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Cultură

Todos estábamos equivocados

Algo salió terriblemente mal en la noche de las elecciones y los encuestadores son los primeros en admitirlo.

Miembros de la prensa en el evento oficial de la campaña electoral de Hillary Clinton en Nueva York. Foto por Jason Bergman.

Después de que las primeras encuestas cerraron la noche del martes, millones de estadounidenses se amontonaron alrededor de sus televisores, se reunieron en los bares y estuvieron pegados a sus celulares. Muchos de nosotros, los que seguimos las encuestas y escuchamos a los expertos, creímos saber lo que iba a suceder. Donald Trump, el hombre acusado por muchas mujeres de agresión sexual, el hombre que ha prometido construir un muro a lo largo de la frontera mexicana y prohibir que los musulmanes entren en el país, iba a caer. Y no sólo en el sentido electoral, sino que iba a ser humillado de la manera más dramática posible en un momento catártico de despertar nacional.

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En cambio, fueron los medios de comunicación los humillados. Ninguno de los comentaristas, encuestadores, liberales e izquierdistas que escriben cosas en Internet, vio venir esta mierda.

Cuando las redes nacionales de noticias publicaron los resultados iniciales, se hizo evidente que esto no iba a terminar bien para los demócratas. Otra cosa que estaba clara casi desde el principio: hay mucha de gente blanca enojada y llegó para quedarse.

En años recientes, muchos pensadores demócratas han sido optimistas con respecto al futuro de su partido por la supuesta ventaja que tienen entre los hispanos y los votantes blancos socialmente progresistas. Esos bloques se han estancado enormemente en estados clave como Virginia, Carolina del Norte y Colorado, y el hecho de que Barack Obama haya ganad esos tres estados en 2008 parecía mandar un mensaje claro: la versión del conservadurismo basado en gran parte en un una identidad racial blanca estaba por llegar a su fin y lo nuevo era una política de inclusión. La victoria de Obama en 2012 (que perdió por poco en Carolina del Norte pero ganó por mucho en todo el país) parecía reforzar la posibilidad de que las elecciones presidenciales fueran amistosas con el Partido Republicano, aunque su ventaja en las zonas rurales les permitiera seguir siendo poderosos en el Congreso.

El mensaje que recibió Estados Unidos este martes fue bastante simple: Las estadísticas demográficas no son el destino. O quizá todavía más simple: aún no lo son.

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Los cada vez menos votantes blancos, a menudo desestimados como misóginos racistas al borde de la extinción, se reafirmaron de sobremanera este martes. La participación masiva que excedió las proyecciones hizo más que compensar la votación temprana (y el fuerte apoyo de los hispanos) que favoreció a Clinton en los estados conflictivos. Y aunque algunos partidarios de Clinton se apresuraron a criticar lo que veían como evidencia de un simple prejuicio en el apoyo masivo a Trump, está claro que el problema mucho más complejo.

"No creo que sirva de mucho decir 'es producto de la economía o es producto de la cultura'", dijo Theda Skocpol, una politóloga y socióloga de Harvard que estudió al Tea Party, sobre los que votaron por Trump. "Creo que es una sensación de ser ignorado y una pérdida del estatus que Trump estaba expresando".

"También creo que podemos exagerar la sociología de este acontecimiento", añadió Skocpol como precaución. "Creo que la carta [del director del FBI James] Comey fue crucial porque abrió una oportunidad para que se renovaran los ataques en contra de Hillary".

Podemos atribuir parcialmente la derrota de Clinton al aura del escándalo que, justificablemente o no, giró en torno a toda su campaña. Sin embargo, independientemente de los supuestos defectos de Clinton, ¿que no se suponía que los votantes hispanos, molestos o aterrorizados ante la posibilidad de que Trump asumiera el poder, iban a salvar el día? Todo lo que escuchamos en la fase previa a las elecciones fue lo buena que era Clinton para hacer que sus simpatizantes participaran en las encuestas, lo cual parecía ser señal de una victoria.

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"Pero también fue una señal la gente en estas zonas rurales predominantemente blancas y exurbanas interpretó como que tenían competencia y necesitaban movilizarse", señaló Skocpol. "Creo que a los encuestadores se les pasó este detalle porque el nivel de participación subió más de lo que esperaban" en las zonas rurales de Estados Unidos.

La profesora también se refirió a otro cliché en la política estadounidense: que las encuestas sí funcionan. Tienden a ser acertadas, o al menos lo fueron en las elecciones nacionales recientes. Los observadores políticos confiaban en que Obama iba a ganar las elecciones de 2008 y 2012, y las encuestas en estados clave resultaron acertadas en casi todos los casos en aquellos ciclos. También anticiparon la toma de posesión republicana del Congreso en 2010 y, a excepción de la derrota inesperada de Clinton en Michigan, también fueron bastante certeras durante las primarias presidenciales de 2016.

Pero algo salió terriblemente mal en la noche de las elecciones y los encuestadores son los primeros en admitirlo.

"Honestamente, tenemos que averiguar qué fue lo que salió mal", dijo Celinda Lake, una destacada encuestadora demócrata, el martes pasado. También dijo que vio evidencia de un voto "oculto" o "secreto" en las encuestas de su propia empresa y en otras encuestas este verano, ya que las encuestas por internet registraron más apoyo para Trump que las telefónicas. Eso podría confirmar la versión específica de Trump del "Efecto Bradley", llamado así por el alcalde demócrata de Los Ángeles, para quien las encuestas predijeron una victoria en 1982 en California pero en realidad resultó derrotado. Muchos observadores llegaron a sospechar que la explicación de la discrepancia era que los votantes blancos experimentaron sesgo de deseabilidad social y no querían admitir su inclinación contra el candidato negro a los encuestadores telefónicos. En otras palabras, no querían parecer racistas.

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Trump lleva mucho tiempo diciendo que las encuestas siempre se inclinaban a favor de Clinton y, al menos mientras escribía este texto, el candidato republicano ya llevaba la delantera en estados como Wisconsin y Michigan, donde favorecían a Clinton, y ya tenía asegurados Florida y Carolina. Todo esto indica que, para algunos, la posibilidad más inquietante en una época de aparente conocimiento e investigación científica ilimitados es que, después de todo, en realidad no sabemos cómo medir la opinión pública. Tal vez Estados Unidos es sólo una masa grande y misteriosa.

Por supuesto, no olvidemos que incluso si Trump gana la presidencia, puede perder el voto popular, o al menos no ganar la mayoría de éste. Su victoria está lejos de ser absoluta.

"No creo que esto signifique que el pueblo estadounidense en su totalidad esté dispuesto a aceptar a Donald Trump", dijo Skocpol. "Los estadounidenses están muy incómodos con él y eso significa que su presidencia va a ser todavía más frágil en ciertos aspectos que la de Clinton".

Sigue a Matt Taylor en Twitter.

Este artículo see actualizó para incluir la concesión de Hillary Clinton para el presidente electo Donald Trump.