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Cultură

Tengo que romper las reglas de la cárcel para seguir en contacto con mi familia

Es muy difícil mantener contacto con mi familia. No les alcanza para pagar llamadas por cobrar y a mí no me alcanza para pagar las llamadas desde aquí.
Ilustración por Dola Sun

Lo más difícil de la cárcel es estar solo.

Es muy difícil mantener contacto con mi familia. No les alcanza para pagar llamadas por cobrar y a mí no me alcanza para pagar las llamadas desde aquí. De vez en cuando, me llegan cartas sobre la muerte más reciente de alguno de mis seres queridos o sobre lo que pasa en la casa pero no más.

Como llevo mucho tiempo en la cárcel, ya hice las paces con el hecho de que no nos alcanza para comunicarnos. A veces encuentro un guardia solidario y le cuento lo difícil que es ponerme en contacto con mi familia. Y, a veces, ese guardia sale y me compra un celular de prepago barato en su día libre. Lo activa y lo mete a la cárcel, usualmente dentro de su almuerzo. Y me lo da en el momento indicado.

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Lo único que me pide a cambio es que no lo delate si me descubren.

Otra forma de mantenerme en contacto es vender mi desayuno, mi almuerzo o mi cena a otro prisionero a cambio de una llamada de tres a la vez.


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A veces no sé nada sobre mi familia en años porque les cortan la línea o cambian de dirección porque no pueden pagar la renta, o porque me transfieren de prisión. En esos largos periodos siento que ya no quieren saber nada de mí. Y cuando por fin llaman, les pregunto si en verdad me aman. Pero después me siento terriblemente culpable porque sé lo difícil que es la vida para ellos. En lo que respecta a tener comida y dinero, es probable que me vaya mejor en la cárcel que a mi familia allá afuera.

Lo que sí puedo decir es que es muy difícil estar en la cárcel cuando no se siente el apoyo de la familia. De hecho, se necesita una energía sobrenatural para seguir viviendo.

Casi puedo entender cuando otros presos dicen "A nadie le importa si vivo o muero".

Cuando liberan a compañeros de donde yo vivía, les doy fotos y direcciones, y les ruego que busquen a mi familia, que les digan dónde estoy, que estoy bien, que los amo y que tengo muchas ganas de hablar con ellos.

Aguanto todo lo que vivo en la cárcel porque yo me lo gané.

Pero me preocupa perder a mi familia en los seis años que me quedan tras las rejas.

El autor cumple una sentencia de 17 años de cárcel por tentativa de robo a mano armada. Su nombre no se publicó por obvias razones.

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