigente. Si una canción no tienen ningún efecto en mí, y veo que le quedan 18 minutos, me la salto. Después otra, y otra. Después de unos días me olvido por completo de las canciones que no conozco, mi impaciente cerebro canábico se aferra a los éxitos que ya conoce. “Bouncing Around The Room” de A Live One se repite varias veces porque a) es en vivo, y b) dura cuatro minutos. De vez en cuando me sumerjo en la siguiente rola de 12 minutos, "Stash", sólo porque sé de antemano que me va a gustar. Fuera de eso, ya estoy en un punto en el que las canciones realmente largas me intimidan. ¿Qué diablos hace que "Tweezer" sea tan importante que tiene que durar media hora?

Recuerdo por qué me di por vencido con Phish en primer lugar, y es como si estuviera reviviendo ese proceso de dos años en una sola semana. Su música es inofensiva y atractiva, a veces hasta significativa de una forma que no puedo explicar, como el programa de televisión Modern Family. Pero después de un rato, su seriedad y repetitividad (por ejemplo: “Take the highway…through the great…DIVIDE!”) me dejan vacío, igual que Modern Family.

La mota crea una ilusión de profundidad, y me imagino que si el THC hubiera concectado a mi cerebro con Phish, sentiría mucha más nostalgia por mi collar de cáñamo. Pero intentar mezclar la mota con Phish después de tanto tiempo es como intentar enseñarle a un robot a amar cuando fue hecho para mutilar. No estoy diciendo que no exista algún adicto a Phish que no use drogas; sólo digo que, incluso con la mota, lo hecho, hecho está. Después de todo, no estamos hablando de hongos.

Carrie Brownstein también pasó un rato lidiando con sus sentimientos por Phish: