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Sin policía no hay violencia

A pesar de lo que se esperaba y por primera vez en muchos años, la marcha para recordar la matanza del 2 de octubre no fue asediada por cuerpos policiales.

A pesar de que se esperaba una gran presencia policiaca debido a las recientes manifestaciones de los estudiantes del Politécnico, las reformas estructurales aprobadas este año, los más de cuarenta estudiantes normalistas desaparecidos en Guerrero y las ejecuciones por parte del ejército en el Estado de México, la marcha de este 2 de octubre no fue asediada por cuerpos policiales.

Como todos los años, la marcha del 2 de octubre comenzó en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, y la manifestación era encabezada por el Comité del ‘68 y los últimos representantes del movimiento y sobrevivientes de la matanza de ese año. Y como todos los años, cientos de camarógrafos y periodistas estábamos ahí, documentando la marcha y atentos a cualquier enfrentamiento violento. Pero, a diferencia otros aniversarios de la masacre, no había ni un policía a la vista, sólo cortinas de hierro en los establecimientos y muros metálicos protegiendo edificios importantes.

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Detrás del comité, había una gigantesca fila de organizaciones, sindicatos y estudiantes, cada uno peleando por su causa: yaquis de Sonora, triquis de Oaxaca, la CNTE, el SME, estudiantes del Politécnico, de la UNAM, de la Universidad de Chapingo y decenas de grupos menores con banderas que no pude identificar. También había niños, abuelos, parejas y muchos vendedores de garnachas y sueros para el calor.

La marcha recorrió, como es habitual, todo el Eje Central hasta llegar a Bellas Artes para dar vuelta a la izquierda y llegar al Zócalo. La genta cantaba las porras de siempre, las del 68 y las anti-Peña; también había una que otra nueva, mezcolanza de las dos: "Peña y Echeverría / son la misma porquería".

Los niños también gritaban, cantaban las porras y agitaban banderas. En el Zócalo esperaba un pequeño escenario y una banda musical. La bandera estaba a media asta, pero por primera vez en varios años consecutivos, no se sentía un ambiente triste. Era como una fiesta de memoria, libre expresión y respeto.

A diferencia de todos los años, no hubo violencia ni enfrentamientos.

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