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no me hallo

‘Revisión de rutina’, el creciente abuso policial en Guadalajara

Los tapatíos podemos decir que la ciudad no es tan violenta como otras, sin embargo las detenciones arbitrarias por parte de policías son el pan de cada día.

Revisión de rutina en el Parque Rojo por parte de policías municipales contra jóvenes.

Las luces rojas y azules que se meten por la ventana de mi cuarto y me obligan a levantarme: cuatro policías detienen a un par de jóvenes que viajaban en motocicleta. Se trata de otra detención arbitraria como un día cualquiera. Uno de ellos saca la factura de su motocicleta, los policías les revisan las bolsas y las carteras, parecen desesperados. Al final, los policías municipales les piden dinero para no llevárselos presos —alcanzo a escuchar que les dicen que como no traen seguro les quitarán la moto—, los jóvenes les dan algunos billetes y monedas que caen al piso. Los policías se van, los chicos gritan algo y también se van.

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En las calles de Guadalajara hay dos tipos de persona de las cuales cuidarse: los asaltantes, que te pueden llegar en moto, en coche o a pie, y los policías, que te pueden detener porque pareces algo que no les gusta, pueden extorsionarte y —en algunos casos— hasta matarte, como en el caso de Érick Chávez, que explico más adelante. Y si se te ocurre protestar en alguna manifestación pública, la cosa se pone peor, como en la manifestación del 1 de diciembre o en las protestas contra la Reforma Energética.

Aunque en todas partes del país suceden cosas lamentables, en Guadalajara este tipo de abusos han aumentado exponencialmente en los últimos años. Bajo el pretexto de garantizar la seguridad de los ciudadanos, las policías de la Zona Metropolitana de Guadalajara han incrementado lo que llaman revisiones de rutina, es decir, pararte mientras circulas en tu vehículo o caminando por la banqueta, obligarte a mostrarles tus pertenencias a más de dos uniformados que nunca se identifican contigo y a veces te quitan dinero.

Detenciones hechas durante una manifestación.

Según la información con la que cuenta la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco (CEDHJ), cuatro de cada diez quejas que se han presentado en este organismo están relacionadas a las revisiones de rutina. Esto es, de las ocho mil 890 quejas que se recibieron de enero a noviembre de 2013, alrededor de tres mil 500 fueron por esta causa y si tomamos en cuenta que poco más del siete por ciento de las personas denuncia algún delito (según el INEGI), el número se multiplica.

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Estos hechos violentan derechos humanos defendidos en la Constitución: el artículo primero rechaza cualquier tipo de discriminación —y que te detengan por portación de cara es discriminación—; mientras que el 16 prohíbe que la policía te pueda molestar sin una orden judicial cuando no estás cometiendo un ilícito. Pero además, la forma en que te tratan no es nada agradable.

El caso más paradigmático que se ha vivido en Guadalajara es la muerte del joven Érick Fernando Chávez Trejo, de 21 años de edad, quien en 2013 fue detenido por dos policías de Zapopan para realizarle a él y a sus amigos una revisión de rutina, durante la cual uno de los uniformados le disparó “accidentalmente” en la cabeza.

Revisión de rutina en el Parque Rojo por parte de policías municipales contra jóvenes.

¿Y qué dicen los ayuntamientos de esto? Algunos lo enaltecen como estrategia de seguridad, como es el caso de la Dirección de Seguridad Pública de Zapopan, cuyo titular afirma que se seguirán realizando estas detenciones arbitrarias sin ningún protocolo basados en “características físicas” de quienes parecen delincuentes. Esto impide que se puedan tener datos confiables sobre cuántos de estos, que podríamos llamar delitos oficiales, se cometen diariamente. En el caso de Guadalajara, niegan que haya una orden hacia los policías de detener a cualquier persona.

Por medio de las oficinas de Transparencia de Zapopan y Guadalajara, cuya funcionalidad tanto presumen, pedí los datos sobre las revisiones de rutina que realizan. En teoría, todo movimiento que hace un policía debe quedar asentado en una parte, la respuesta que me dieron es que no existen datos de las revisiones de rutina porque éstas “son inconstitucionales”, aunque en los hechos las apliquen y hasta las defiendan. Además, en el gobierno de Guadalajara se negaron a darme información de cuántas quejas se han recibido de abusos policiacos.

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Durante los últimos tres años he seguido este tipo de actos, ya que miles de jóvenes tapatíos sufren de esta discriminación, y a quienes les toca, sin excepción, son insultados, algunos son incluso arrestados, golpeados o literalmente asaltados. A otros más les revisan hasta el interior de sus calcetines y calzones, sin importar la hora, zona de la ciudad o situación socioeconómica. Los polis agarran parejo.

Un grupo de estudiantes del Instituto de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) hicieron una encuesta para una materia de derechos humanos. Entrevistaron a dos mil jóvenes de la ciudad, de los cuales el 90 por ciento había sufrido, al menos alguna vez, una revisión de rutina (los datos completos se pueden encontrar en un artículo que escribí para el Informe de Derechos Humanos en Jalisco 2013, que se encuentra en este link).

Detención de un taxista y su cliente.

Contacté a algunas víctimas de abusos policiacos en Guadalajara en los últimos años, para que me hablaran de su experiencia.

