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Sospechamos que el ejército birmano tiene a mujeres rohingya como esclavas sexuales

Los locales saben de la situación pero les da miedo denunciar porque pueden ser asesinados.

Campamento militar del regimiento 207 a unos kilómetros de Sittwe.

Los musulmanes de Birmania la siguen pasando mal. El año pasado, la mayoría budista en el país lanzó una serie de ataques contra la minoría de rohingyas musulmanes, argumentando que no son "étnicamente puros". Los ataques continúan este año y ahora incluyen a la población musulmana en general, así como a los rohingyas, a quienes pandillas de budistas desalmados les queman las casas mientras les parten la madre.

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Después de monitorear la desgracia que viven los rohingya y dos incidentes violentos contra ellos en junio y octubre del año pasado, decidí volar a Birmania, anticipando otra ola de violencia. El problema era que no tenía dinero, comisión, ni organización mediática que me respaldara, y los medios habían prácticamente dejado de cubrir el asunto. Cuando acudí al público para financiar mi viaje, la respuesta fue abrumadora (resulta que la gente está interesada en ayudar a exponer esta persecución tan violenta de minorías vulnerables) y me ayudaron a reunir el dinero para viajar.

Nos quedamos en Sittwe, la ciudad principal en el estado de Arakhan, donde se encuentran la mayoría de los campamentos de rohingyas. Atravesar retenes cada mañana para entrar a los campamentos, era como viajar a un mundo paralelo en el que está bien olvidarnos de nuestras obligaciones y acosar indiscriminadamente a otros grupos de personas sólo porque vienen de un lugar distinto. Los musulmanes rohingya no son reconocidos como ciudadanos en Birmania, lo que implica que no tienen derechos y cuentan con un limitado acceso a la educación y la salud.

Un niño rohingya en un campamento ilegal de desplazados en el estado de Arakhan.

Mientras estuve en Sittwe, algunos de mis contactos me hablaron sobre mujeres rohingya que están detenidas en una base militar. Rastreé a algunos testigos, pero necesitaba acercarme al campamento para confirmar lo que había escuchado. Hay que tomar en cuenta que tomar fotos y video en una base militar birmana no es algo que se pueda tomar a la ligera, y que las personas que aceptaron llevarme al lugar ponían en riesgo sus vidas.

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La evidencia que obtuve durante mi semana en Sittwe sugiere que el ejército birmano está encarcelando a mujeres rohingya, de la región de Arakhan, para usarlas como esclavas sexuales. Esa evidencia está ahora en manos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una agencia de las Naciones Unidas que se encarga de los asuntos laborales, y que ya presentó una queja al gobierno de Birmania, además de iniciar una investigación para rescatar a las mujeres.

El testimonio de algunos testigos en un campamento militar situado a unos kilómetros de Sittwe (y hogar del regimiento 270) habla de unas 20 mujeres y tres niños menores de ocho años, detenidos en el campamento. Una de las testigos, Amina (no es su verdadero nombre), dijo haber caminado junto al campamento cuando escuchó que la llamaban. La mujer encarcelada preguntó a Amina si era musulmana; lo es.

“Por favor ayúdanos. Si nos ayudas a escapar irás al Yánnah [el cielo]”, le dijo una mujer. “Vienen muchos soldados, no podemos respirar. Queremos ser musulmanas otra vez. Si nos quedamos aquí iremos al infierno”. Según Amina, el mensaje era: estas mujeres están siendo violadas, y no tienen que decirlo explícitamente para que alguien entienda lo que está pasando.

Los prisioneros le pidieron a Amina que le diera el mensaje a alguien que las pudiera ayudar. “Nuestros padres no nos pueden encontrar”, agregaron.

Una mujer rohingya en una clínica. Foto por Dougal Thomas.

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Las mujeres sólo pudieron hablar con Amina porque era el Día de la Independencia en Birmania y los soldados se habían ido. “Llevamos largo tiempo bajo arresto. Hoy nos dejaron porque tienen una visita especial”, le dijeron a Amina. Las mujeres continuaron su historia, y le dijeron a Amina que si la historia se propagaba demasiado, el ejército las mataría, además de advertirle que ella corría riesgo también por hablar con ellas.

Amina vio a tres niños en el campamento. Dos de ellos asomaron sus cabezas por las ventanas y uno se acercó hasta la barda para que Amina pudiera darle algunas verduras que había recolectado. “Las mujeres estaban llorando”, me dijo. “Algunas me decían hija, otras hermana”.

Amina dice que algunas de las mujeres parecían embarazadas, lo que podría indicar que llevan encerradas desde junio u octubre, y que quedaron embarazadas durante su tiempo ahí. La información recopilada de varias fuentes apunta a que los habitantes locales saben que las mujeres están siendo encerradas, pero tienen demasiado miedo de decir algo. Y ya que los rohingya no son reconocidos como ciudadanos en Birmania, y por lo tanto no tienen derechos, podemos asumir que el castigo por hacer este tipo de acusaciones sería difícil de regular.

Un pueblo rohingya incendiado en el estado de Arakhan.Foto por Spike Johnson.

Un rohingya de 18 años al que entrevisté describió otro campamento a unos 20 minutos (donde habita el regimiento médico), donde había otra mujer que parecía estar sufriendo bajo las mismas condiciones. Él era uno de los 14 arroceros que se acercaron a hablar con la mujer en rakhine, el idioma de la población budista de

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Arakhan. La mujer les respondió: “Ya no hablen rakhine conmigo, soy musulmana y soy una prisionera en este lugar”.

Después les dio el nombre de su padre y su lugar de origen. Le preguntaron qué hacía en un campamento militar, si era musulmana y si estaba lista para ir con ellos. Les contestó: “Tengo dos hijos”, quienes al parecer estar siendo usados para mantenerla en el campamento. Esta evidencia también está ya en manos de la ILO.

Encontré a otros testigos, pero tenían demasiado miedo como para hablar. Una mujer que había visto a la prisionera del regimiento 270 accedió a hablar conmigo en principio, pero se echó para atrás cuando su esposo amenazó con divorciarse de ella si hablaba con cualquier periodista sobre la situación. Los rohingya no tienen derechos ni protección oficial, y aquellos que hablan con periodistas arriesgan sus vidas, así que este miedo a hablar es completamente entendible.

La última vez que se vio a estas mujeres fue a finales de marzo y no está claro si siguen con vida. Tampoco queda claro si las mujeres siguen en el campamento o si han sido enviadas a otras cárceles. Lo único cierto, es que hay mujeres inocentes cautivas en manos del ejército birmano y que muchos locales saben de esto, sólo que les es imposible hacer algo al respecto sin arriesgar sus vidas.

Sigue a Assed en Twitter: @AssedBaig

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