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¿Qué pasó con la Silla del Águila del Museo de Chapultepec?

A pesar de que la ficha informativa sigue en su lugar, la famosa silla presidencial de Benito Juárez fue sustituida por un cuadro horrible.

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Ahí debería haber un silla acolchonada, un sillón. Eso dice la mampara tamaño adulto que le hace de placa informativa: “Sillón presidencial atribuido a la época de Benito Juárez”, dice. “Símbolo de la autoridad presidencial”, dice. Que expresa con su iconografía las convicciones políticas de toda una época, dice, pero no hay silla.

En cambio, una pintura moderna que emula una suerte de esténsil de Maximiliano sobre un muro descarapelado y una foto de una que podría ser Carlota, pero parece una bailarina descansando los pies, cuelga de la pared que deja ver una sombra percudida, evidente tras la ausencia de la vitrina de cristal donde alguna vez estuvo la silla de la que esa mampara habla como si estuviera ahí: la silla que le regalaron a Benito Juárez en sus tiempos de presidente los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios, la que sale en el retrato que Vicente Fox quitó de Los Pinos en 2006 para poner uno de Francisco I. Madero.

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—¿Y la silla presidencial? ¿La cambiaron de lugar?

—Creo que se la prestaron al Palacio Nacional para una exposición del Bicentenario— contesta uno de los guardias del Salón de Carruajes del Castillo de Chapultepec.

La verdad es que que nadie repara en el error museográfico y seguro habrá algunos que piensen que la pintura se llama Sillón Presidencial. La gente pasa entre las vitrinas llenas de camafeos y chingaderitas antiguas pertenecientes a Carlota y Maximiliano y llega al fondo de la sala, le da una mirada al óleo y sigue de paso por donde debería estar el sillón envitrinado como Papa Móvil.

Antes de descubrir el error uno se puede caminar todo el Museo y no darse cuenta que desde hace cuatro años falta el sillón de terciopelo rojo y bordados en oro, el que inauguró el concepto en México de “silla presidencial” y en el que se dice ningún presidente se ha sentado en realidad —ni el mismo Benito Juárez.

La mampara aclara que quien sí se sentó en él fue Francisco Villa en 1914, cuando las tropas de la Soberana Convención Revolucionaria ocuparon la ciudad de México. Hay foto de la anécdota, una de esas que ahora ya es postal de la Revolución. Francisco Villa se la hizo tomar, sentado en la silla roja, rodeado de líderes revolucionarios y con Emiliano Zapata al lado. Él no quiso sentarse, no fuera a volverse malo.

Hace cuatro años el Museo Nacional de Historia prestó la silla al Palacio Nacional para que formara parte de la exposición México 200 años. La patria en construcción. La exposición costó 140 millones de pesos y mostró 500 piezas sacadas de los acervos de Bellas Artes, el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Archivo General de la Nación.

Estandartes y banderas, constituciones, restos de 14 héroes de la independencia (¿?) y la silla presidencial fueron mostradas por dos años en Palacio Nacional.

—¿Pero entonces por qué la silla no ha vuelto?

—Ya está en el Castillo, pero todavía no se pone porque falta el nicho —dice el mismo guardia de seguridad.

Personal de difusión aclara que la silla está en mantenimiento. Ya mero la ponen. Algún día.  Mientras tanto, el recorrido virtual de la sala introductoria del Alcázar del Castillo de Chapultepec muestra cómo debería verse la silla. Ya mero. Algún día.