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Fightland: Recordamos a Paul Walker, amante del jiu-jitsu

En entrevista, su entrenador nos dijo que el actor era un hombre muy fuerte, y que su sueño era ser cinta negra en este arte marcial.

Miller y Walker en el set.

El sábado 30 de noviembre el actor Paul Walker, estrella de la saga The Fast and the Furious, murió en un trágico accidente automovilístico en Santa Clarita, California. Él tenía 40 años de edad. Además de ser actor y filántropo (de hecho la noche en que murió, Walker regresaba de un evento de recaudación de fondos para su organización de caridad, Reach Out Worldwide), el actor también fue pupilo del maestro de jiu-jitsu Ricardo Franjinha Miller, y logró ser cinta café en esa disciplina. Contactamos a Miller, líder del equipo Paragon jiu-jitsu brasileño desde 1997 y donde por más de una década, él fue amigo y mentor de Paul Walker.

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Fightland: ¿Cuando empezó Paul a entrenar jiu-jitsu contigo?
Ricardo Miller: Como la mayoría de estadounidenses, Paul descubrió el jiu-jitsu cuando vio la UFC. Él vio a Royce Gracie y me contó que pensó: Hey, ¡yo quiero hacer jiu-jitsu brasileño! Le llamó la atención porque le gustaba pelear. Cuando hablé con su familia durante el funeral me contaron que Paul se involucraba en peleas desde niño.

En 2004 llegó a la academia de jiu-jitsu por primera vez. Algunos de sus amigos que estaban entrenando le aconsejaron que viniera a entrenar conmigo a Santa Bárbara. En el momento que llegó a la academia, se enamoró de las artes marciales.

¿Qué tan seguido iba a entrenar contigo?
Cada que su horario y agenda se lo permitía. Venía a clases grupales al igual que clases privadas conmigo. Y cada que viajaba me hablaba por teléfono. Por ejemplo, cuando estuvo en Hawái, me marcó preguntándome dónde podía entrenar ahí y yo le recomendaba lugares o amigos. Él le dedicó mucho tiempo al jiu-jitsu.

¿Qué piensas que le gustaba del jiu-jitsu?
Él mencionó que entrenar artes marciales le brindaba un espacio y apoyo para meditar y quitarse el estrés. Se sentía feliz y enfocado con su espíritu. Para él, el jiu-jitsu era algo así como el yoga. No lo hacía por deporte, sino como estilo de vida.

¿Qué recordarás de Paul como tu estudiante de artes marciales?
Que era un hombre muy fuerte. Cuando Paul comenzó a entrenar me dijo que estaba preocupado porque tenía 31 años de edad, según él ya estaba viejo para recibir una cinta negra. Me preguntó cuánto tiempo tomaría en alcanzar su meta y yo le dije: “Mira, serán unos ocho años”. Él sólo dijo: “¡NO MAMES!” Pero le dije que no se preocupará, que el tiempo pasaría rápido. Contestó que no le importaba el tiempo que tomara, que él lo conseguiría.

Le di la cinta negra a su papá durante el funeral. Le dije: “Señor Walker, quiero darle algo de lo que Paul estaba muy orgulloso. Él estuvo entrenando conmigo por más de diez años”. Le pregunté si quería ponerlo en el ataúd junto a Paul y él me respondió: “Claro que no, esto yo me lo llevo a casa. Esto me lo quedo yo, sé lo mucho que significó para Paul”.