Teresita Fest 2015: punk rock, norteño, cumbia, cariño y amor

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Teresita Fest 2015: punk rock, norteño, cumbia, cariño y amor

El año pasado yo también me perdí el Teresita Fest, la mejor fiesta secreta de todos los tiempos en la Ciudad de México. Cuando me enteré que había dejado pasar la fecha, me retorcí de la envidia durante días. Me juré a mí misma asistir al siguiente desmadre. Este año puse alarmas, me armé con una buen cantidad de pisto y llegué desde temprano a un departamento en la colonia Juárez. Quería ver desde cero en qué iba a terminar la noche. Después de pasar a los dos gorilas que estaban en la puerta, subí unas escaleras estrechas que me llevaron hasta una puerta blanca. Entré, puse mis chelas en el refri y me acerqué a cotorrear con los primeros fritos que se me cruzaron en el camino. Los del Chingadazo de Kung Fu rompieron madres y en tres canciones ya nos habían hecho polvo.

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Después de ser destrozados con buen punk rock, lo que vino después cayó sobre nosotros como bomba nuclear. Ya enfiestados y orillados por la presión social, convencimos a los de la Agrupación Cariño a que se echaran un palomazo. Con los sacos más azules que he visto en mi vida puestos, nos volvieron locos. Bailamos horas mientras algunos borrachos gritaban: "¡Nunca se van a ir, nunca se van a ir!" Cansados y después de darnos a todos un buen bailongo, sonó "Entre la Espada y la Pared" (su nueva canción con Cristian Castro), y se fueron. Eran tantos los gritos y el ruido saliendo de los amplificadores y la batería que pensé que las paredes del lugar se iban a caer a pedazos.

Intenté hasta el cansancio mantener la memoria fresca toda la noche, pero como en cualquier buena fiesta, perdí la noción del tiempo entre tanta gente y cervezas. Mientras DJ Maricumbias alimentaba nuestras ganas de desmadre, me acerqué al refri con la esperanza de que hubiera, aunque sea, un trago de chela con que alivianarme. No encontré nada. Me aventuré a buscar un Oxxo cerca y me perdí. Decidí irme a casa. Lo que pasó durante mi ausencia fue más de lo mismo pero a un nivel más hardcore. Llegó un grupo norteño que alguien se encontró en la calle y decidió que era buena idea llevarlo a la fiesta. Las cubas se empezaron a servir sin refrescos y la gente comenzó a valer madre. Fue una muy buena fiesta. Lo sé por mi cruda al día siguiente y por las caras de todos los que me encontré el lunes siguiente y seguían destrozados. Si de algo estoy segura es que valió la pena tanta borrachera.

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