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Cultură

Ser padre hoy

Ahora, supuestamente, estás encantado de poder compartir tu vida con un ser pequeño y no te importará demasiado el hecho de no poder quedarte ni un segundo de pie pensando en qué clase de persona te has convertido.

Robándole el título a Miguel Noguera —en cierta manera— me dispongo a relatar lo que vendría a entenderse como ser padre hoy. Bueno, tampoco tanto, pero con mi experiencia de ser padre a los 26 años —algo absolutamente común entre los mortales, ¿cierto?— pretendo arrojar un poco de luz en todo eso de la reproducción, la evolución y de cómo afecta al carácter social de los seres bípedos sin plumas que somos los humanos. Supongo que a muchos les sorprenderá que yo —ese tipo que escribió sobre masturbarse mirando la tele — sea padre, pero así es como funciona el mundo; el caos es realmente el titiritero de todo el devenir de la existencia, y qué bien que así sea.

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Primero que nada, ¿quiénes somos nosotros para generar vida? Quiero decir, generar vida sin preguntar. Evidentemente no podemos preguntarle a algo que todavía no existe si quiere nacer o no, pero lo cierto es que la potencial opinión de este no-ente tampoco se toma demasiado en cuenta. Los hijos se tienen a modo de antojo personal; es la egoísta decisión de una persona o un conjunto de personas. Muchos lo ven como la encarnación del amor entre dos individuos o como la forma definitiva de resolver (erróneamente) una relación que lleva años asentada en el horror. Puede verse también como "el siguiente paso" que toda pareja debe dar para convertirse en familia, que es a lo que todos —o una gran mayoría—aspiramos. En todo caso el motivo por el que una pareja debería decidir tener —o no tener— una criatura debería estar relacionado con cierta responsabilidad como especie. Lo que tendría que ser una decisión lógica y razonada se encuentra bañada por un conglomerado de sentimientos inoportunos. Arrancar de la nada a tu propio hijo y decidir convertirlo en algo vivo y concreto —lo que vendría a ser convertir una idea en algo tangible— debería responder a las exigencias de un bien común. Es un acto de supervivencia. Yo muero, tú naces, yo me voy y tú sigues, no tiene nada que ver con el amor.

Ser padre hoy es una responsabilidad pero menos que cuando los hombres vivían en cuevas y tenían que proteger a sus criaturas de los osos. Bueno, de hecho es parecido pero en vez de un oso ahora tenemos la amenaza de la pobreza, las garras afiladas de cuando uno se descubre perdedor en el gran juego del capitalismo. De todos modos la idea de un oso entrando en tu cueva y comiéndose a tu hijo sigue siendo una imagen bastante retorcida, algo que muchos padres, por suerte, nunca tendrán que vislumbrar.

Vayamos a cosas más concretas. Uno de los grandes mitos de tener hijos (y exquisita excusa utilizada por algunos para no tenerlos) es eso de que resulta ser algo tremendamente costoso. Para empezar, valorar las cosas por los costos económicos es algo profundamente realista a la par que desesperadamente deprimente; ese "no nos lo podemos permitir" responde más al pensamiento de un elfo de cristal que al de un ser humano. Mucha gente tiene miedo porque se ve cayendo dentro de un abismo económico del que nunca más podrá salir. A todas estas personas les digo: un bebé se alimenta únicamente del amor de sus padres. Bueno, esto no es exactamente así pero joder, realmente no resulta algo tan caro. Durante los primeros meses el bebé no hace nada y come cosas muy baratas (leche y cosas trituradas) y lo único que hay que tener en cuenta es lo de limpiar su mierda, curarle el ombligo y evitar que se muera solo. Luego las cosas se complican y tienes que vestirlos con cosas más elaboradas que simples retales de tela y conseguirles una escuela, pero por lo general la cosa tampoco cambia tanto.

