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Pase y llore

¿Se vale hablar de que Cuauhtémoc Gutiérrez está gordo?

Por qué el aspecto de los políticos puede ser un tema de interés público.

Ahora que separaron a Cuauhtémoc Gutiérrez de la dirigencia del PRI en el DF, hay un hecho que resulta imposible pasar por alto, en medio de todo lo que implica tener una red de prostitución privada financiada con dinero público: el señor está muy gordo.

La disposición a hablar de esto parece separar limpiamente al público de los medios de comunicación. Más que considerarse que, comparada con la corrupción a esa escala, la obesidad (y qué grado y forma de obesidad; es casi maravillosa) es un rasgo sin valor periodístico, quienes cubren la nota dan la impresión de asumir que mencionarlo le restaría seriedad a su labor y prefieren actuar como si no existiera. Pero, ¿en realidad carece de relevancia? Y si fuera así, ¿por qué tantos de quienes comentan el asunto, fuera del ámbito periodístico, centran su atención en el índice de masa corporal del heredero al trono de la basura? ¿No sería esto un indicador de que podría, al menos, indagarse en el significado o implicaciones de ese rasgo?

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Con estas preguntas (un poco tramposas, pero que tire la primera piedra quien esté libre de todo uso mañoso de la retórica), no puedo evitar acordarme de los comentarios acerca de la apariencia de Elba Esther cada vez que era protagonista de un escándalo, antes de su encarcelamiento. Mientras que los fotoperiodistas parecían tener un fetiche por encontrar el instante en que la fealdad de La Maestra era visible en todo esplendor (y es que esa cara terrorífica también era fascinante, a su modo), los encargados de redactar la nota le sacaban la vuelta olímpicamente.

Alguna vez, creo que fue durante la campaña de Loret de Mola y Televisa contra Gordillo, alrededor del estreno del "documental" De panzazo, y poco antes (CASUALMENTE) del operativo en que la detuvieron, puse un tuit acerca de su fealdad. Me respondieron que, con todo y que se trataba de un personaje siniestro, corrupto, condenable y vástago de Satanás, concentrarse en su aspecto era una especie de falta moral que rebajaba la discusión a salón de secundaria o simplemente desviaba el tema.

Ya sabemos que Twitter funciona casi todo el tiempo como un circo romano inofensivo y sí, la mayor parte de los tuits que hablaban de la cara de Elba Ester eran de lo más chafas y como para avergonzarse de pertenecer a esa red social. Pero, ¿qué no Elba Esther se había deformado voluntariamente la cara a lo largo de años de ser cliente de cirujanos plásticos? Y además, ¿no lo había hecho con lana que debía haberse destinado a fines educativos (a menos que hubiera encontrado cirujanos que cobraran honorarios tan bajos, que se hubieran podido cubrir con su sueldo de "maestra"; pero no hay necesidad de fingir tanta ingenuidad)? Es decir, esa cara, objeto del deseo para tantos fotógrafos y su público, era (es) un reflejo de su corrupción. Tal vez sería estirar la postura, pero todos habíamos pagado sus tasajeadas con nuestros impuestos, por lo que en cierta forma éramos dueños de esa fealdad y podíamos hacer de ella un asunto de interés público.

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Igual que con ella, con Cuauhtémoc Gutiérrez sucede que es muy posible que miles de pesos del presupuesto público hayan terminado como materia adiposa en su anatomía. Aunque, claro, también es posible que su caso de obesidad esté relacionado con un trastorno metabólico del cual no se le debería responsabilizar y que la tiroides y demás. Aun así, ¿no creen posible que exista una relación entre su gordura prodigiosa y la cadena de decisiones que lo llevó a creer que necesitaba un harén? Puede que esté entrando al terreno de acusaciones sin sustento, pero otra forma de verlo es que su deformidad física acaso sea un reflejo de su deformidad moral. (Acuérdense que se trata del mismo que pedía una consulta ciudadana para penalizar a violadores y pederastas con la castración química).

Claro, mucho más importante es indagar en los hechos, puros y duros, a donde puedan llevar los indicios de corrupción y prostitución de los que podría resultar culpable. Y más, investigar y discutir la forma de opresión a que son sometidas éstas y muchas otras mujeres por medio de la explotación sexual, en redes que implican a políticos y empresarios de todo el país.

Pero si al hablar del caso de Cuauhtémoc el tema de su "amplitud" surge todo el tiempo entre los comentarios, tal vez no haya que descartarlo de inmediato. Yo propondría no subestimar al público y antes de acusar que la discusión de su caso se esté abaratando, explorar un poco las razones por las que se toca tal o cual aspecto del tema.

Pero, bueno, de nuevo y off the record, qué tesoro de obesidad, ¿no? Y qué padre la lonja que tiene atrás del cuello.

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