FYI.

This story is over 5 years old.

Música

'There Are Other Worlds' de Sun Ra es la mejor canción para el bajón en la historia

Puede que tengas muchas canciones en mente, pero esta pieza de once minutos de jazz sicodélico se escucha como se siente un bajón.

El autor y sus amigos en la universidad la vez que se metieron un chingo de hongos.

Nadie toma sicodélicos y sale ileso. No estoy diciendo que cada experiencia tenga que ser un descenso al infierno, así como una planilla de ácido tampoco es un boleto garantizado a una iluminación creativa instantánea. Steve Jobs probablemente hubiera creado Apple aunque se hubiera ahorrado todos esos papeles que se comió en su dormitorio de Portland.

A lo que voy es que sin importar qué tan positiva sea la experiencia de tu viaje, tu cerebro y tu cuerpo se sentirán extraños en el bajón. Si alguien te ha dicho que comió unos ácidos súper fuertes y que "no le dio bajón", seguro es un mentiroso. Algún tipo de cruda mental o física invadirá tu ser, aunque sea una manejable. Esa es la cuota que tienes que pagar por ir a dar un paseo por el abismo cósmico.

Publicidad

Una de las mejores cosas de tomar sicodélicos es la banda con la que terminas al final de un largo día, acogiendo la miseria mutua del bajón con los últimos pipazos y algo de música. Pero, ¿qué tipo de música? Tiene que ser perfecta o la vibra se pone amarga, ¡todas esas neuronas alborotadas para nada!

Las personas tendrán muchas opiniones sobre la mejor canción para escuchar en el bajón. Aunque bien intencionadas, muchas de estas selecciones también tendrán la intención oculta, aunque no tan sutilmente, de sacar a todos de onda para que dejen de hablar de superación personal y de cosas viajadas sin sentido. El truco para mantener la vibra sin que se ponga demasiado clavado (en riesgo de llegar al letargo) es seleccionar una canción extraña, que sea envolvente pero no dominante ni secundaria. Quizá algo que sea un poco retador, o algo que sea un mejor tema de conversación que los reptilianos o las teorías de conspiración.

Con esto en mente, mi canción favorita para un bajón sicodélico es "There are other worlds" del disco de Sun Ra de 1978, Lanquidity. Y la simple razón es que esta pieza de once minutos de jazz sicodélico se escucha como se siente un bajón.

Empezando con un sintetizador tenebroso, la canción colapsa en bonitas notas de piano antes que las voces de los miembros de Arkestra June Tyson, James, Jacson, Edde Tahmas, y Sun Ra —etiquetados en conjunto como "Voces étnicas" en las notas del disco— empiecen a gemir. Escalofriante pero hipnotizante, como si perteneciera a un alma perdida o un fantasma amigable que te dice que lo sigas con su dedo índice.

Publicidad

Unos bajos se escabullen en la canción, seguidos de unas trompetas confusas. Se siguen añadiendo elementos instrumentales, algunos de sus componentes suenan incómodos, ansiosos, o incluso aterradores; como si cada uno estuviera en una droga diferente. Es una peligrosa pero triunfante mezcla de vibras buenas y malas que imita esos espasmos de ansiedad y ese temor existencial —mezclado con momentos de calidez y tranquilidad— que pintan un bajón de sicodélicos.

Recuerdo la primera vez que escuché la canción, mientras bajoneaba después de haber comido casi un octavo de onza de hongos. Primero puse algo demasiado suave; creo que era Stereolab. Las personas en el cuarto empezaron a quedarse dormidas mientras yo parloteaba cosas sin sentido. Mi amigo me dijo que estaba intentando demasiado cambiar el humor de todos con la música en lugar de celebrar nuestra comezón cerebral compartida. Puso "There are other worlds" y me dijo que fuera paciente, que aceptara la decisión de darle a mi cerebro una buena dosis de música inspirada en sicodélicos de la vieja escuela.

Al principio, Sun Ra me hizo sentir mejor, con su ritmo lento y las voces seductoras. Pero una vez que las voces se convirtieron en una especie de espiral maniaca y algo trascendental se burla de ti a la mitad de la canción, mi ansiedad empeoró. Me sentí abrumado y caótico, como si tuviera que escoger entre sujetarme a mis pensamientos o a la canción, pero no a ambos. Mi amigo notó mi incomodidad. "No deberías estar tranquilo ahorita", me dijo. "Te comiste un chingo de hongos".

Creo que parte de lo que hace a la música grandiosa es su habilidad para superar cualquier emoción en la que estás y arrastrarte hacia otra completamente diferente, como una mejora de humor artificial. Pero hay otro lado de la música que puede replicar un sentimiento con tal precisión que parece que hay alguien más ahí, atrapado en la misma montaña rusa emocional que tú.

Mientras "There are other worlds" se acerca a su final, te lanza unas últimas lamidas de piano, sugiriendo que todo —que este extraño viaje— terminará bien. Después Sun Ra, el Hombre del Espacio Exterior, aplasta todo con un sintetizador que suena como si bueno, muchos mundos se terminaran al mismo timepo. Mientras estuve consumido en esto durante esa primera escuchada, me olvidé de todos los problema y epifanías que inundaban mi cabeza. La composición plantó su bandera al frente de mi cortex, y me sentí transportado de vuelta a la realidad, a la sobriedad, sin preocuparme sobre lo que eso significaba o por el hecho de no sentirme tan bien como unas horas antes.

Esta es una canción que no deja a quienes la escuchan ilesos. Después de besar (o patear) tus oídos, seguramente tendrás una opinión sobre ella, incluso si no es positiva. Finalmente, comer unas cuantas esporas o una tableta de ácido no es tan diferente. Ambas te cambian de cierta manera o forman y dejan una impresión en tu cerebro como una huella sicodélica. Para mí, esa marca es una de mis cicatrices favoritas; no se irá pronto, y la historia detrás de ella es una que me gusta contar demasiado.