El mayor problema reside en conciliar trabajo y maternidad/paternidad. Ahí es cuando el dinero desaparece en niñeras y mierdas extraescolares. De todos modos, salir cada fin de semana y gastarse cientos de pesos en alcohol sale mucho más caro que todo esto que estoy proponiendo. A ver, como todo "hobby" —este tipo considera que tener un hijo es un 'hobby', por Dios, voy a dejar de leer ahora mismo"—, uno tiene que invertir cierto dinero en él pero por lo general es bastante caro. No consigues llenar tu repisa de discos sin gastarte unos cuantos duros, de la misma forma que no logras que tu hijo llegue a los 15 años sin dejar algo de dinero por el camino. Además, supongo que lo de las niñeras y todo esto es un poco fruto de una mentalidad occidental. Realmente un bebé puede quedarse solo en casa durante varios días sin que le pase nada malo pero claro, crea cierto rechazo a nivel vecinal.

Imagen vía. Hablemos de educación. La escuela es una bendición ya que todo el tiempo que está el niño en la escuela lo puedes pasar en casa viendo series. De hecho, ojalá hubiera escuela los fines de semana y durante todo el verano. Pero tengo que decir una cosa, no hay nada más triste que ese momento en el que te das cuenta de que el único momento del día en el que puedes masturbarte es cuando el niño o la niña está en la escuela. Es un momento de revelación que te inunda de pensamientos extraños e incómodos, incluso puedes llegar a plantearte ciertos dilemas de índole moral. Es algo normal, no pasa nada, todos hemos pasado por esto. Es cierto que siempre te quedarán las noches —cuando el pequeño duerme tiernamente— pero si tienes la mala suerte de seguir viviendo con tu pareja, tendrás que aguantarte hasta que este caiga rendido y se te asegures de que esté realmente dormida. Un progenitor también tiene que ser un poco divertido; pocas cosas son más tristes que un padre gris. Ahora tienes que volver a jugar, algo que llevabas años sin hacer. Eso parece sencillo pero los niños no tienen ni puta idea de como jugar, no puedes divertirte con ellos, tienes que "hacerles ver" que te diviertes. Tienes que inventarte toda clase de historias y "aventuras", generar todas las ficciones, porque si no, nada tendrá sentido. La mente de un niño no tiene control. La imaginación desbordada hace que el juego sea como una pesadilla: nada sigue siendo lo que es ni durante un segundo, todo cambia constantemente. No hay estructuras tripartitas de inicio-desarrollo-desenlace. El cerebro de un niño funciona raro. Así que uno tiene que hacer el esfuerzo de darle sentido a toda esa mierda. Me dirán que lo mejor sería dejarse llevar por la imaginación del niño, pero créanme, eso es un jodido aburrimiento. Seguir al loco en sus aventuras de loco no es una opción válida. El tema del tiempo es lo más importante. Ahora ya no eres un "yo" sino un "nosotros", por lo que todo lo que hagas tiene que ser compatible con tu hijo. Quiero decir, no te vayas al bar y lo dejes sentado en un taburete comiendo cacahuates durante horas. Ahora, supuestamente, estás encantado de poder compartir tu vida con un ser pequeño y no te importará demasiado el hecho de no poder quedarte ni un segundo de pie pensando en qué clase de persona te has convertido. De todos modos siempre será sano intentar buscar un rato para ti y convertirte en el humano egoísta que eras antes. Porque si algo te descubre el ser padre es que antes eras absolutamente egoísta con tu tiempo, siempre dedicado a hacer cosas para ti y cediéndolo muy pocas veces a los intereses de los otros. Ahora aprenderás a pasar semanas o meses sin haberte dedicado ni un maldito segundo. Esta calamidad se revelará, con el tiempo, como una bendición. La calma después de la tempestad. El equilibrio con uno mismo. Desprenderse del ego, del individuo. Ser sin ser nada en concreto. Serlo todo. Tu tiempo es mi tiempo y mierdas así. Ser padre vendría a ser un poco esto. Contaría más cosas referentes a la alimentación, la indumentaria, el alcohol o la venganza pero este texto ya está siendo demasiado largo y más de 700 palabras ya genera una falta de atención abismal por lo que las presentes 1.576 ya son demasiadas. Vamos a parar esto ya. Nota: Puede que en algún momento haya omitido uno de los dos géneros. Mi intención era equilibrar sexos (padre, madre, paternidad, maternidad, etcétera). No le den demasiadas vueltas al asunto.