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Cultură

Un culero increíble

Gary Indiana no se engrasa el culo para nadie.

Fotografía de archivo gracias a Fales Library and Special Collections de la Universidad de Nueva York.

Nunca me imaginé escribir sobre Gary Indiana, sólo quería conocerlo. A pesar de llevar 35 años escribiendo libros que son más corrosivos que la sangre de Alien, su perfil ha aparecido sólo en unas cuántas revistas y nadie ha escrito una biografía seria sobre él. La mayoría de los jóvenes semiletrados están seguros de que han escuchado de él, pero quizá sólo estén pensando en la ciudad de la que Gary sacó su apellido (antes era Hoisington). Primero que nada, Gary es un novelista, uno que entra en la categoría de los No Olvidados pero Criminalmente Menospreciados que parece acechar a los escritores de cierta edad. Quizá sea porque la idea literaria del mercado actual está influenciada por algo que él llama “la procesión de pendejos llamados Jonathan que no tienen talento y viven en Brooklyn”. Pero su lucha por el éxito también se ha visto afectada porque se niega a ver su vida en términos de una carrera. “¡Nunca he tenido una carrera!”, me gritó una vez. “¡Nunca he tenido una carrera porque no me trago la mierda de nadie! Esos idiotas con carreras ni siquiera tienen que comer mierda. Sus bocas ya son un jodido escusado”. Ha publicado obras maestras desde su primera novela Horse Crazy (1989), una historia corta de amor homosexual ambientada en la época del SIDA en Nueva York. Su amigo cercano William Burroughts defendió los primeros libros de Gary, llamándolos “historias arquetípicas, contadas de forma sobresaliente. Fascinantes para cualquier hombre, sin importar su preferencia sexual, como los personajes en Genet”. En resumen, podríamos decir que Gary es uno de los últimos intelectuales americanos hardcore de una generación que empieza a desaparecer. Hoy en día, muchos de los trabajos de Gary están descontinuados. No puedo evitar pensar que esto es, en parte, su culpa. “Soy un culero increíble pero un cabrón de miedo,” me dijo cuando le pregunté si había contribuido a sus propios problemas en el mercado. “Cualquiera que tenga mi edad y todavía impriman sus libros, es sólo porque sabe hacer contactos, sabe engrasar cada culo con el que se topa. Yo puedo escribir una novela, y vender esa novela. Sólo no sé cómo meter esa novela por el culo de alguien”. En una entrevista en 2002 para Village Voice, advirtió sobre los peligros de venderse: “la gente cree que eres autodestructivo si estás dispuesto a enfrentarte al poder cuando sabes que harás enemigos. Pero si sólo te preocupas por tener éxito y conocer a la gente con poder, entonces quizá debas empezar a tomar Klonopin todos los días”. El clásico mensaje de alguien que vive en un mundo solitario y que se niega a comprometerse. Gary apenas entra a los sesenta, pero se ve mucho más viejo. Haber envejecido prematuramente va bien con sus obras. Durante los últimos 23 años, ha escrito media docena de novelas aplastantes, principalmente sobre las relaciones de poder en torno al sexo, el dinero, la fama y la brutalidad. Está obsesionado con la ley, el momento en el que “la realidad y la ley [chocan] en una forma que expone las contradicciones del sistema en el que vivimos… donde las masas de gente son controladas por miedo a la policía y por miedo a ser encerrados o ejecutados, en lugar de por un sentimiento compartido de posibilidad”. Muchas de sus ideas provienen de la realidad, en especial cuando se trata del crimen. Siguió con detalle los juicios de Rodney King y Jack Kevorkian, y ha realizado estudios sobre Pier Paolo Pasolini y Arnold Schwarzenegger.

Gary en el Chateau Marmont de West Hollywood, donde John Belushi murió de sobredosis. Foto por Ivan Galietti. Gary y sus amigos hablando sobre cocaína y champaña para una edición de Soho Weekly News en los 80s.