Anónimo (comerciante indígena)

(Fue detenida junto con otros artesanos durante una manifestación frente al Palacio Municipal de Guadalajara, pues no se les permite vender sus artesanías mientras que a otros comerciantes ambulantes sí).

Nunca me dieron un motivo de por qué me consignaron, ni siquiera ellos sabían por qué nos estaban deteniendo, no nos han dicho por qué tienen detenidos a mis compañeros, a ellos no se les puso multa, no se les ha dicho nada, varios compañeros siguen detenidos. No se nos hace justo porque lo único que pedíamos era igualdad, por qué la autoridad no nos podía contestar, por qué unos sí y otros no. Nosotros por alzar la voz y no querer sobornar a nadie nos tratan así, somos indígenas y lo único que pedimos es que se nos respete y que no se pierda nuestra cultura. Me liberaron porque como tengo piedras en el riñón me empezó a dar un dolor muy fuerte, y me tuvieron que llevar al Hospital Civil, pero no me dieron mi parte médico.

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Darío (periodista)

En mayo de 2012 después de una cobertura de campañas electorales regresaba a mi casa cuando dos sujetos me abordaron diciendo “A ver, hijo de tu puta madre, tú te vienes para acá”, venían en una camioneta sin identificar y los sujetos, que después supe que eran policías estatales, estaban vestidos de civil, con armas en la cintura y sin identificación.

Me golpearon, me intentaron subir a la camioneta y yo opuse resistencia, pues no sabía si me querían levantar, como sucede todos los días en México. Me preguntaron mi nombre y a qué me dedicaba, les dije que soy periodista y me golpearon más fuerte diciendo: “Se creen el cuarto poder, por eso son así”. Me dejaron muchas heridas. Después de golpearme por varios minutos llegaron policías municipales que recibieron una denuncia de los vecinos, quienes habían llamado al MP y ahí mis agresores tuvieron que identificarse. Me acusaron de impedir su trabajo y alegaron que me habían confundieron con un vendedor de medicinas piratas de 40 años. [Cabe resaltar que el agraviado tenía 25 años en esa fecha].

José Ricardo (activista)

Mi esposo y yo íbamos en un taxi en la noche cuando nos detuvo una patrulla y un oficial nos preguntó de dónde veníamos y a dónde íbamos, y nos pidió que le mostrara las identificaciones porque habían asaltado mucho a los taxistas. Le dijimos que a nosotros eso qué, que no tendría por qué detenernos y se puso mamón. Saqué una credencial del IMSS, porque no encontré la del IFE, y me reclamó que no era una credencial oficial. Le dije que lo que estaba haciendo era una violación a los derechos humanos; empezó a chingar que le enseñara lo que traía en la mochila que podíamos ser asaltantes, entonces saqué una cámara y empecé a grabarlo. Edgar (mi esposo) le dijo: "Dime tu nombre", y el tipo decía: "¿Por qué?, ya te lo di". Quería que nos bajáramos pero después de grabar unos segundos un poli le dijo al otro que nos dejara, pero logramos grabarles el rostro.

Diego (promotor cultural)

Eran las diez de la noche, yo iba caminando sobre Pablo Neruda hacia Rubén Darío, a casa de un amigo. Me detuvo una patrulla con dos policías para aplicarme una “revisión de rutina”. Les dije que no tenía tiempo para eso, que sólo me dirigía a casa de un amigo y que por favor hicieran su trabajo de protegerme en lugar de quitarme el tiempo, y uno de ellos me tomó por los hombros, me lanzó contra la patrulla y me empezó a revisar. Yo traía 300 pesos en la bolsa, sacaron el dinero y me dijeron "Con esto lo vamos a dejar ir joven”. Cuando quise ver el número de patrulla o placas me di cuenta que estaban tapadas con un rectángulo negro, no se veían.

José (editor audiovisual)

Salíamos de la oficina en donde mi amigo Luis tiene su oficina, por la calle José Guadalupe Zuno, media cuadra después de Chapultepec. Subimos a su motocicleta, ninguno de los dos llevábamos casco. Una cuadra después un par de patrullas nos dieron alcance, una nos cerró el paso y otra se posicionó detrás de nosotros. Uno de los oficiales se bajó de la unidad y nos pidió que bajáramos de la motocicleta, mientras otros oficiales nos rodearon, una vez abajo nos pidieron que vaciáramos nuestros bolsillos y pusiéramos nuestras pertenencias sobre la cajuela de un auto que se encontraba estacionado. Mientras revisaban nuestras cosas nos preguntaron, entre otras cosas: “¿Quiénes son, qué hacen, dónde estudian, a dónde van, quién es el propietario de la motocicleta?” Después se comunicaron por radio y de inmediato llegaron un par de patrullas más y nos hicieron las mismas preguntas. Una vez que comprobaron que mi amigo Luis era el propietario de la motocicleta y que éramos quienes dijimos que somos, nos regresaron nuestras pertenencias; no sin antes decirnos que teníamos que esperar a un agente de tránsito pues no portábamos casco y nos habíamos hecho acreedores a una multa. El agente de tránsito no tardó en llegar, giró la multa y al fin nos dejaron ir. Nos proporcionaron un “documento” para que si otra patrulla nos detenía no pasáramos por lo mismo y en efecto un par de patrullas en el lapso de un kilómetro volvieron a detenernos pero mostramos dicho “documento” y se nos permitió continuar.